domingo, 9 de diciembre de 2012

Juan Isidro Pérez, un real patriota


Calle Juan Isidro Pérez, en el barrio “San Miguel”
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Calles y avenidasJuan Isidro Pérez, un real patriota
El ilustre loco. Reconocido con una histórica calle del barrio “San Miguel”, fue espadachín, capitán de la Guardia Nacional, poeta, declamador, actor y, por sobre todo, decidido y valiente
Escrito por: Ángela Peña (a.pena@hoy.com.do)
Su demencia fue tan conmovedora y dolida que ha sido el rasgo más destacado de su vida, el que en gran medida ha opacado sus actuaciones revolucionarias, su lealtad al Padre de la Patria, sus luchas por la Independencia Nacional en los días oscuros de la ocupación haitiana, sus afanes de activo trinitario.
Juan Isidro Pérez de la Paz, reconocido  con una histórica calle del barrio “San Miguel”, fue espadachín, capitán de la Guardia Nacional, poeta, declamador, actor y, por sobre todo, decidido y valiente.
Pero a sus hazañas y nombre se agrega casi siempre que fue “el poeta loco”, “el loco sublime”, “el trinitario de la demencia y  la cordura”, “el patriótico demente”.
Alcides García Lluberes lamenta que muchos autores hayan escrito sobre él después que “el glorioso trinitario regresara de su infamante ostracismo, porque era a perpetuidad, padeciendo de demencia”. Y agrega que si lo hubiesen hecho en 1844 consignarían, “sencillamente, su glorificación y de esta solo veríamos levantarse  hoy a un grande hombre divinizado, esto es, a un héroe de auténtico tipo griego”. Señala entre otros al padre González Regalado quien escribió del estado mental de Pérez en 1849.
Emilio Rodríguez Demorizi publicó la obra que más ha dado a conocer al insigne patricio, titulada: “Juan Isidro Pérez, El ilustre loco”, con prólogo de Federico Henríquez  Carvajal y un estudio psiquiátrico de Antonio Zaglul. Para el profesional de la conducta, Juan Isidro padeció de una “esquizofrenia de tipo paranoide”.
Reitera el desconocimiento por el prócer de quién fue su padre, la ausencia de una figura masculina, porque a estas condiciones atribuye, en parte, su enajenación. “Ese hecho se va a revelar continuamente en la vida de Pérez de la Paz. La búsqueda de su propia identidad, así como el encuentro del padre en la persona de Juan Pablo Duarte con quien tenía algo más que lazos amistosos; era típicamente una relación padre-hijo que solo separa, no la distancia, sino la propia enfermedad”, analiza. Veía en el Libertador, añade, “a la figura paterna que nunca conoció, o al menos no le dio calor en la niñez, cuando era más necesaria”. Otros creen que la supuesta locura se debió a la separación de sus compañeros y al posterior destierro.
Pérez era hijo de Josefa Pérez de la Paz  Valerio, la aguerrida “Chepita” en cuya morada  se instaló el 16 de julio de 1838 la patriótica “Sociedad La Trinitaria, genitora de la República”. Apunta Vetilio Alfau Durán que “según la tradición mantenida en la familia del vehemente prócer trinitario Juan Isidro Pérez, su progenitor fue un padre mercedario”. La versión la comunicó Isabel Lamarche de Ricart al historiador Alcides García.
Juan Isidro Pérez de la Paz,  “que se distinguió gallardamente por su ardiente amor a Duarte”, nació en Santo Domingo el 19 de noviembre de 1817.  Se le llamaba también “el profeta de los Trinitarios”.
García Lluberes dice que “nadie le aventajaba como recitador en las obras en versos que ponía en escena “La Filantrópica”, la sociedad de los patriotas que continuó y completó la edificativa obra nacionalista de “La Trinitaria”. Era frecuente oírlo recitar poemas propios y ajenos, como: “Tú, Napoleón, bastardo soberano, / tú del Reino de España usurpador, / para recuperar nuestro favor / verás un León en cada castellano”.
