(1 de 2)
Se reputa como la primera fotografía de la historia aquella tomada desde una ventana de París en 1826 por el francés Joseph Niecephore Niepce, la cual tuvo una exposición de ocho horas.
Su invento tendría una utilidad, aplicación y uso en el futuro que de seguro el mismo Niepce no pudo prever.
Ya a los pocos años, la fotografía empezaba a registrar el ambiente y la gente que rodeaba cada momento. De esta forma hoy podemos saber cómo era el entorno citadino del París de mediados del siglo XIX; conocer un auténtico indio Sioux americano; enfrentarnos a la figura del presidente Abraham Lincoln; remontarnos a los campos de batalla de la guerra civil de los Estados Unidos y adentrarnos en el perfil de personajes como Alejandro Dumas, Mark Twain y Oscar Wilde.
Conocemos por medio de la fotografía los grandes acontecimientos de los dos últimos siglos, entre los que se encuentran la explosión del dirigible Hindenburg sobre New Jersey; el hundimiento del Titanic en las gélidas aguas del Atlántico; el primer hombre que pisó la cima del monte Everest en el Himalaya; el dramático fusilamiento de un vietcong por el jefe de la policía de Saigón y, la huella que dejó el hombre cuando pisó por primera vez la Luna.
Hoy en día, el uso y aplicación de las fotografías en las ciencias, las artes, la medicina, la astronomía y demás actividades del saber son determinantes.
En el aspecto genealógico, llámese también familiar, la fotografía juega un papel de gran relevancia, ya que complementa la documentación que se pueda tener o adquirir de una persona.
Muy pocos niños llegan a conocer a sus bisabuelos o tatarabuelos, por lo que la fotografía se constituye en el único medio para enterarse cómo eran esos ancestros. Lo mismo puede decirse en la otra dirección. Nuestros bisnietos y tataranietos sólo nos conocerán por fotografías.
En este sentido, la primera y más importante recomendación es que cada foto familiar debe tener el nombre en su reverso (si es foto en papel) de la persona retratada, la fecha y el lugar en que fue tomada; si acaso pudiese indicarse el nombre del fotógrafo, mejor. En el caso de las digitales, también hay posibilidad tecnológica de registrar esa información. Dentro de cien años no habrá nadie que identifique y señale el nombre de las personas que figuren como motivo de esas imágenes.
Hemos visto colecciones completas de fotos tomadas al inicio del siglo XX. No se tomó la previsión en su momento de poner el nombre de los fotografiados, ni tampoco las fechas y lugares en que fueron captadas las imágenes. Los que posan en las fotos murieron y no existen personas en la actualidad que puedan identificarlos. Esos testimonios visuales devienen así en referentes con otro interés, como podría ser el de establecer la evolución en el vestir en un determinado período, pero desde la óptica genealógica resultan en recuerdos mudos, que no transmiten ninguna información complementaria de registros documentales.
Instituto Dominicano de Genealogía
Comentarios
Publicar un comentario