León Felipe. Cartas desde el Castillo interior
No fue un exiliado más. León Felipe, el poeta prometeico, el republicano sosegado y espiritual ya vivía a caballo entre México y España cuando en 1939 el exilio le deja varado en la otra orilla de la lengua. Desde allí recibe a los nuevos exiliados, los ayuda, soluciona sus problemas. Y escribe, escribe sin pausa. Conferencias, cuadernos, cartas. Una obra oculta e inédita, por la que se le escapa el alma, que ahora reúne la Fundación Banco Santander en Castillo interior.
Gonzalo Santonja, catedrático y director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, y Javier Expósito, director literario de la Fundación Banco Santander, han fatigado el Legado León Felipe del Archivo Histórico de Zamora para descubrir “cómo trabajaba”. “En Castillo interior hemos querido mostrar al poeta en el obrador. Había llegado a México en 1922, su mujer era mexicana, conocía mejor que nadie el exilio. Su casa se convierte desde 1939 en una agencia de inserción”, explica Santonja. Entre los abundantes escritos de esos años destaca la correspondencia con Juan Larrea, poeta bilbaíno y vanguardista, de la que exhumamos alguna carta. Un diálogo “espiritual y fluido” que va más allá de su aparente carácter práctico, en el que, según Santonja, “nos asomamos al alma, al castillo interior de Felipe”. Y reproducimos también la memorable felicitación a la niña María Luisa Gíner de los Ríos.
Carta de Juan Larrea a León Felipe1 de julio de 1941
Querido León:
Bernardo, por mi conducto, te confía el encargo de invitar al Sr. Héctor Pérez Martínez a participar en el financiamiento de nuestra revista suscribiendo una obligación de quinientos pesos. Creo que dada la estrecha amistad que tanto a uno como a otro os une con dicho Sr. no presentará el asunto dificultades mayores. Bernardo no se dirige a él directamente por estimar que tú puedes facilitarle de palabra más amplias explicacionesque él por escrito. La entrega de fondospodría efectuarla a su gusto. Siempre, sin embargo, sería más cómodo, hallándose fuera, que la hiciera en los menores plazos posibles.
Agobiados por tu imperturbable silencio de gran pirámide, seguimos dando vueltas a la misma noria. Tuvimos ya una primera reunión constitutiva y pronto volveremos a reunirnos para puntualizar importantes detalles de la organización, todavía en el aire, y formalizar la escritura. Se están cobrando las participaciones, que ascienden ya a unas cuarenta.
He aceptado complacido el encargo de escribirte con la esperanza de tener noticias tuyas. Tanto más cuanto nos convendría saber si es cierto, como se pretende, que no piensas regresar hasta fines de año, y que este asunto de la revista no te interesa sino al contrario. Se me hace difícil creerlo. Más como no se trata de mi creencia sino de una obra conjunta y algunos compañeros están un poco extrañados, te agradecería muy de veras una amistosa y franca declaración a este respecto.
Guite y los niños bien. Juan Jaime ha reanudado sus clases, y aunque no se halle aún en plena posesión de sus medios, sigue contento y mejorado. Te recordamos con cariñosa frecuencia y hemos sentido muy de veras tu desgracia familiar. Supimos que tu viaje había sido excelente y que te encontrabas bien.
Ponme dos letras sin tardanza y recibe un afectuoso abrazo de
Juan
Carta de León Felipe a Juan LarreaCampeche, 9 de julio de 1941
Querido Larrea
He estado fuera de Campeche en una ciudad llamada El Carmen donde las comunicaciones son difíciles. Allí me mandaron tu carta cuando yo iba a venirme aquí a la capital del Estado en la que reside el gobernador Héctor Pérez Martínez. Hoy he hablado con él sobre la revista y que él cree que es cosa factible esa ayuda. Creo que ahora debe escribirle Bernardo, dándole todos los detalles para cerrar el contrato, como dicen los hombres de negocios.
Nada hay para tu secreto en mi conducta. Me he venido aquí huyendo de mí mismo, como he andado siempre corriendo por el mundo, y cada vez y en todas partes me encuentro en mi realidad de una manera más dramática y desesperada: no tengo deseos ni fe. Me asombra que haya quien quiera luchar y amar y vivir. No sé hacer nada y tal vez haga lo mejor no poniéndome en el camino de nadie. A mí no me necesitáis. Y Bernardo y tú podéis llevar adelante la labor de la revista, si créis que una revista en estos días puede servir de algo. Es muy difícil decir lo que uno piensa y lo que uno quisiera decir desde su marco personal, pero es más difícil para mí aún hablar desde la terraza de una compañía. Si no puedo gritar desde la ventana de mi casa porque no me oye nadie, tampoco quiero gritar desde un balcón con cincuenta señores que me tirarán de la chaqueta en cuanto diga lo que no les convenga a sus intereses. Pero no es esto lo esencial. Lo esencial probablemente es que yo no tengo nada que decir porque supongo que esta desgana mía y este viejo amargor de boca no le interesan a nadie.
Por lo demás te quiero como siempre y a los tuyos también. Abrazos,
León
Carta de León Felipe a María Luisa Giner de los Ríos y Díez-CanedoMéxico, agosto de 1955
María Luisa Giner de los Ríos y Díaza Canedo:
Mi querida y vieja amiga ¡cómo pasan los años! ¡Quién te ha visto y quién te ve!... Te han salido los dientes y se te han caido las trenzas... Antes contabas los años con los dedos de las manos. Yo te conocí cuando los contabas con el dedod meñique. Todavía cuando te fuiste a Chile te sobraban dedos para llevar la cuenta. Ahora, tienes que escribir tus once años con dos anzuelos: 11; o con dos estacas: II; o con dos trenzas cortadas: 33..., en fin, que te ha salido el tiempo como dos colmillos.
