La discapacidad espiritual

Esta discapacidad se acentúa en las personas sin altruismo social
Escrito por: José Miguel Gómez
Existen personas que por una condición médica, genética, infecciosa o traumática han presentado un trastorno en su desarrollo académico, motor, social, adaptativo o psicosocial que le impide poder realizar sus potencialidades, sus destrezas o adaptabilidad social, como otros seres humanos. Diríamos que es comprensible, pero no es excluyente, debido a  que las personas con discapacidad tienen derecho al acceso a las oportunidades, a una vida digna y decente; pero sobre todo a la felicidad y al bienestar social.
 Hoy siento la necesidad de hablar de una discapacidad más numerosa y menos identificada, me refiero a la discapacidad espiritual. Aquella que se va adquiriendo y practicando desde un proceso de deshumanización y de indiferencia a la condición humana, a la dignidad y respeto por los demás, que de forma proyectiva la enrostramos en los demás.
La discapacidad espiritual se va reforzando a través de una prótesis en el espíritu donde las personas dejan de vivir con pasión, con ilusión, con sentido de vida y sentido de utilidad, pero sobre todo, con ausencia de trascendencia. Más bien, se trata de un ser humano pragmático, predecible, que practica la vida según giran los acontecimientos; de ahí que relativiza sus valores, se niega a defender su principio y adapta los fundamentos de que la dignidad y la palabra son razones desechables. 
La discapacidad espiritual se acentúa en las personas sin altruismo social, en los analfabetos emocionales y en los que viven sin resaca moral. Sencillamente son personas sin una identidad que defender, sin sentido de pertenencia social, donde la dificultad del otro no es su dificultad. Cuando veo y siento a estos jóvenes exigiendo democracia, institucionalidad, cero corrupción, mayor equidad en la distribución de la riqueza, mejor educación, salud, seguridad ciudadanía etc., siento que aún existen personas sin prótesis en el espíritu, sin discapacidad espiritual, debido a que existen para algo o para alguien. Con urgencia necesitamos empoderar a ciudadanos insensibles, conservadores, apáticos e indiferentes ante las desigualdades sociales y ante la crisis moral y espiritual que se respira en el país. Solamente asumiendo el compromiso social, espiritual, se puede lograr el tan gritado proyecto de nación que lo ha impedido la patología social y la discapacidad espiritual. 
Confieso que la peor discapacidad es la espiritual. Aquella de vida miserable, la de existir sin pasión y sin orgullo, sin armonía entre lo interior y lo exterior; sin fe, sin la compasión y sin el propio reconocimiento digno de hacer lo correcto. En pocas palabras vivir sin dañar. ¡Qué miseria la discapacidad espiritual! Peor que la discapacidad académica, motor o genética. Debido a que existe una conciencia y una espiritualidad poco sintiente, alexitímica e intrascendente

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