Juancito Rodríguez: Entregó todo, hasta la vida por tumbar a Trujillo
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Juancito, oriundo de Estancia Nueva, Moca, nacido en el año 1886, fue uno de los más prósperos hacendados de todos los tiempos en el Cibao, desarrollando junto a la agropecuaria, una prolongada actividad antitrujillista dentro y fuera del país, como exiliado político, especialmente en Cuba.
En el 1946 tuvo que exiliarse por no conseguir apoyo dentro del país en su lucha contra la dictadura.
Financió y participó personalmente en la organización de las expediciones de Cayo Confite en 1947, y de Luperón, en 1949, ambas fracasadas.
Su hijo José Horacio Rodríguez Vásquez vino al país por Luperón en 1949 y posteriormente como comandante del Grupo Maimón y muere al desembarcar el aciago día 20 de junio de 1959.
Por la ocasión, descendientes de Juancito exhortaron a las nuevas generaciones a conocer más de cerca la historia de dominicanos que, como su familiar, han luchado por la libertad y la dignidad del pueblo dominicano.
En reciente entrevista a LISTÍN DIARIO su hija María Mercedes Rodríguez (doña Pucha), de 87 años, narró dramáticas historias de sangre, terror, duelo y exilio, a las que pudo sobrevivir pese al acoso de un tirano que ordenó que quemaran su casa con ella adentro.
Ser pariente de Juancito en esa época era prácticamente una sentencia de muerte.
Juancito dispuso de su vida seis meses antes del ajusticiamiento de Trujillo, el 30 de mayo de 1960, luego de tantos esfuerzos por derrocar al tirano.
Patrimonio
Juancito era el hacendado más grande del país en 1935, propietario de fincas ganaderas, con más de 15,000 cabezas; de cacao y plátanos en varios predios del Cibao.
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GÓMEZ OCHOA RESALTA APORTES DE JUANCITO
El cubano Delio Gómez Ochoa, uno de los comandantes de la Expedición de Junio de 1959, que procuraba derrocar a Trujillo, recuerda a Juancito como un gran luchador, pues entregó todo, hasta la vida.
“Trujillo lo persiguió, lo siguió hasta fuera del país, él estuvo siempre dispuesto a venir en acción para exterminar el régimen del tirano”, expresó.
Recordó que José Horacio Rodríguez, hijo del general Juancito, fue el mejor de los expedicionarios, el que más trabajo, antes de llegar a Cuba, y después. Fue jefe del campamento de entrenamiento en esa nación.
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Fue bautizada María Mercedes pero pocos la reconocerían por esos nombres. El dolor endureció su carácter en aquellos tenebrosos años en que debió ser soporte familiar cuando el sátrapa mandó a allanar las propiedades del aguerrido exiliado y más de 15 mil cabezas de ganado huyeron despavoridas, la guardia tumbó las puertas a fuerza de carabinas, asesinaron a “Polo” y a “Emiliano”, el ordeñador y su ayudante, amenazaron y apresaron al personal que dejaron con vida. “Era el desastre. Es una película que todavía no me deja dormir”, cuenta la intrépida mujer, sufrida, itinerante, hoy sumida en precariedad contrastante con la opulencia de sus primeros años cuando los “Packard”, “Ford”, “jeeps” rurales y otras marcas de autos de su padre eran novedad en los años 20.
Gritó “¡salvajes!” a los guardias que le arrebataron al tío Julio que esputó sangre cuando lo torturaron en la Fortaleza Ozama y murió de la tristeza que le ocasionaron el confinamiento de sus hijos en la isla Beata y los crímenes y persecuciones contra los Rodríguez.
“El Jefe viene”, le dijeron en la puerta de la prisión en la que salvajemente golpearon al anciano de casi 70 años. “¡El Jefe de usted, no mío!”, corrigió al soldado.
La confinaron a Moca cuando ya había terminado la carrera de medicina y sólo tenía pendiente la tesis. Vigilada, la capturaron frente al Convento de los Dominicos y la introdujeron a forcejeos en un “cepillo” del SIM. “Dígale a su Jefe que no sabía que yo era tan grande que él y yo no cabíamos en la ciudad”, increpó a sus verdugos y al pasar por el restaurante “El Ariete” voceó a los transeúntes: “¡Aquí me llevan, si me pierdo, ya saben!”
