lunes, 5 de abril de 2021

¿El final de la ideología en Cuba?


Por Arnold August
Periodista y conferencista canadiense.

En 1960, el sociólogo y académico norteamericano Daniel Bell (1919-2011) publicó “El final de la ideología”, obra que llegó a ser un clásico en las ciencias políticas oficiales. La publicación fue catalogada por el Times Literary Supplement como uno de los 100 libros más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.


A pesar de que en los años 1950 e inicios de los 60 había otros partidarios del “Final de la ideología”, Bell es considerado como el más influyente. Aun cuando tuvieron lugar algunas variaciones, esta escuela de pensamiento tiene un común denominador. Tratando de no simplificar excesivamente esa importante tendencia, para el propósito de este artículo, es posible afirmar que surgió debido al fracaso percibido, tanto del socialismo en la antigua URSS como del capitalismo en Occidente. Es decir, nació en oposición al “extremismo”.

En noviembre de 1968, junto con otros estudiantes de ciencias políticas de la Universidad de McGill, en Montreal, fundamos la Asociación de Estudiantes de esa disciplina. Organizamos una huelga y presentamos dos reivindicaciones principales: la primera, exigir la participación estudiantil en los comités de contratación de la Facultad; la segunda -asociada a este potencial empoderamiento estudiantil- reclamar un profesorado y un currículo más incluyente.
A finales de los años 60, la tesis de Bell sobre el fin de la ideología parecía llegar a su despedida. Sin embargo, sigue acechando.

Este último podría incluir publicaciones no sólo de Daniel Bell -por supuesto considerado obligatorio y una indiscutible referencia en ciencias políticas-, sino también de científicos sociales progresistas, así como los trabajos de Marx y Lenin. En aquella época eso último estaba excluido. Tras diez días de ocupación y huelga, la solicitud de los estudiantes fue aceptada por la universidad.

Bell no vio llegar la inevitable insurrección que se estaba fraguando en Estados Unidos entre los ciudadanos afrodescendientes, poco después de que su best-seller saliese de prensa. Esas luchas progresistas, así como la de los pueblos indígenas, tienen su origen al inicio de las Trece Colonias. En los años 1960, los estudiantes estadounidenses fueron atraídos por ideologías y políticas alternativas. De hecho, el movimiento de los jóvenes era omnipresente en toda Norteamérica y en gran parte de Europa.

Mientras en los años 60 esta tendencia se caracterizaba por diferentes aspectos de la izquierda política e ideológica y experimentaba sus propios altibajos, parecía la despedida de la tesis del final de la ideología. Sin embargo, el legado de Bell nos sigue acechando.


En el último año aproximadamente, en Cuba ha tenido lugar un aumento continuo de artículos en un lenguaje indirecto acerca de la idea del final de la ideología, escritos por algunos blogueros e intelectuales cubanos marginales. Al inicio eran tímidos, pero luego cada vez más audaces.

Hablaban de la “estéril dicotomía entre socialismo y capitalismo”, aconsejando a los revolucionarios cubanos ser “equilibrados y profundos en sus criterios” cuando se trata de criticar el imperialismo estadounidense, o de evitar el extremo de ser “fidelista o anticastrista”, etiquetando de “extremistas” o “fanáticos” a los marxistas-leninistas o a los fidelistas, escribiendo sobre dos grandes falacias acerca de lo revolucionario en Cuba, la derecha y la izquierda como un “dogma excluyente” y, por último, postulando que “la vida es más compleja incluso que las ideologías”.

Leyendo estos artículos regresaban continuamente a mi mente aquellos días universitarios de 1968. ¿Cómo pudo ser posible que nos opusiéramos al final de la ideología en el corazón del capitalismo, y que ahora ello vuelva a surgir -entre todos los lugares imaginables-, justamente en Cuba? Podría argumentarse que la oposición en Cuba está viniendo de la “izquierda”, es decir de quienes pretenden apoyar a la revolución. Pues bien, ¿de dónde más podría surgir sino de esa llamada izquierda?
Cuba constituyó la más evidente refutación de esa teoría: el ataque al cuartel Moncada, su programa y el triunfo de la Revolución en 1959 abrieron el camino a una nueva ideología revolucionaria, marxista-leninista.