Tomó parte en el movimiento  de La Reforma, contra Boyer, en 1843. Por su demostrado valor en esa acción fue nombrado capitán de una de las compañías de la Guardia Nacional.
Federico Henríquez y Carvajal dice de él que fue de los más fieles a Duarte y de los más adictos a su ideal nacionalista. “Fue una figura de vanguardia por su gestión activa y por su altiva actividad revolucionaria”, expresa.
Resalta su “proceder austero, carácter integérrimo” y significa que la Patria era para él “la madre augusta, adorada, única”, y que Duarte fue su guía, maestro, apóstol. Zaglul anota que tenía “un carácter rígido, sumamente agresivo y monotemático: ser libre del yugo haitiano. La libertad de su pueblo era su razón de vivir y al fin, con sus compañeros, lo logra”.
Enfatiza que cuando Duarte, Sánchez, Mella, Pina, fueron lanzados al destierro “Juan Isidro no resistió y enfermó de esquizofrenia”. En una ocasión agredió físicamente a Santana. “Pedro Santana y sus hombres eran los enemigos naturales de los trinitarios. Juan Isidro se violenta y agrede al futuro Marqués de las Carreras. ¿Fue un acto de anormalidad mental?... Las agresiones de los orates son ilógicas en su gran mayoría”.
Además de los estudios primarios, Juan Isidro recibió clases de latinidad con el presbítero Gaspar Hernández e instrucción sobre otras materias con Juan de Dios Cruzado y el sacerdote José Antonio de Bonilla. Su pseudónimo de trinitario era “Temístocles”. Perteneció además a la “Sociedad Dramática”.
Por sus ideales políticos vivió exiliado en Venezuela, Saint Thomas, Curazao, Alemania, Hamburgo, Islas Vírgenes, Cumaná… Proclamada la Independencia de febrero de 1844 fue designado secretario de la Junta Central Gubernativa, desde el nueve hasta el 12 de junio, cuando Santana ocupó militarmente la capital, disolvió el organismo y se hizo proclamar “Jefe Supremo” de la Nación. Pérez, junto a Duarte y otros patriotas fue declarado traidor a la Patria y extrañado a perpetuidad. La correspondencia que mantuvo con Duarte permite profundizar en su carácter.
Estuvo casado con Josefa Pérez Guerra, de Neiba, madre de sus hijos Leticia, Elodia, Francisco y Mercedes.
Trágico final. Regresó al país y al poco tiempo cayó en mutismo. Piensa Zaglul que tal vez iría al Baluarte del Conde a recordar “o miraría con malos ojos a sus enemigos, quienes eran los enemigos de la Patria, por eso volvió a una celda del más infame de los manicomios. “Como no fueron capaces de agredirlo le pusieron de compañero a otro loco agitado que le destrozó una mano a mordiscos”.
Cargado de sufrimientos deambulaba por las calles de Santo Domingo “contemplando con unción de cuerdo la Puerta del Conde”, escribe Rodríguez Demorizi. Así, enfermo, fue varias veces prisionero. Atacado de cólera, falleció el siete de febrero de 1868 en el Hospital Militar de Santo Domingo.
La calle
No es posible  identificarla, porque no tiene un solo rótulo
Es “bastante larga, pero muy estrecha”, significó Luis E. Alemar. Comenzó a fundarse en 1891. Se llamó originalmente “Camino de las murallas”, después, “Calle perdida”, “Nueva de San Miguel” y “La Caridad” hasta el 19 de febrero de 1909, próximo al 65 aniversario de la Independencia Nacional, cuando el Ayuntamiento resolvió “contribuir a su conmemoración glorificando el nombre del ilustre prócer trinitario Juan Isidro Pérez”, designándola con su nombre. Nace en la “Hostos” y termina en la “Palo Hincado”.

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