sábado, 24 de julio de 2021

Paradojas económicas y sociales de la pandemia

 Paradojas de la oferta y la demanda

Jorge Durand, La Jornada

La reactivación económica en Estados Unidos está en marcha, la Bolsa sigue ganando a pesar de la pandemia, las tasas de interés bajan a cero y la inflación se dispara, dicen que temporalmente. El país está totalmente abierto, ya ni siquiera utilizan mascarillas, a pesar de que la vacunación no ha logrado el objetivo planteado.

Uno esperaría que las ideas conspirativas funcionen a escala electoral, esa es su salsa, pero no cuando se trata de la salud de uno mismo, familiares o cercanos. Pero la alucinante farsa de que con la vacuna te inyectan un chip, o quién sabe qué cosa, ha calado en el público estadounidense. Cada vez crece más el movimiento antivacuna y su impacto se nota en las dificultades que tienen las autoridades para cerrar la brecha de la inoculación, la única forma de contener la pandemia.

Ni siquiera la alarmante noticia de que en la actualidad, 99 por ciento de los muertos por el Covid-19 se concentran en los que no se han vacunado parece convencer a los estadounidenses indecisos y menos aún a los fanáticos. Y su parte de responsabilidad la tiene el inefable Donald Trump que se vacunó a escondidas antes de salir de la Casa Blanca, para que no le tomaran la foto.

A pesar de que hay una oferta amplísima y gratuita de antígenos, con la posibilidad de elegir el que les guste, decenas de millones de habitantes no piensan vacunarse. Aún hay 30 por ciento de adultos que no se ha vacunado y que posiblemente no lo hagan.

Es una paradoja preocupante, cientos de países y millones de personas suplican que les envíen biológicos y los que los tienen a mano no los quieren. Igual que la paradoja del hambre y la comida que se tira, a la que ya estamos acostumbrados.

Otra paradoja curiosa se da en el mercado de trabajo de Estados Unidos. La reapertura de su economía, industria, comercio y servicios demandan trabajadores de manera urgente, pero no hay brazos disponibles. Hace un año la tasa de desempleo estaba en 10.6 por ciento para las mujeres y 9.8 por ciento para los hombres y en la actualidad ha bajado a 6 por ciento, pero se ha estancado hace tres meses.

Ciertamente hay una reducción significativa en cuanto a las cifras, pero en los comercios, fábricas y establecimientos se ven anuncios de que se necesitan trabajadores. En algunos restaurantes y otros negocios están a media máquina por falta de personal. Hay demanda de mano de obra, pero la oferta está reticente. Y es algo que se nota en toda la nación y que está a la vista de todos en los letreros donde se anuncian vacantes.

El asunto parece ser más complejo y entran en juego una diversidad de factores. Para empezar hay cerca de medio millón de plazas que cubrir, de los 600 mil que murieron por Covid. Por otra parte, se ha constatado que muchos trabajadores y empleados optaron por un retiro anticipado, la pandemia ayudó a muchos a tomar decisiones postergadas. Hay un movimiento poblacional importante hacia zonas rurales, las casas de campo han cobrado nueva vida y los precios de este tipo de propiedades, no citadinas, han incrementado notablemente su precio. A su vez estos nuevos propietarios demandan trabajadores y son escasos.

De manera consecuente se han elevado las rentas en muchos lugares. Esto también afecta a muchos trabajadores que no pueden movilizarse a los lugares donde hay demanda debido al alto costo de la vivienda.

Otra explicación de este fenómeno puede estar en el nivel de ingresos que tienen hoy los desempleados y los beneficiados por los cheques del gobierno. Los subsidios pordesempleo son en algunos casos más redituables que estar contratado. En esas circunstancias, para muchas personas no hay incentivo para ir a trabajar, prefieren vivir en el paro, que deslomarse en el empleo.

Paradójicamente, la política extremista de Donald Trump desalentó la migración laboral irregular y alentó la migración de refugiados. Pero en términos generales llegaron mucho menos migrantes al mercado de trabajo. Y a esto hay que añadir un año defronteras cerradas y el colapso y cierrede muchas empresas por la pandemia. En cierto modo se rompió el equilibrio que existía entre oferta y demanda de mano de obra barata.

