lunes, 10 de diciembre de 2012

El templo colgante de Xuangkongsi



Parece irreal. Incrustado en la ladera vertical del cañón Jinlong, uno puede pensar que existe, solo para ser contemplado desde la distancia. Pero no. El templo colgante de Xuangkongsi es una muestra del ingenio de la antigua arquitectura china y se puede tocar, recorrer… Los largos pilares que lo sostienen a mitad de la elevación rocosa inspiran poca confianza. Aún así no es posible resistirse a su encanto. Una mezcla rara de emociones colman el ascenso: alegría, incredulidad, sobrecogimiento ante la maravilla, susto, ganas de compartirlo…
Cuando pienso en el tiempo que dediqué a recorrer minuciosamente sitios emblemáticos de China como la Ciudad Prohibida, los templos del Cielo, el Sol y la Tierra u otros, resulta sorprendedor corroborar que es el templo colgante, mi lugar favorito de ese tiempo. La primera vez que respondí esa pregunta, no necesité pestañar. Ahí estaban las vívidas imágenes de ese día.
A 400 kilómetros de Beijing, algunos contratiempos en el viaje y los peligros de una compleja carretera hicieron que llegáramos pasadas las 6.00 pm. Estaban a punto de cerrar. Pero desde que estuve frente a esta construcción de más de 1 400 años de antigüedad, supe que se me quedaría en la hondura del alma.
Ante el, a pesar del cansancio, me iluminé, me nacieron energías. Subí y bajé cada peldaño renovada, como si vivir esa experiencia hubiese cambiado, con mucha prisa, toda la jornada. Venía de regreso de las grutas de Yungang, el segundo conjunto de esculturas budistas más importantes de China en la provincia de Shanxi. Pero el pequeño templo me enamoró más.
La joya arquitectónica está compuesta por 40 salas en las que descansan estatuas de budas y otras deidades, todas con rostros diferentes. Examiné cada pabellón, cada estrecha escalera; y desde arriba, miré al vacío, comprobé que los pilotes estaban dispuestos con esa sabiduría milenaria.
Tuve miedo. El chirrido de la madera tras mis pasos colocaba un poderoso nudo en la garganta. Sin embargo, pensé en los monjes que lo construyeron. ¿Cómo lo hicieron? No alcanzo a comprender, pero ahí está para que no queden dudas. En la escasa media hora tomé fotos. Quise muchas: ¡Una aquí! ¡Otra allá! Mira —daba instrucciones— que salgan los pilares para que papi me vea… Luego saltaba frente a la cámara.
La emoción se trasmuta. La convierto en recuerdos. Sí, el templo colgante es mi lugar favorito de China.
En el interior de una de las salas
Detalle del techo del templo
Yo con cara estrellada
Fotos: Zéner

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