No olvidemos que Bell se consideraba a sí mismo de izquierda y que su oposición a la ideología fue ostensiblemente desde una perspectiva de izquierda y no de derecha. Es así como logró construir su credibilidad. Bell se había desilusionado del socialismo y no veía otra alternativa, por lo que libró una batalla tanto contra el capitalismo como contra el socialismo. Su trabajo refleja su propio dilema personal y político. Sin embargo, objetivamente hablando, esta llamada neutralidad respecto a los extremos consistió en lanzar un salvavidas al capitalismo. No es un accidente que Bell sea tan apreciado por las élites gobernantes de Occidente.

Siempre he aseverado que la más peligrosa oposición a la Revolución cubana proviene de la llamada izquierda, y no de la derecha abiertamente plattista. Es un cáncer en la sociedad cubana que, si se deja crecer sin una fuerte resistencia ideológica, podría influir en algunos ingenuos, especialmente entre los jóvenes, los intelectuales y los artistas.

Al mismo tiempo, cuando Bell escribía sus ensayos a finales de los años 1950, compilados en su volumen de 1960, Cuba constituía el escenario de la más evidente refutación de su teoría: el ataque a Moncada de 1953, su programa resultante y el triunfo de la revolución el 1 de enero de 1959. Fidel Castro y el Movimiento 26 de julio constituyeron el camino embrionario hacia a una nueva ideología revolucionaria marxista-leninista en Cuba.

Lejos de ser un período caracterizado por el final de la ideología, Cuba dio al mundo el resurgimiento y la confianza en la necesidad de la ideología. Cuba representó el fin del final de la ideología. La revolución cubana surgió durante el auge de la Guerra fría, pero se erigió resueltamente en contra de cualquier intimidación por parte de la llamada izquierda o del imperialismo. Para la izquierda de aquella época, y más aún para la derecha, esta posición no se correspondía con lo políticamente correcto. De esta manera, Fidel tuvo la perspicacia de no revelar el escenario completo en el periodo inicial. Sin embargo, la ideología se encontraba en el centro del pensamiento y la acción.



Desde 1953 Cuba siempre ha sido -y lo sigue siendo- la quintaesencia del desarrollo de los principios ideológicos. Cada palabra escrita y pronunciada por Fidel está impregnada de ideología. Cuba no está anquilosada, por el contrario sigue evolucionando según la situación. De otra manera, no hubiese podido sobrevivir a sus enemigos durante todo este tiempo.

Estoy convencido de que uno de los principales objetivos implícitos de la campaña mediática corporativa internacional contra Fidel, justo después de su fallecimiento, consistió en una revancha del imperialismo contra él por negarse a capitular en el tema de la ideología.

Pero, ¿por qué -podrán preguntarse los medios interminablemente- la revolución cubana nunca suscribió el final de la ideología, como debía hacerse, según las ciencias políticas oficiales? En todos estos años, desde el 26 julio de 1953 hasta el 25 noviembre de 2016, Fidel vivió y murió tal como lo exigió a los demás: como un humilde revolucionario.

En el actual contexto histórico, tratar de impregnar a la cultura política cubana de “neutralidad” respecto a la ideología: oposición a los “extremos”, “equidistancia” entre socialismo y capitalismo, etc., no constituye un desafío al dogmatismo de la izquierda tal como tratan de presentarlo.

El verdadero desafío es contra el socialismo y la ideología marxista-leninista. En los años 1960, la teoría del Bell complacía a los círculos de gobernantes que deseaban preservar el statu quo. ¡Las élites estaban en el poder y no temían ser desalojadas por su propio capitalismo! El Final de la ideología y su crítica al capitalismo fue tan sólo un pretexto para criticar al socialismo. En 1968, en la Universidad McGill, esto constituyó el principal argumento de los profesores y administradores conservadores.

Aparentemente ellos no estaban ni a favor ni en contra de ninguna ideología. “Todas las opciones políticas son bienvenidas”, aseguraban. Sin embargo, Bell fue aún más aceptado. Él se oponía, decían ellos, tanto al capitalismo como al socialismo. Sin embargo, quienes favorecían el statu quo del capitalismo se apoyaron en el final de la ideología.

Quienes se oponen a la ideología “extrema” de la izquierda fueron totalmente integrados a la ideología capitalista y ayudaron a elaborarla y a difundirla. El propósito del “Final de la ideología”, en los años 1960, y ahora respecto a Cuba, es poner fin a las ideologías marxista-leninista y socialista.

ag/aa
*Periodista y conferencista canadiense.