Es muy posible que se haya reactivado la correa de trasmisión que moviliza los flujos de trabajadores entre México y Estados Unidos. Son los migrantes los que informan a los mexicanos sobre las condiciones del mercado de trabajo y, cuando hay demanda, llaman a sus parientes y amigos.

En este contexto los salarios mínimos tienen necesariamente que subir, lo que provocará una inflación estructural, que ya se registra en varios indicadores. De hecho, el propio gobierno de Joe Biden incentiva que se aplique el salario mínimo de 15 dólares por hora, lo que daría unos 600 dólares brutos a la semana si se trabajan 40 horas. De este modo, se abriría la brecha entre el minisalario mexicano y el estadounidense, lo que alentaría la oferta.

La escasez de agua transformaría la vida a escala planetaria !!Cuidémosla¡¡

 No descuidemos el agua, su escasez transformaría la vida de los terrícolas y corremos el riesgo de desaparecer como civilización. 

Agua: ¿fuente de vida o fuente de lucro?

Es importante reconocer que el agua no es un bien económico como cualquier otro. Ella está tan ligada a la vida que debe ser entendida como algo vital y sagrado. La vida no puede ser transformada en mercancía

Leonardo Boff, Alainet

Hoy hay dos cuestiones principales que afectan a toda la humanidad: el calentamiento global y la creciente escasez de agua potable. Ambas obligan a profundos cambios en nuestro modo de vivir, pues pueden producir un colapso de nuestra civilización y afectar profundamente el sistema-vida.

Atengámonos a la cuestión del agua, codiciada por las grandes corporaciones para privatizarla y lucrarse enormemente. Ella puede ser tanto motivo de guerras como de solidaridad social y cooperación entre los pueblos. Ya se ha dicho que las guerras del siglo XX eran por petróleo y las del siglo XXI serán por agua potable. No obstante, ella puede ser referencia central para un nuevo pacto social mundial entre los pueblos y los gobiernos con vistas a la supervivencia de todos.

Consideremos los datos básicos acerca del agua. Ella es extremadamente abundante y al mismo tiempo escasa. Existen cerca de 1.360.000.000 km3 cúbicos de agua en la Tierra. Si tomáramos toda esa agua que está en los océanos, lagos, ríos, acuíferos y cascos polares y la distribuyésemos equitativamente sobre una superficie terrestre plana, toda la Tierra quedaría sumergida bajo el agua a tres km de profundidad. El 97% es agua salada y el 3% es agua dulce. Pero solamente el 0,7% de esta es directamente accesible al uso humano. De este 0,7, el 70% va para la agricultura, el 22% para la industria y lo que queda para el uso humano y animal.

La renovación de las aguas es del orden de 43.000 km3 al año, mientras que el consumo total está estimado en 6.000 km³ al año. Hay por lo tanto superabundancia de agua, pero desigualmente distribuida: el 60% se encuentra en solo 9 países, mientras otros 80 enfrentan escasez. Poco menos de mil millones de personas consumen el 86% del agua existente mientras que para 1,400 millones es insuficiente (en 2020 serán tres mil millones) y para dos mil millones no es tratada lo que genera un 85% de las enfermedades comprobables. Se presume que en 2032 cerca de 5.000 millones de personas se verán afectadas por la crisis del agua.

El problema no es la escasez de agua sino su mala gestión y distribución para atender las demandas humanas y de los demás seres vivos. Brasil es la potencia natural de las aguas, con el 13% de toda el agua dulce del planeta, con un total de 5,4 billones de metros cúbicos. A pesar de la abundancia, se desperdicia el 46% de ella, lo que daría para abastecer a toda Francia, Bélgica, Suiza y el Norte de Italia. Carecemos aún de una cultura del agua.

Por ser escasa, el agua dulce se ha convertido en un bien de alto valor económico. Como hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado, todo se transforma en mercancía. En función de esta “gran transformación” (Karl Polanyi), hoy en día hay una carrera mundial desenfrenada para privatizar el agua y obtener grandes lucros.