La casa de otro tío, Doroteo, fue su cárcel. Pasó tres años encerrada, incomunicada, hablaba por señas con los vecinos y enviaba notas a Carmen Natalia Martínez Bonilla dentro de un lápiz labial. Sufrió lo indescriptible cuando envenenaron a Doroteo.
El 10 de abril de 1950 logró irse a La Habana luego de una visita del embajador “Butler”, de Estados Unidos, a su padre, anunciándole su interés en “pacificar el Caribe” y la solicitud que haría a Trujillo de que dejara salir a su familia y a los sobrevivientes de la expedición de Luperón, de 1949, que Juancito también apoyó económicamente.
La alegría de volver a ver al progenitor, de continuar los estudios de medicina y ejercerla, se esfumó con la muerte de Alcedo, otro tío que un día decretó que iba para su casa a morirse y le sobrevino un infarto. Como a Julio, las arbitrariedades del régimen le afectaron.
En 1959 Trujillo asesinó a su hermano José Horacio, expedicionario de Maimón, y el 19 de noviembre de 1960 se suicidó su padre. “Perdió toda esperanza de volver, no tenía un centavo, le habían matado a su hijo. Embargado por la tristeza, se pegó un tiro”.
El relato de Pucha se hace extenso por el incontenible llanto que producen tantos recuerdos lúgubres.
Lo que vi. Es la única de los hijos de Juan Rodríguez García y María Vásquez López que nació en Moca, el 11 de Julio de 1922.
Los demás vinieron al mundo en Barranca. A los siete años leía y escribía y a los once fue ingresada en el colegio Inmaculada Concepción, de La Vega, hasta graduarse de bachiller.
“La Pusha”, como le llamaba una religiosa española, fue abofeteada por “la madre Sención del Buen Pastor” cuando declaró frente a sus condiscípulas que todos los Trujillo eran unos ladrones.
Fue el discurso que aprendió a escuchar de su padre, por lo que “mamá vivía prendiendo velones”.
Es historiadora, genealogista, escritora. políglota. Conoce defectos, virtudes, secretos del exilio antitrujillista en Cuba, Venezuela, Puerto Rico, México, Nueva York, lugares donde vivió mientras estuvo vigente la tiranía.
Narra la vida familiar, política y otras facetas de su padre que pocos conocen, como las causas de su ruptura con Fidel Castro, los trabajos y enfermedades de sus últimos años, su negativa a otros complots que no fuera el atentado personal contra Trujillo, el suicidio...
Pucha casó con Horacio Julio Ornes Coiscou, sobreviviente de Luperón, el 27 de octubre de 1956. Procrearon una hija: Ileana María.
“La grandeza de mi padre nada más la conozco yo. No se quejó, no se arrepintió de lo que hizo. Pasé una semana fuera de mi mente tras su muerte.
¿A qué grado de dolor y desesperación llegó para llegar a quitarse la vida, un hombre de tanta fortaleza?”, pregunta. Y agrega. “A veces me desvelo. ¿Cómo se borran cosas tan grandes?”.
Gracias a su memoria privilegiada, lúcida, podrá revelar tanta historia ignorada en un libro que ya tiene título: “Lo que oí, lo que vi, lo que viví”.
En síntesis
General Juan Rodríguez García (Juancito)
(Moca, 1886) era uno de los hombres más ricos del país. Junto a su hermano Doroteo, participó en la política en el bando de Horacio Vásquez. En 1930, temiendo sufrir represalias contra su familia, aceptó la postulación como senador del partido del dictador en ciernes. En 1935 se resiste a firmar la condena del entonces diputado Miguel Angel Roca. En el 1946 tuvo que exiliarse por no conseguir apoyo dentro del país en su lucha contra el régimen y participó en todas las expediciones libertarias.
ME ALEGRA SABER QUE PUCHA ESTA AUN CON NOSOTROS!!!
La decisión del general fue altamente valiente, antes de terminar arrodillado a los pies del tirano y ser alcanzado por los tentáculos del pulpo carnicero Johnny Abbes García. Alcanzó la gloria defenciendo a su patria.
Sin embargo, Trujillo murió como cualquier perro callejero, tirado sobre el pavimento. Más aún, sin patria y sin gloria, porque sus restos rodaron exiliados por el mundo hasta ser depositados en España.