miércoles, 4 de julio de 2012

PARAGUAY QUEDA PRÁCTICAMENTE AISLADO

Paraguay: antes y después de una sanción 


La expedita destitución del presidente constitucional de Paraguay, Fernando Lugo, provocó el aislamiento internacional del país y abrió una interrogante muy preocupante sobre el futuro económico inmediato de la nación suramericana. Tanto el Mercado Común del Sur (Unasur) como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) tomaron la decisión de imponer solamente una condena política al golpe parlamentario ocurrido en Asunción separando al gobierno paraguayo del seno de ambas organizaciones integracionistas. Se evitó por el conjunto de las naciones suramericanas aplicar medidas punitivas específicas en el ámbito económico, en el afán de evitar afectaciones al pueblo paraguayo que, además, aún resíste la interrupción de su proceso democrático. Convertido en un gobierno con el reconocimiento de apenas tres países, ninguno de ellos latinoamericano o caribeño, con las sedes diplomáticas vacías por el retiro masivo de los embajadores acreditados, Paraguay se ve frente a una compleja situación política. La reacción oficial de desconocer y minimizar el efecto de las resoluciones de Mercosur y Unasur y enfocar las más duras críticas a Brasil y Argentina, sus grandes vecinos y socios comerciales, sólo puede permitir conclusiones que políticos y economistas consideran sumamente erradas. Si bien las decisiones de las instancias subregionales podrían calificarse como más benévolas de lo esperado, el gobierno paraguayo quedó expuesto en la picota pública a las lógicas expresiones de desconfianza en el campo económico y comercial internacional. Un Ejecutivo que perdió de un solo golpe la participación con voz y voto en el mayor escenario de integración del continente y los consecuentes beneficios de todo tipo que ello conlleva, alcanzó un nivel de fragilidad visible. La desconfianza se traduce, a simple vista, en el sacrosanto mercado internacional controlado por las grandes potencias económicas, en la pérdida de confianza en un país donde la legalidad está en entredicho. Un diario nada opositor al actual gobierno señaló que se abren las posibilidades de merma en las inversiones extranjeras, el encarecimiento de los créditos solicitados y la pérdida de las preferencias arancelarias para las exportaciones de los productos paraguayos. El analista se refirió, específicamente, al freno que experimentará el flujo de capitales que, en los últimos años, favoreció a los sectores de construcciones y servicios, importantes para un país necesitado de proveer empleos a casi el 40 por ciento de ciudadanos viviendo en estado de pobreza, de acuerdo con datos oficiales. En medio de ese escenario, parecieron poco felices las manifestaciones del ahora nombrado presidente Federico Franco al plantear como favorable la exclusión del Mercosur, pues ello libra a Paraguay de lo que calificó de tutelaje de Brasil y Argentina. Una ojeada muy breve a lo que llama Franco tutelaje permite ver el carácter prácticamente indispensable de esos vínculos con las dos naciones vecinas. Habría que comenzar por señalar que la actual suerte económica de Paraguay está unida históricamente y en buena parte a los estados brasileño y argentinom entre otras cosas por la explotación conjunta de las monumentales hidroeléctricas de Yaciretá e Itaipú. El primero de los dos emprendimientos binacionales está construido sobre los saltos de agua de Yaciretá-Apipe en el caudaloso río Paraná y debe su nombre a la expresión guaraní yasi reta, que significa Tierra de la Luna. La central, que abarca territorio dela provincia argentina de Corrientes y el departamento paraguayo de Misiones, tiene una potencia instalada de tres mil 200 megawatts y vende a Argentina más del 22 por ciento de la energía consumida por esa nación vecina, además de facilitar el 60 por ciento de las necesidades nacionales. Por supuesto,la venta de ese volumen de energía a Buenos Aires es un importante ingreso recibido por Paraguay, historia que se repite en relación con Itaipú, la otra enorme hidroeléctrica operada conjuntamente con Brasil. En guaraní, Itaipú significa Piedra que suena y se encuentra también sobre el río Paraná en la frontera paraguayo-brasileña. Se considera la segunda mayor del mundo y quienes así lo afirman dicen que sólo es superada por la Presa de las Tres Gargantas, en territorio chino, y vende a Brasil el 24 por ciento de su producción energética. A ese destacado vínculo económico, debe añadirse que, según estimaciones del Banco Central, en el 2010, el 27 por ciento de las exportaciones totales de Paraguay fueron adquiridas por Brasil, mientras que el 23,3 por ciento de las importaciones llegaron precisamente desde el gigante brasileño. En el caso argentino, los números divulgados por la Cámara de Comercio Paraguay-Argentina señalan que se reciben de Buenos Aires, entre el pago por la energía exportada y ventas de otros artículos, alrededor de 800 millones anuales, aunque la balanza comercial es deficitaria, pues se importan artículos por mil 300 millones. Pero, además, Paraguay depende de Argentina en el caso de algunas importaciones muy sensibles, como el del gas licuado para consumo doméstico, comprado íntegramente a Buenos Aires, y determinados artículos de producción industrial. Sin embargo, la mayor preocupación tiene que ser otra, pues el puerto de Buenos Aires y el tránsito por las vías fluviales argentinas son vitales para la salida al mar de las exportaciones paraguayas. En definitiva, los elementos señalados permiten mostrar la difícil situación que puede enfrentar un Paraguay sancionado si su clase política conservadora no repara el importante daño causado al sistema democrático del país con el golpe parlamentario contra el Presidente Lugo.

Por Javier Rodríguez 
 Corresponsal de Prensa Latina en Paraguay. Em/jrr

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