Por: Hoy
El escenario pre electoral está impactado por un agudo vuelco de recursos y voluntades que colocan al Estado como contendor cerrado a banda, con actuaciones y discursos que con toda fuerza persiguen la continuidad de los ejercicios gubernamentales.
Un mayúsculo trabajo de equipo que ya confirma como innecesaria la participación personal y pública de quien se pretendía que buscara abiertamente la reelección. Da lo mismo atrás que en la espalda.
La parcialización del Gobierno para el que poco vale la frontera entre lo público y lo privado, acentúa la inferioridad de recursos de la oposición que tiene que batirse contra un oficialismo decidido a repetirse con otro rostro.
En la tradición dominicana eso siempre ha dado licencia para moverse reciamente entre bastidores para influir sobre los votantes con medios ilegítimos, con abundancia de medios y al margen de lo institucional de este complicado proceso.
Un exceso en adición a la inequidad de competencia generada por el gigantesco Estado mismo metido hasta el cuello en la contienda. He ahí el más probable origen de desasosiegos y de degradación del debate caracterizado por radicales diferencias en el ya fracturado peledeísmo, que por momentos parece a punto de pasar de los insultos a las vías de hechos que trastornarían el proceso con riesgo para una democracia que debe perfeccionarse con reglas de juego que dejen fuera los recursos del poder.
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