Cuando se quiere, se puede.
El conocido científico uruguayo Henry Engler Golovchenko, descendiente de rusos y alemanes, habló con el programa Telescopio de Sputnik sobre la influencia de la revolución de 1917 en su vida.
Engler fue en su juventud dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros de Uruguay (MLN-T) y estuvo 13 años preso como rehén de la dictadura que gobernó el país suramericano entre 1973 y 1985, junto con otros integrantes de la cúpula de la organización, entre ellos el ex presidente José Mujica. Con el retorno de la democracia se exilió en Suecia, donde estudió Medicina.
Con 70 años, es referente mundial en medicina nuclear vinculada a la neurociencia y la oncología, y ejerce como director del Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (Cudim), que fundó en 2007. Tres años antes fue uno de los candidatos al Premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre la enfermedad de Alzheimer.
Con Engler, conocido en su Paysandú natal como "el ruso chico", hablamos sobre la Revolución Rusa y los 100 años transcurridos.
— ¿Cuál es su origen?
— Vengo de familia rusa, mi abuelo y mi abuela vinieron de una zona de Ucrania pero eran rusos. Llegaron en 1913 con el resto de la familia, porque el presidente José Batlle y Ordoñez (1903-1907 y 1911-1915) les otorgó tierras en el departamento de Río Negro para que se establecieran. Ellos vinieron antes de que se instalara la Unión Soviética porque no los dejaban profesar una religión diferente a la ortodoxa, entonces no estaban con todo el proceso de la revolución.
— Eso por línea materna. ¿Y la paterna?
— Mi padre, que era alemán, después de la Primera Guerra Mundial se vinculó con el movimiento de Rosa de Luxemburgo y tuvo que escaparse de Alemania porque lo persiguieron. Se fue a Turquía y trabajaba para el Partido Comunista, pero lo deportaron a Sudamérica [en 1923, cuando el Estado Turco prohibió a la organización política]. Él quería irse a la Unión Soviética, pero le dijeron, 'bueno, necesitamos revolucionarios en Latinoamérica'. Entonces fue a Brasil a participar con el movimiento campesino de Prestes y después lo deportaron a Uruguay. Ahí conoció a mi madre, que estaba en la colonia rusa (San Javier, departamento de Río Negro) y de ahí viene mi origen.
— ¿Qué tan presente estuvo en su infancia la cultura rusa?
— A mí me interesaba el idioma para poder hablar en ruso con mis abuelos, y existía en Paysandú el Instituto Cultural Uruguayo Soviético. Entonces empecé a aprender ruso. Vino un muchacho de la Unión Soviética a establecerse en Uruguay, que era de raíces uruguayas, como maestro. Entonces, teniendo unos 10 años, iba todos los domingos. Me acuerdo de que las canciones que estaban en el libro tenían mucho que ver con la URSS. Era un libro en el que se aprendía de todo, pero había canciones que estaban bastante impregnadas de la construcción de la URSS. Y antes de ir a las clases había todos los domingos un programa de radio donde se pasaban música y comentarios sobre la Unión Soviética y canciones que estaban muy de moda. A mí me gustaban porque la mayor parte de ellas eran muy interesantes.
Eso se cortó porque el profesor de ruso se fue a San Javier a trabajar como albañil. Él estaba muy convencido de que era más obrero que intelectual. Mi abuela se quedó muy asombrada porque no podía entender ese cambio. Como mi abuelo era albañil, ella no lo veía como un oficio tan fantástico como para cambiarse de maestro a albañil, era medio inexplicable para ellos.
— ¿Se hablaba sobre la revolución y los cambios que impuso?
— Mis abuelos no estaban totalmente informados, pero nunca los escuché hacer comentarios negativos sobre la URSS. Sin embargo había una revista, Ogoniok, que mi abuelo recibía mensualmente desde la URSS con información sobre los koljoz (sistema soviético de explotación agrícola cooperativa). Después vino un período de películas de la URSS muy buenas. En Paysandú teníamos un cine club que periódicamente daba películas de diferentes países. Por ejemplo había una semana de cine francés, la semana del cine ruso, que era de muy buen nivel, y eran muy emocionantes las películas. 'Vuelan las Grullas' era una de las películas importantes que nos dejaron como estudiantes y jóvenes algo como mensaje.
— Qué mensajes…
— Transmitían mucho la heroicidad de la resistencia contra los nazis. Era todo muy relacionado con eso. 'El 41' ya más de la guerra civil entre los blancos y los rojos. También es muy intensa. Nosotros estábamos en un centro que se llamaba Centro Único de Estudiantes Sanduceros (de Paysandú) y se empezó a abrir la posibilidad —como teníamos contacto con el Instituto Uruguayo Soviético— de ir a estudiar a la URSS, porque la economía de mi casa no era la mejor del mundo. Uno podía ir a estudiar a la Universidad Patricio Lumumba en Moscú y yo me empecé a entusiasmar con esa idea. También mi hermano y varios muchachos vinculados a la colonia San Javier que se fueron para para allá. Sabíamos que iban estudiantes de todo el mundo, que no necesitaban pagar nada. Se les pagaba absolutamente todo, se les daba apartamento, lo cual para nosotros era un lujo descomunal.
Uno de ellos fue Vladimir Roslik (1) que fue a estudiar allá desde San Javier. Y formarse en la Unión Soviética le costó la vida.
— ¿Había otras razones además de la económica para sentirse atraídos por ir a estudiar a la URSS?
— Mi hermano y yo nunca fuimos comunistas, y sin embargo nos parecía que era un orgullo poder estudiar en la Patricio Lumumba. Era una univerisdad de un prestigio increíble, ir ahí era un mérito sin lugar a dudas. Podía estudiar Medicina que era mi interés, el de mi hermano y el de Roslik también, pero el concepto que teníamos era que la Unión Soviética estaba muy avanzada en la parte científica. De manera que la idea que teníamos era que había un desarrollo sumamente importante, que siempre había una especie de competencia con EEUU a ver quién se adelantaba más en los diferentes campos. Siempre la Unión Soviética y la Rusia anterior tuvieron fama de buenos químicos, físicos y en ese campo obviamente que hubo aportes innegables.
— Entre esos años fermentales y 1991 pasaron muchas cosas en su vida sin duda y en el mundo también. ¿Cómo recuerda el impacto que tuvo la disolución de la URSS?
— De pronto para muchos de los que habían estado en la Unión Soviética, cuando vinieron las reformas EEUU se empezó a transformar en una especie de ídolo y el consumismo explotó hacia niveles enormes. Yo estando ahí en Suecia, también en España, veía cómo los rusos invadieron para comprar apartamentos. Se creó una especie de casta muy rica, y luego una pobreza abismal del otro lado.
(1) Vladimir Roslik fue el último asesinado político de la dictadura uruguaya. Ocurrió en 1984 a causa de la tortura a la que fue sometido en un batallón militar. A diferencia de los hermanos Engler, Roslik sí concurrió a la Universidad Patricio Lumumba, y esa fue la base de las acusaciones en su contra acerca de que traficaba armas para los comunistas.
Comentarios
Publicar un comentario