Así han surgido empresas multinacionales como las francesas Vivendi y Suez-Lyonnaise, la alemana RWE, la inglesa Thames Water y la americana Bechtel, entre otras. Se ha creado un mercado de las aguas de más de 100.000 millones de dólares. Ahí están fuertemente presentes Nestlé y Coca-Cola, buscando comprar fuentes por todas partes del mundo.

El gran debate hoy se presenta en estos términos: ¿el agua es fuente de vida o fuente de lucro? ¿El agua es un bien natural, vital, común e insustituible o un bien económico a ser tratado como recurso hídrico y como mercancía?

Para empezar, es importante reconocer que el agua no es un bien económico como cualquier otro. Ella está tan ligada a la vida que debe ser entendida como algo vital y sagrado. La vida no puede ser transformada en mercancía. Es uno de los bienes más excelentes del proceso evolutivo y unos de los mayores dones divinos. Además, el agua está ligada a otras dimensiones culturales, simbólicas y espirituales que la hacen preciosa y cargada de valores que en sí no tienen precio.

Para entender la riqueza del agua que transciende su dimensión económica, necesitamos romper con la dictadura de la razón instrumental-analítica y utilitarista, impuesta a toda la sociedad. Esta ve el agua como mero recurso hídrico con el cual se puede hacer negocios. Atiende solo a finalidades y utilidades. Pero el ser humano tiene otros ejercicios de su razón. Existe la razón más ancestral, sensible, emocional, cordial y espiritual. Este tipo de razón va más allá de finalidades y utilidades. Esta razón está ligada al sentido de la vida, a los valores, al carácter simbólico ético y espiritual del agua.

En esta perspectiva, el agua se considera un bien común natural, como fuente y nicho donde hace 3,800 millones de años surgió la vida en la Tierra. El agua es un bien común público mundial. Es patrimonio de la biosfera y vital para todas las formas de vida. No existe vida sin agua.

Obviamente, las dimensiones del agua como fuente de vida y como recurso hídrico no necesitan excluirse, pero deben ser rectamente relacionadas. Fundamentalmente el agua pertenece al derecho a la vida.

La ONU declaró el día 28 de julio de 2010 que el agua limpia y segura, así como el saneamiento básico, constituye un derecho humano fundamental.

Pero ella demanda, sí, una compleja estructura de captación, conservación, tratamiento y distribución, lo que implica una innegable dimensión económica. Esta, sin embargo, no debe prevalecer sobre la otra, la del derecho, sino que debe hacer el agua accesible a todos. Se debe garantizar a todos gratuitamente por lo menos 50 litros de agua potable y sana al día. Cabe al poder público junto con la sociedad organizada crear la financiación pública para cubrir los costos necesarios para garantizar ese derecho de todos. Las tarifas para los servicios deben contemplar los diversos usos del agua, ya sea doméstico, industrial, agrícola o recreativo. Para los usos en la industria y en la agricultura, evidentemente, el agua esta sujeta a precio.

La visión predominante mercadológica distorsiona la correcta relación entre el agua como fuente de vida y el agua como recurso hídrico. Esto se debe fundamentalmente a la exacerbación de la propiedad privada que hace que se trate al agua sin el sentido de compartir ni de considerar las demandas de los demás y de toda la comunidad de vida.

Es todavía muy débil el principio de solidaridad social y de comunidad de intereses y del respeto por las cuencas hidrográficas que transcienden los límites de las naciones como ocurre, por ejemplo, entre Turquía de una parte y Siria e Iraq de otra, o entre Israel de un lado y Jordania y Palestina del otro, o también entre USA y México en lo que se refiere a los ríos Río Grande y Colorado.