*Periodista y conferencista canadiense.

August, Arnold

Periodista, autor y conferencista canadiense. Master en Ciencia Políticas. Contribuye con artículos en español, inglés y francés a los sitios web y publicaciones de América Latina y el Caribe, EE.UU., Canadá, Europa y Medio Oriente.

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Un legado de Fidel para el mundo: teoría y práctica

Oleo de Fidel posando frente a Martí pintado por el pincel de la patria de Duarte, Luperon y Juan Bosch, Miguel Nunez 
,

Por Arnold August*  

*Periodista y conferencista canadiense.

Desde sus estudios secundarios en los años 1950, Fidel Castro empezó a familiarizarse con los escritos y las actividades de José Martí, entre otros cubanos del siglo XIX que lucharon por la justicia social y la independencia de España. Fidel leyó los 28 volúmenes de la obra de Martí. También estudió los trabajos y las actividades prácticas de Marx, Engels y Lenin. Analizó y profesaba un gran respeto por la revolución bolchevique.

En el primer período de sus admirables estudios autodidácticos, vivió y fue activo políticamente, no solamente en Cuba sino también en otros países latinoamericanos, como República Dominicana.

Las tradiciones e ideas revolucionarias de la región influyeron también en su manera de pensar. Éstas absorbieron su pensamiento y su espíritu político como revolucionario de una rápida evolución, listo a entregar su vida por la causa de los más vulnerables. Su sed por familiarizarse con las diferentes tendencias del pensamiento y la acción política cubana e internacional lo acompañó toda su vida.

Fue una figura política que pensó por sí mismo, un antidogmático por excelencia. Su enfoque se basó, ante todo, en principios revolucionarios.

Entre muchos otros aspectos, el legado de Fidel reside en su singular capacidad para unir la teoría y la práctica. Y lo hizo, teniendo en cuenta su longevidad política sin precedentes históricos, como ningún otro revolucionario del siglo XX y de comienzos del siglo XXI. Gabriel García Márquez, ícono del pensamiento latinoamericano, quien lo conoció muy bien personalmente, escribió que Fidel es “el antidogmático por excelencia” (“A Personal Portrait of Fidel Castro.” In Fidel Castro, Fidel: My Early Years, Ocean Press, Melbourne, 1998, página 17). Vale la pena detenernos a reflexionar acerca de la evaluación del alcance del antidogmatismo de Fidel.

El Che Guevara vivió y luchó con Fidel Castro en el centro de la Sierra Maestra, y luego del triunfo de 1959. Estando en Bolivia, el 26 julio de 1967, aniversario del ataque a Moncada, el Che escribió en su diario boliviano sobre el “significado del 26 julio, como una rebelión contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios” (Ernesto Che Guevara, The Bolivian Diary of Ernesto Che Guevara, Pathfinder Press, Montreal, 1994, página 239). Sí, usted leyó correctamente: “dogmas revolucionarios”.

Fidel y el movimiento que lideró fueron forzados a ir contra la corriente dominante de la izquierda en aquel momento en Cuba, abriendo para ello el camino de la lucha armada por medio del ataque a dos cuarteles de Batista, entre ellos el Moncada. Esta rebelión fue también una revuelta contra esa izquierda, incapaz de entender ese momento histórico. Desde el punto de vista de una parte de la izquierda, el Moncada no fue “políticamente correcto”. Parte de la izquierda, tanto en Cuba como a nivel internacional, difamaron a Fidel Castro como el protagonista de un “golpe pequeñoburgués” por esta vanguardista rebelión contra el Moncada.

Supuestamente, esta acción fue considerada como no justificada por los seguidores de los “manuales” marxistas, vistos por ellos como dogmas fijos en el tiempo y el espacio, antes que como una guía para la acción. Fidel dio un giro al pensamiento y a la práctica revolucionarios. Las estrategias y condiciones de los bolcheviques no fueron las mismas que existían en Cuba en los años 1950, que llevaron al triunfo de la revolución en 1959. La situación actual de Cuba tampoco es la misma que en 1959. Tan sólo una revolución como la cubana, depurada del dogmatismo, puede navegar en un mundo en cambio permanente.

