martes, 17 de julio de 2012


Hipólito Mejía: un difamador que se siente difamado
César Medina
lobarnechea1@hotmail.com
Hipólito Mejía se ha pasado la vida difamando a los demás. Lo hace de forma pública y de forma privada. Cuando está con sus amigotes, cuando va a los medios de comunicación, en reuniones políticas, en actividades sociales... En todas partes, a cualquier hora, contra quien sea.
Para él nadie sirve, todos son corruptos, bandidos, delincuentes.
Desde la doméstica “que se roba el filete para dárselo al marido”, hasta el mismísimo cardenal que se come la hostia y se bebe el vino...
Siendo Presidente, humilló a un conocido empresario financiero que en una reunión en Palacio le habló de la inestabilidad cambiaria: “La inestabilidad la tienes tú en tu casa ...
Muerto de la vergu¨enza, el empresario palideció, tragó en seco y calló.
En la campaña electoral insultó y difamó a todo el que quiso.
Bastaba una simple crítica política y respondía con la más injusta acusación personal. Su especialidad es justamente esa, la difamación y la injuria.
De sus propios compañeros del PRD ha dicho que son corruptos, en el 99.9 por ciento de los casos. O sea, todos.
Los peledeístas, sin excepción, son “una parvada de ladrones”.
Y los reformistas deberían estar en la cárcel por bandidos e inmorales.
Los periodistas son corruptos, todos, excepto los que están con él.
Y de las mujeres, ni se diga...
Cuando se trata de insultar y difamar a los demás, nadie mejor que él.
Contra el senador Félix Bautista se ha ensañado. El último de sus insultos fue llamarle “delincuente” en una comparecencia reciente por la Z-101.
En una entrevista con Jorge Ramos, el periodista de Univisión, se refirió a Leonel Fernández en términos degradantes en su condición de hombre, sin respetar su jerarquía como Presidente de la República.
A los periodistas que no son afines a su posición política o que no le celebran sus chistes, los descalifica con los peores epítetos, en público y en privado.
Para él sólo son éticos, serios y honestos, los periodistas que le hacen coro a sus ocurrencias y que jamás le critican sus irrespetos chabacanerías.
Muy pocas personalidades públicas han salido libradas de la virulencia verbal de Hipólito Mejía.
El “mochacorbatas” 
Algunos de los más allegados a su gobierno le decían “el mochacorbatas”. Porque en las inauguraciones a cualquiera que le quedara cerca le agarraba la corbata por un canto y se la mochaba de un certero tijerazo. Y eso era una gracia...

O le echaba una palada de tierra en los pies, ante las carcajadas de sus corifeos.
Y si se trataba de un acueducto, el chorro de agua inaugural iba a parar a la cabeza de algunos de sus invitados.
Ni hablar de las persecuciones a sus opositores –o a periodistas independientes– bajo el artilugio de la “evasión fiscal”.
Y ni qué decir de sus palabrotas y vulgaridades capaces de ruborizar al más insolente tíguere de barrio.
Todo un desenfado, una chercha, un irrespeto generalizado que hablaba muy mal de la solemnidad del Estado y ponía en entredicho el equilibrio emocional de su gobernante.
¿En qué otro país del mundo se ha visto semejante cosa? 
¡...Al conejo, orejón! 
Hipólito Mejía ha demandado al senador de Peravia, Wilton Guerrero, en reparación de daños y perjuicios.

Incluyó en su querella a uno de los más sobrios y equilibrados periodistas, Osvaldo Santana, director de El Caribe.
Es probable que el legislador se haya excedido en unas declaraciones que dio en base a informaciones de primera mano que recibió sobre el viaje del señor Mejía a México. Tal vez no confirmó la información recibida o no se ciñó al rigor que exige la ley 6132 para resguardar a los ciudadanos de la difamación y de la injuria.
¿Pero es Hipólito Mejía el más llamado a quejarse por semejante agravio? Es como que el conejo le llame al burro orejón... O viceversa.
Nadie duda que el señor Mejía tiene legítimo derecho a reclamar respeto por su honor, por su dignidad, por su integridad moral... Es el mismo derecho que les asiste a todos los que él ha insultado y difamado a lo largo de su vida.
Con una diferencia. Cuando Hipólito Mejía insulta, ofende, agravia, lo está haciendo un expresidente de la República con todas las implicaciones que esto conlleva desde el punto de vista moral y político.
...Aunque él lo ignore. Porque estoy convencido de que Hipólito Mejía nunca llegó a enterarse que durante cuatro años fue el primero entre sus iguales. ¡Y es que para comprender eso hay que tener referente histórico!

LISTIN DIARIO

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