Para discutir todas estas cuestiones vitales se creó en 2003 en Florencia, Italia, el Fórum Mundial Alternativo del Agua. En él se propuso la creación de una Autoridad Mundial del Agua. Ella sería una instancia de gobierno público, cooperativo y plural para tratar del agua a nivel de las grandes cuencas hídricas internacionales, así como su distribución más equitativa según las demandas regionales.v Paralelamente, se formó una articulación internacional con vistas a un Contrato Mundial del Agua. Como no existe un contrato social mundial, podría elaborarse en torno a aquello que efectivamente une a todos, que es el agua, de la cual depende la vida de las personas y de los demás seres vivos. De manera semejante ahora con la irrupción de la Covid-19, urge un contrato mundial de salvaguarda de la vida humana, mas allá de cualquier soberanismo, visto como algo superado, de otro tiempo histórico.

Un papel importante es presionar a los gobiernos y a las empresas para que el agua no se lleve a los mercados ni se considere una mercancía. Es importante fomentar la cooperación público-privada para evitar que tanta gente muera por falta de agua o como resultado de un agua mal tratada. Cada día, 6.000 niños mueren de sed y unos 18 millones de niños y niñas dejan de ir a la escuela porque se ven obligados a ir a buscar agua a 5-10 km de distancia. Es importantísimo conservar los bosques y las selvas en pie y reforestar lo más posible. Son los que garantizan la permanencia del agua, alimentan los acuíferos, así como mitigan el calentamiento global mediante la captación de dióxido de carbono y la producción de oxígeno vital.

Un mundo con hambre cero, preconizado desde hace años por los Objetivos del Milenio de la ONU debería incluir la sed cero, porque el agua es alimento y no hay nada que pueda vivir y ser consumido sin agua. Finalmente, el agua es vida, generadora de vida y uno de los símbolos más poderosos de la vida eterna, ya que Dios aparece como vivo, generador de toda vida y fuente infinita de vida.

El desconocimiento, o ignorancia, sobre la pandemia y sus consecuencias.

La vacunación es un derecho que debería también ser un deber


Vicenc Navarro, Público

La situación actual de la pandemia muestra claramente que en Europa, en algunos países más y en otros menos, hay una gran distancia entre lo que debería hacerse (según propone el conocimiento científico) y lo que se está haciendo por parte de las autoridades públicas en los distintos niveles de gobierno para controlarla. Tal distancia se explica por muchas razones, pero una importante es el desconocimiento, o ignorancia, de lo que tales autoridades suelen saber sobre la pandemia y sus consecuencias.

Los establishments político-mediáticos dominantes en la mayoría de los países de la Unión Europea están hoy deseosos de promover una visión incorrecta, de que estamos en la recta final de la pandemia, habiendo ya pasado la parte más dura de ella, caminando hacia la vuelta a la normalidad. La verdad objetiva, sin embargo, dista mucho de tal visión triunfalista de que estamos viendo el final de la pandemia.

En realidad, varios gobiernos europeos, como el holandés, han tenido recientemente que dar marcha atrás después de la supuestamente desaparecida pandemia que apareció de nuevo con la variante Delta, que cambió el pronóstico. Y un tanto igual ocurrirá en la Gran Bretaña donde el Primer Ministro Johnson declaró este lunes el Día de la Libertad, imitando a la Presidenta Ayuso, de la Comunidad de Madrid (de parecida persuasión política), liberando ya a la población de cualquier tipo de política restrictiva que se había aprobado para prevenir la extensión de la pandemia, indicando con ello la vuelta a la plena normalidad.

Les aseguro que verán como algo semejante a lo ocurrido en Holanda pasará también en la Gran Bretaña. España no ha llegado a este nivel, pero si existe cierto triunfalismo que ha dado pie a medidas claramente erróneas y precipitadas, tanto a nivel estatal central como autonómico, habiendo sido Madrid y Cataluña especialmente triunfalistas. El coste del triunfalismo es elevadísimo por la ignorancia que lo sostiene y promueve. Oculta una realidad muy distinta que siempre acabará imponiéndose.

El temor a enfrentarse a poderes fácticos por parte de las autoridades públicas

Además de ignorancia y desconocimiento, existe también otro fenómeno muy generalizado entre las autoridades públicas europeas encargadas de gestionar la pandemia y es el temor a enfrentarse con grupos de gran poder que tienen mucha influencia en la configuración de las políticas públicas que afectan la evolución de la pandemia.