En los años 1950, Fidel logró que la tendencia recalcitrante de la izquierda cubana se uniera a la causa. Lo hizo a través de las acciones del Movimiento 26 de julio, dentro de un espíritu de autosacrificio y del nuevo pensamiento político. Éste último, expresado en su discurso “La historia me absolverá”, constituyó su defensa ante el juicio seguido a su captura, después de la derrota de Moncada. Todos estos factores combinados sacudieron profundamente a Cuba, algo que tan sólo podía producir un pensador independiente, junto con sus colaboradores.

Su herencia es parte del camino a seguir por los sectores progresistas de la humanidad, los vinculados con las fuerzas de izquierda y los revolucionarios.

Lo demás es historia. ¡Pero no! ¿Cuántas veces luchó Fidel Castro contra la corriente y sacó a Cuba del callejón sin salida del desastre? Tan sólo una ilustración: en 1991, Fidel rechazó las reformas de Mijaíl Gorbachov y la capitulación ante Estados Unidos. De hecho, previó la caída de la URSS dos años antes de que ésta sucediera. ¿Dónde este requisito de resistencia y rebelión de vida y muerte, es expresado explícitamente en cualquiera de los trabajos de Marx, Lenin o José Martí?

Aún si todas estas figuras políticas transpiran los principios, las ideas y la devoción del auto-sacrificio por la causa del pueblo que son aplicados a tales desafíos impredecibles. No obstante, aún con esta herencia del siglo XX y comienzos del siglo XXI, durante los amenazantes y turbulentos tiempos desconocidos entre finales de 1980 y 1991, los mismos revolucionarios cubanos debieron crear el camino a seguir.

Estados Unidos esperaba la oportunidad, lamiendo sus heridas, con la idea de que Cuba cayera. ¿Dónde podría estar Cuba ahora si no hubiese roto relaciones en aquella época para de nuevo permanecer fiel a su tradición antidogmática, permitiendo así guiarse por nuevas ideas y orientaciones?

De esta manera, el legado de Fidel reside en su capacidad para unir la teoría y la práctica -o la práctica y la teoría-, a través del análisis de las “condiciones concretas”. Es cierto que este “análisis” presupone un punto de vista teórico. Sin embargo, esta perspectiva, aplicada a la noción de “condiciones concretas”, significó observar el mundo concreto y comprender las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías del pueblo cubano en un momento determinado. Esta capacidad para unir, intrínseca y consistentemente, la teoría y la práctica, contribuyó a la formación de un revolucionario como Fidel.

Algunos podrían decir que, al tratar este liderazgo ejemplar de Fidel acerca de la teoría y la práctica, se podría caer en la individualización de Fidel y así en la personalización de la Revolución cubana, en detrimento del papel jugado por el pueblo y sus más cercanos colaboradores. Sin embargo, nada puede estar más lejos de la verdad. ¿En qué otra fuente, si no es en el pueblo, tiene éxito este análisis concreto y estas condiciones concretas? Las condiciones concretas corresponden al pueblo y a su contínuo movimiento. La teoría y la práctica son inseparables cuando se trata de Fidel.

Adicionalmente a esta lección de método, manifestaciones concretas tales como sus pronunciamientos acerca de una miríada de temas domésticos e internacionales, hacen parte de su legado. En 2001, por ejemplo, dijo: “revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Esto dio a los cubanos una orientación práctica en la actividad política cotidiana. En 2005, cuando hacía frente a problemas domésticos, dijo:



El legado de Fidel reside en su singular capacidad para unir la teoría y la práctica. Lo hizo como ningún otro revolucionario del siglo XX y comienzos del XXI.

 “Este país puede autodestruirse. Esta revolución puede autodestruirse, pero ellos [los poderes extranjeros] nunca podrán destruirnos; podremos destruirnos a nosotros mismos, y esto sería culpa nuestra”. En el complejo contexto del tema de las relaciones Cuba-Estados Unidos, desde el 17 de diciembre de 2014, Fidel expresó sus opiniones en varias ocasiones. Éstas no son solamente pertinentes sino necesarias para guiar las políticas cubanas actuales y futuras, así como para despertar la conciencia en la gente progresista del mundo entero con relación a estas polémicas preocupaciones internacionales.

