Escritora cuenta la historia de bebés nacidos en un campo de concentración
Eva Clarke, protagonista del libro. Foto: Tomada del El País. Josef Mengele retorció los pechos de Anka Nathanová para comprobar si estaba embarazada. Los 30 kilos que pesaba cuando entró en Auschwitz impidieron que descubriese el feto que llevaba en sus entrañas. Su hija, Eva Clarke, llegó al mundo en una carreta llena de mujeres muertas o enfermas de tifus a las puertas de Mauthausen, adonde fue trasladada su madre desde el campo en Polonia, tras viajar durante 16 días en uno de los trenes de la muerte, comiendo apenas unas migas de pan y bebiendo unas gotas de agua. Envolvió al bebé en papeles de periódico y así estaba cuando los soldados americanos liberaron el campo de concentración. Con esta dramática historia, cualquiera podría pensar que la sonrisa no aflorase nunca en su rostro. Sin embargo, Clarke sonríe y sus intensos ojos azules se iluminan cuando habla de Anka. Aprendió a no odiar de su madre, una mujer, según la describe su hija, “fuerte, luchadora. No quiso