El caso más evidente es el gran retraso en el inicio de la vacunación en la Unión Europea (y su generalización al resto del mundo). Resultado de la pésima gestión de la Comisión Europea (dominada por las fuerzas conservadoras y neoliberales – ver mi articulo "La ocultada causa del fracaso de la Unión Europea en la producción de vacunas anti COVID-19, Público - 21 de Abril, 2021), ésta no se atrevió a aplicar lo que estaban sugiriendo la mayoría de las instituciones científicas, que proponían a las autoridades públicas que interrumpieran los derechos de propiedad de las empresas farmacéuticas productoras de vacunas anti COVID, eliminando sus patentes para permitir su masiva producción tanto en Europa como a nivel mundial.

Esta situación dificulta enormemente el control de la pandemia. Y es éticamente insostenible, pues tales vacunas han sido financiadas públicamente, con lo cual el gasto público ha significado un apoyo imprescindible para la producción de las vacunas, beneficiando enormemente a las empresas productoras que han alcanzado unos exuberantes beneficios que se rigen única y exclusivamente por las leyes del mercado que están excluyendo a la mayoría de la población mundial que no podrá acceder a ellas (ver el artículo de Pierre Giuseppe Fortunato, Fighting COVID requires fewer patents and more State, Social Europe -July 20, 2021). Este protagonismo de los intereses empresariales que responden a un criterio meramente mercantil es un suicidio colectivo, pues la evidencia señala que a no ser que se resuelva la pandemia a nivel mundial, ésta no solo no se resolverá, sino que incluso se puede empeorar.

La necesaria vacunación y sus dificultades: el próximo problema en Europa

España está por fin vacunando rápidamente y hay que felicitar a las autoridades públicas por ello. Es una muestra más del éxito del Servicio de Nacional de Salud a pesar de su sub-financiación. Pero pronto España va a tener un problema puesto que es muy probable que el nivel de vacunación no alcance los porcentajes elevados que se requerirían para conseguir el grado de inmunidad colectiva necesaria para recuperar cierta forma de normalidad. Y esto se dará como consecuencia de la resistencia de sectores de la población a vacunarse, resistencia debida primordialmente a la ignorancia que hace vulnerable a sectores de la población a toda una serie de falsedades que transmiten en general las ultraderechas de siempre. El caso más claro es el trumpismo (que está ampliamente extendido en España), que explica que en los estados de Estados Unidos donde tal movimiento es muy fuerte, es donde el nivel de vacunación es menor. Y es posible que algo así ocurra en partes del territorio español.

Existe una cultura muy extendida en amplios sectores de las derechas y ultraderechas españolas, que enfatiza un individualismo muy acentuado que antepone el derecho individual sobre cualquier otro argumento, incluyendo el interés común. Es la actitud de menosprecio a los intereses colectivos. Esta actitud que antepone el deseo personal por sobre toda otra consideración, fue claramente expresada por el Presidente Aznar en su famosa frase "querer hacer lo que me dé la gana", o como decía otro individuo de orientación política semejante en La Sexta Noche: "Lo que me pase por los cojones", que junto con el anti-cientifismo son muy extendidos entre las derechas trumpistas en España. Estas posturas están muy generalizadas y representan una amenaza al control de la pandemia y que se está extendiendo a nivel internacional, claramente promovido por sectores económicos y financieros dominantes en los países europeos, que creen que la recuperación económica debe ser prioritaria, cualquier sea el coste humano que ello conlleve.

La otra alternativa al trumpismo es la de anteponer el bien común por encima del interés individual, incluyendo el protagonismo de lo público sobre lo privado, de los intereses comunes sobre los individuales, de la solidaridad sobre el egoísmo, y de la ciencia sobre la ignorancia. Al famoso grito un general fascista fundador de La Legión en el año 1936 frente a un discurso del intelectual Miguel de Unamuno: "¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!", hay que promover el alternativo "¡Viva la ciencia de la vida! ¡Abajo en la ignorancia y la muerte!". Y en esta cultura de solidaridad, la disponibilidad de las vacunas a todas las personas del mundo es un objetivo urgente y necesario, al cual hay que añadir el objetivo de que la vacunación también sea obligatoria.