No se puede sobrestimar el papel del individuo en la historia, pero sería engañoso subestimarlo. Charles Darwin, por ejemplo, fue un naturalista que postuló las teorías de la evolución y de la selección natural. Darwin rompió el molde estudiando los trabajos de otros científicos a quienes había consultado y, más importante aún, resultó ser el análisis de la naturaleza que hizo por su propia cuenta.

De forma similar, Marx siguió este camino para hacer sus propios descubrimientos en el pensamiento social y político. Aun cuando no estoy comparando a Fidel con Darwin o Marx -pues él mismo condenaría una comparación tan injustificada-, el principio del papel que juega la determinación individual en la apertura de nuevos caminos hasta ahora inexplorados, estableciendo vínculos entre el pensamiento y las condiciones, se aplica a Fidel. Es un arquetipo sobresaliente del siglo XX y hasta bien entrado el siglo XXI, ya que su pensamiento y su ejemplo serán aplicables por lo menos durante varias décadas más en este siglo.

ag/ac 

*Periodista y conferencista canadiense.

August, Arnold

Periodista, autor y conferencista canadiense. Master en Ciencia Políticas. Contribuye con artículos en español, inglés y francés a los sitios web y publicaciones de América Latina y el Caribe, EE.UU., Canadá, Europa y Medio Oriente.

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jueves, 1 de abril de 2021

Las sanciones son armas de guerra por otros medios.

Joe Biden intensifica las sanciones de Estados Unidos contra China

Sanciones Versus contra la paz, la estabilidad y las relaciones de cooperación con otros países.


Stephen Lendman, Global Research.

Las sanciones son armas de guerra por otros medios.

Son un martillo contra la paz, la estabilidad y las relaciones de cooperación con otros países.

Son un castigo colectivo extrajudicial sobre la población de los países objetivo, lo que prohíbe el derecho internacional.

Son una de las tácticas favoritas de Estados Unidos contra enemigos y adversarios inventados.

Cuando se imponen, no logran sus objetivos geopolíticos.

Sin embargo, Estados Unidos los usa repetidamente contra Rusia, China, Irán y otras naciones que sus legisladores quieren que se transformen en estados vasallos pro occidentales.

Donde va Estados Unidos, otras naciones occidentales lo acompañan con mayor frecuencia.

El lunes, el régimen de Biden en connivencia con Bruselas, Gran Bretaña y Canadá impuso sanciones ilegales a China por abusos inventados de derechos humanos.

Beijing está acusada falsamente de abusar de los musulmanes uigures en los campos de detención de Xinjiang.

Estados Unidos, el principal abusador de los derechos humanos en el mundo, y sus socios imperiales quieren que China sea castigada por presuntas prácticas abusivas, ninguna evidencia lo corrobora.

La hipocresía fulminante no necesita explicación.

La llamada Ley de Política de Derechos Humanos Uigur de los EEUU de 2020 exige que las agencias gubernamentales informen sobre presuntos abusos de los derechos humanos cometidos por Beijing contra los musulmanes de Xinjiang, a pesar de que no hay evidencia de ninguno.

Una Cámara de Estados Unidos aprobó la Ley de Prevención del Trabajo Forzoso Uigur (2020) para evitar que las entidades estadounidenses financien supuestos campos de trabajos forzados en Xinjiang, ninguna evidencia sugiere que exista.

Estas medidas y otras acciones hostiles de Estados Unidos contra China son parte de su guerra por otros medios contra el país, sus empresas, entidades, autoridades gobernantes y personas.

Después de las heladas conversaciones entre China y EEUU en Anchorage la semana pasada, el equipo geopolítico intervencionista de Biden intensificó las cosas el lunes con probablemente más dureza en mente.

Una declaración conjunta de Estados Unidos, Reino Unido, UE y Canadá dijo lo siguiente el lunes:
Expresando una preocupación hueca por los musulmanes uigures de China, acusó a Beijing de abusos contra los derechos humanos contra ellos, a pesar de no presentar pruebas creíbles y creíbles.Sin embargo, los países mencionados anteriormente afirmaron que los llamados "documentos, imágenes de satélite y testimonios de testigos presenciales son abrumadores".

