domingo, 15 de julio de 2012

CINCUENTONA CON VEINTEAÑERO


El whisky hizo que a mi amiga le fallaran los frenos de la lengua
Escrito por: MARIO EMILIO PÉREZ
Con unos cuantos tragos de whiskie entre pecho y espalda, y mientras conversábamos en la sala de su casa, a mi amiga le fallaron los frenos de la lengua.
 -Si los hombres cuando llegan a viejos descubren una vocación pediátrica, y se vuelven locos con cualquier vagabundita joven, las mujeres, cuando están como yo, en la quinta década de su existencia, tienen el mismo derecho que ellos a enamorarse y mudar un jovencito de músculos firmes en la totalidad de su anatomía; es por eso que no experimento nada de vergüenza al pasearme con mi bebé por calles y avenidas de manitas cogidas- me dijo con amplia sonrisa de satisfacción en los labios.
-El mundo critica, pero no mantiene- repetí la frase manida por decir algo, ya que sabía que mi interlocutora trataría de justificar ante mí haberse involucrado en una relación sentimental con un muchacho que podía ser su hijo.
-Nunca le he seguido la corriente a las amigas que critican a los hombres maduros que mantienen jovencitas, y hasta les compran vehículos, porque no es lo mismo bregar con senitos levantiscos y nalgas apretadas, que con pechugas vecinas de las rodillas, y fundillones  gelatinosos. Si un hombre o una mujer tienen buena posición económica, tienen la oportunidad, y me atrevería a decir que la obligación, de darse los gustos que estén a su alcance. Y como mi difunto marido me dejó mucho dinero y ningún hijo, estoy criando uno, y todo el mundo sabe que es mejor criar que enterrar.
Poco tiempo después, volví a visitar a la quincuagenaria, y al preguntarle por su pareja, manifestó que la relación se había roto.
 -Yo tuve la culpa de que el muchachito dejara el claro, porque mi complejo de dama pasado meridiano me llevó a celarlo con todas las mujeres con las cuales cruzara él siquiera un saludo, y como era de esperar, el tipo se jartó- dijo, con repentina expresión apenada en el rostro.
 -No te pongas tan melodramática, que más hacia delante viven otros jóvenes- afirmé, con la intención de consolarla.
-¡Zafa jovencitos!- exclamó- mi próximo compañero tendrá entre cincuenta y setenta años, barriguita cervecera, espejuelos recetados, y pescuezo arrugado.
No había transcurrido un mes desde esta conversación, cuando al salir de una sala de cine vi al ex amante de mi amiga en compañía de una chica atractiva, y cuya vestimenta modesta, que incluía unas chancletas recogedoras de polvos callejeros, evidenciaba que estaba “en olla”.

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