El ciudadano no sólo tiene derechos, tiene también deberes

Este principio: "la obligación de vacunarse", es en general, ampliamente aceptado en el caso de infantes, que tienen que vacunarse obligatoriamente para protegerlos de toda una serie de enfermedades contagiosas como la viruela, el sarampión, el tétano y la tos ferina, cuya vacunación ha significado evitar la muerte de más de tres millones de Infantes a nivel mundial (Katie Gravagna et al. "Global assessment of national mandatory vaccinations policy", Science -17 Nov, 2020). Ahora bien, esta tolerancia o aceptación es menor cuando hablamos de adultos, y todavía menor, cuando hablamos de la vacuna anti-COVID.

Hay bastante aceptación de que sea obligatorio para el personal sanitario que es el que tiene mayor riesgo y el que cuida a la mayoría de las pacientes con esta enfermedad. Y también se ha extendido esta obligación a personas que trabajan en atención domiciliaria en los servicios a personas dependientes. Y también en varios países, como en Francia, se ha incentivado la vacunación anti-COVID, haciendo que esta sea condición para poder viajar, para poder ir a restaurantes, al cine o a lo que fuera. Pero no es suficiente en una situación donde la enfermedad es enormemente contagiosa, como es ahora el caso con la variante Delta, pues el control de la pandemia requiere una respuesta más activa. De ahí la necesidad de la obligación de la vacunación.

La oposición a la obligatoriedad de la vacuna en contra del COVID-19 argumenta qué no hay, en teoría, conocimientos suficientes sobre sus posibles daños colaterales, lo cual no es del todo cierto, pues ya existe gran experiencia, precisamente para las vacunas COVID más exitosas y eficaces, que documentan claramente que los posibles efectos secundarios de la vacunación son mucho menores en comparación con el enorme daño causado a la persona y la colectividad a la cual pertenece en caso de no vacunarse.

Es necesario alcanzar niveles de vacunación de al menos un 70-80 % de la población para poder recuperar una situación de casi normalidad. Y podría hacerse, pero para ello se requeriría de su obligación. En varios países como en Francia, ya se está haciendo indirectamente, al estar condicionadas muchísimas actividades del ciudadano a que presente tal documentación de vacunación. Y paradójicamente Estados Unidos, un país muy liberal, ha sugerido que en los lugares de trabajo se considera la obligatoriedad, pues no es justo que se perjudique a los trabajadores porque algunos no quieran vacunarse, contagiando a todos los demás. El gobierno federal así lo recomienda. Y un punto fundamental es quien decide, a quien afecta, y donde se definen las excepciones. Y es ahí donde la pandemia ( y ahora concretamente el proceso de vacunación), está generando una dinámica en la que las claras insuficiencias mostradas por ella están generando una demanda popular de mayor participación ciudadana en los procesos de decisión, redefiniendo y enriqueciendo la democracia, hoy todavía muy limitada en España.


1 comentario:


Pagar impuestos es una obligación; detenerse en un semáforo en rojo también; educar a tus hijos, edificar según ciertas normas, hablar en voz baja en el hospital. Todas obligaciones. ¿Por qué tanto miedo a decir esa palabra? Tenemos cientos, miles de obligaciones y prohibiciones que respetamos diariamente, ¿por qué esa diferencia con una vacuna? ¿Por qué alguien tendría derecho a portar un virus que no controla y contagiar a los demás? ¿Por qué alguien tendría derecho a cagarle la vida a los otros, sólo porque le tiene miedo a la aguja o le han hecho creer estupideces? Vacunar se vacuna a la fuerza, nunca le preguntamos a nuestros hijos si querían recibir la vacuna contra el sarampión; se la dimos y punto. A quien no se vacuna, vacunación a la fuerza, sin medias tintas.

"Cómo funciona el capitalismo"

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