¡Terrible cosa son los años!... Además, te ha salido un álbum como un rumor de vanidad para que te escriban tus amigos los poetas pequeños y gloriosos madrigales en lugar de cuentecillos..., porque tú tienes más amigos poetas que Margarita y Violante...
Sin embargo, para que esos poetas pudiesen convertir los cuentos en madrigales no debiste haberte cortado nunca las trenzas. Todos pensábamos que tú eras una pequeña Isolda que estaba creciendo para ser la prometida de un rey. Y yo siempre supuse que las golondrinas, amigas de Tristán, te habían arrastrado y se habían llevado ya en el pico una hebra de oro de aquellas crenchas tuyas antiguas. ¿Te acuerdas cómo fue aquello de Tristán, del Rey Marco y del cabello dorado, junto al mar de Tintajel, dos golondrinas mensajeras?... Es un cuento viejo y lento en el que se refiere que aquel cabello vino a posarse en la barba cana del rey, y que el rey, tomándolo entre los dedos, dijo: “Me casaré con la mujer de cuyas trenzas se ha desprendido esta hebra de oro”.
Y Tristán, que amaba al rey como a su padre, se fue a buscar el sol de donde había salido aquel rayito de luz. Después de mucho navegar, Tristán encontró a Isolda... Y el cuento sigue... ¡largo, largo, largo! Como las trenzas rubias de una novia germana.
Pero he aquí que este cuento ya no podrá contarse nunca, porque todas las Isoldas del mundo se han cortado las trenzas de oro, como tú, y las golondrinas ya no tienen nada que hacer en el Reino del Amor, donde los cuentos ingenuos e infantiles se convertían en luminosos madrigales...
Bueno, bueno; adiós, adiós; me voy que me espera el Silencio...
León Felipe
Carta de León Felipe a José Bernadette[Mair José Bernadette (Dardanelos 1895-Massachussets 1989), fue un hispanista sefardita radicado en la Universidad de Cornell, que se convirtió en compañero y amigo de León Felipe durante la estancia de éste en dicha universidad en los años veinte como profesor de español. Unas vacaciones del poeta con Berta, su esposa, en 1930, que se convirtieron después en una marcha definitiva, darían lugar a la correspondencia entre ambos, de la que ésta carta es una muestra representativa. El libro al que se refiere Felipe esEspañol del éxodo y el llanto, publicado a principios de 1939 por la Casa de España en México, y dedicado al Presidente Lázaro Cardenas por la hospitalidad que sintiera ya en su primer viaje en 1923 cuando llegó solo con una carta para Alfonso Reyes. Henri Bremond fundó la corriente poética de la llamada poesía pura (1926) con la obra del mismo título, que reaccionaba frente al romanticismo decadente, y tuvo también en Paul Valery uno de sus grandes representantes. Bremond equipara la poesía a un estado místico de la escritura.]
Athica, N.Y. 5 de mayo de 1939
Querido Bernadette:
Por delante va un libro para Ud. Es de los primeros que he recibido.
No sé cómo contestar a su última carta. En mis libros hallará Ud. Todo lo que yo podría decirle. Este último no es un libro puramente lírico, ya lo sé; es sin embargo , más puro que el primero porque en él el sentimiento del dolor y la melancolía han quedado deshechos. Pero a esta anulación no he llegado por una impuesta estética apriorística sino por una actitud religiosa filosófica y vital que se ha definido claramente en mí al contacto con este pueblo.
Estoy con Eliot y con los poetas metafísicos ingleses más que con las actuales corrientes francesas. Huyo, sin embargo, como Ud ríe, del pesimismo de casi todos los últimos poetas norteamericanos. Mi devoción por Valery es porque su poesía es un franco mentís a su estética. Tan poeta filosófico es él como Lucrecio. Y acepto aquellas palabras del Abate Bremond: “ Toda poesía es una oración”. No he entrado a rezar en las capillas de Góngora y no me he esforzado por encontrar una forma ceñida. Casi siempre he trabajado sobre la sencillez del romance, no arrastrado por su democracia sino por su tolerancia que admite el cruce con todos los versos; los más extranjeros y aristocráticos, con la forma amétrica primitiva, y no se queja aunque le quebremos en pedazos monosilábicos. No creo que la imagen original sea la única expresión lírica. Tan pura me parece a veces una frase hecha como una metáfora original.
Todo el libro está en contra de la manera vigente en España. La gente ortodoxa en Religión que es casi toda España y la minoría vanguardista (capitaneada por Ortega), no han de encontrarlo de su agrado. Sin embargo, el libro es hijo de una experiencia actual de mi vida.
Cervantes y Whitman, a pesar de la derrota democrática, son las dos voces más fecundas de la literatura occidental y su cristianismo dinámico y dionisiaco me parece mejor que la aristocracia nietzschiana (que está pregonando Ortega con gritos y gestos de plazuela).
Repito que todo esto lo hallará Ud. En el libro, pero si quiere Ud. Algún otro detalle, dígamelo más específicamente.
Le abraza su amigo
León Felipe
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