Por separado, Blinken inventó su propia realidad, diciendo:
China "continúa cometiendo genocidio y crímenes de lesa humanidad en Xinjiang (sic)", y agregó: Las acciones de los EEUU, Reino Unido, la UE y Canadá "muestra nuestro compromiso continuo de trabajar de manera multilateral para promover el respeto de los derechos humanos y arrojar sobre los responsables del gobierno de la República Popular China y del PCCh de estas atrocidades (sic)".Beijing tomó represalias al sancionar a 10 funcionarios europeos y cuatro entidades, antes de anunciar las sanciones occidentales.

Según la vicepresidenta del Instituto de Política de la Sociedad de Asia con sede en Washington, Wendy Cutler , la acción coordinada del lunes por parte de los países occidentales liderados por Estados Unidos elevó la política anti-China a un "nuevo nivel". El jefe de política exterior de la UE, Josep Borrell, defendió la acción indefendible, diciendo:
"No habrá ningún cambio en la determinación de la UE de defender los derechos humanos y responder a graves violaciones y abusos, independientemente de dónde se cometan (sic)".En connivencia con las guerras eternas de Estados Unidos por medios calientes y / o de otro tipo contra numerosos países, Bruselas comparte la culpabilidad de Washington. Lo mismo ocurre con Gran Bretaña, Canadá y otros socios imperiales de Estados Unidos. Además de atacar a los funcionarios chinos, se sancionó a la Oficina de Seguridad Pública del Cuerpo de Construcción y Producción de Xinjiang (XPCC), una declaración de la UE que dice:
Es "responsable de graves violaciones de derechos humanos en China, en particular detenciones arbitrarias a gran escala y tratos degradantes infligidos a uigures y personas de otras minorías étnicas musulmanas (sic)".Estados Unidos sancionó a XPCC en julio pasado.

Las sanciones a los funcionarios chinos seleccionados incluyen prohibiciones de viaje, congelación de activos y negación de fondos a estas personas.

Beijing criticó las acciones tomadas anteriores, diciendo que "(dañan gravemente) la soberanía y los intereses de China y (difunden) maliciosamente mentiras y desinformación".

Las sanciones de la UE fueron las primeras impuestas a Beijing desde que las fuerzas oscuras de Estados Unidos orquestaron los eventos de 1989 en la Plaza de Tiananmen de China y sus alrededores.

El intento del régimen de GHW Bush de desestabilizar y derrocar a su gobierno fracasó.

A pesar de la violencia causada externamente, no ocurrió ninguna masacre de estudiantes.

Las afirmaciones de lo contrario hasta el día de hoy siguen siendo inventadas, típicas de cómo opera Estados Unidos: la propaganda es parte de su guerra por otros medios en las naciones que no controlan.

Las cosas en la plaza se resolvieron pacíficamente. Estados Unidos no consiguió la masacre que quería, por lo que inventó lo que no sucedió.

La última acción coordinada de Estados Unidos contra China continúa su guerra contra el país por otros medios: Biden continúa con la agenda hostil de Trump.

Un comentario final

Según el Global Times de China, Beijing "está formulando contramedidas contra la UE".
“Algunas instituciones de la UE que han encabezado las acusaciones contra las de Xinjiang de China serán las más afectadas por las contramedidas, y algunas personas en los países de la UE que se hayan portado mal no escaparán del castigo, al igual que algunas personas de alto perfil que frecuentemente critican a China por su comportamiento. Asuntos de Xinjiang ".Beijing se compromete a defender "sus intereses fundamentales y campañas de (contra) desinformación y difamación inquebrantables en relación con (sus) políticas y asuntos internos".

El lunes, el director de Estudios Europeos del Instituto de Estudios Internacionales de China, Cui Hongjian, dijo que las sanciones a la UE enviaron una fuerte señal a sus legisladores para que dejen de interferir en los asuntos internos de Beijing.

El investigador del Instituto de Derecho de la Academia China de Ciencias Sociales, Wang Jiang, dijo que Beijing podría emprender acciones legales para defender los derechos legítimos de sus entidades e individuos.

Si se sigue esta vía, los países occidentales se verán presionados para presentar pruebas creíbles en apoyo de sus dudosas acusaciones que no existen.



comentarios:

Anónimo

Si la convivencia con una China exitosa ya los esta llevando al colapso no queda otro camino que la guerra fría, pues las armas nucleares evitan las calientes, al menos por ahora.
Esta vez no se trata de dinero que se puede imprimir segun se necesite, es el temor al contagio mundial con el éxito chino que va mostrando que las cosas pueden ser de otra manera.
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