Palma Sola



1) Procesión de palmasolistas. 2) Calvario de las tres cruces donde se realizaba el ritual de consagración. 3) Devotos ante la cruz del perdón. 4) Militares muestran instrumentos usados por los palmasolistas para imponer el orden. Coronel Caamaño Deñó

Roberto Cassá
Santo Domingo

El Archivo General de la Nación patrocinó recientemente la producción del documental “La misión de Palma Sola”, realizado por el profesor Aquiles Castro, en la actualidad encargado del Departamento de Referencias y en tiempos previos del programa de Historia Oral, que forma parte de las tareas de investigación y difusión que desarrolla la institución.

El filme recoge un momento importante de manifestación de la creencia religiosa iniciada por Olivorio Mateo en el valle de San Juan en 1908. Esta se transformó en un movimiento social a raíz de ser objeto de persecución por el gobierno de Ramón Cáceres y luego de la Infantería de Marina de Estados Unidos, los cuales la percibieron como atentatoria de los principios de la civilización y perturbadora de la estabilidad política. En 1922 el profeta fue acribillado en la Cordillera Central por un destacamento de la tropa auxiliar dominicana creada por el Gobierno Militar. El liborismo constituye uno de los capítulos más connotados de la historia social del siglo XX dominicano. Ya ha sido estudiado por profesionales, pero es mucho lo que todavía debe añadirse o aclararse. La doctrina incorporó, durante tres generaciones, a multitudes del Suroeste. En un trabajo que estoy concluyendo lo tipifico como un medio de resistencia a la modernización, por lo que se insertaba en una agenda cargada de significaciones.

A poco de llegar al poder, en febrero de 1930, Rafael L. Trujillo dispuso recrudecer el hostigamiento a los partidarios de Olivorio Mateo, con lo que la creencia quedó sujeta a proscripción. Empero, los fieles seguían esperando el retorno del iluminado, en concordancia con el mensaje que había dejado de que estaba comisionado por Dios para la misión de implantar su reino en la tierra. Esta expectativa es la que explica que tan pronto desapareciese el régimen de Trujillo se conociese una recomposición del liborismo y que la aldea de Palma Sola se constituyera en su núcleo. 

Como director general del AGN, quiero destacar que este documental representa un aporte al conocimiento del pasado del ayer reciente, a tono con el propósito que ha pautado el organismo desde hace años: no limitarse a ser un repositorio pasivo de materiales documentales, sino contribuir al desarrollo de la conciencia histórica mediante la acción cultural.

Pero aunque patrocinado por la institución, “La misión de Palma Sola” es obra de Aquiles Castro, por lo que cualquier posición que contenga es de su autoría personal. En realidad, el Archivo General de la Nación no tiene la potestad de fijar criterios acerca de hechos históricos. En los últimos ocho años, por ejemplo, ha publicado más de 200 libros, y en ninguno de ellos hay conceptos institucionales relativos al devenir nacional o cualquier materia conexa. La misión del Archivo radica en preservar el legado documental, organizarlo, describirlo y ponerlo al acceso de la comunidad, para lo cual desarrolla programas de difusión, como exposiciones, conferencias, mesas redondas, edición de fuentes, preparación de materiales educativos y otros. La visión que nos pauta es educativa, dirigida a la promoción de la historia nacional, a las luchas por la autonomía. 

Como investigador, tengo que ponderar el enorme mérito de la labor de Aquiles Castro en la realización del documental. Su aporte más importante radica en haber ofrecido voz a quienes normalmente no la tienen, en este caso los campesinos que participaron en esta movilización. Aquiles no toma posición en torno a las versiones que recoge, sino que se centró en el propósito de que estas personas humildes expresaran sus pareceres acerca de la tragedia que les tocó vivir.

Es bien conocido, y el documental de Aquiles Castro lo retoma, como es de rigor, que el capítulo del liborismo desarrollado a lo largo de 1962 alrededor de Palma Sola fue ahogado en sangre el 28 de diciembre de ese año. Acaso por ello, a diferencia de otros importantes capítulos del liborismo, empezando por la propia obra de Olivorio Mateo, lo acontecido en Palma Sola se ha rodeado de suposiciones que lo conectan con la política de entonces.

En tal sentido, debo referirme a algunas consideraciones que se externaron al estrenar la película en el salón de actos del AGN, y aclarar que, por motivos de delicadeza, en tanto que principal funcionario de la institución, decidí no intervenir, pese a no compartir algunas de las posiciones allí enunciadas.

Me refiero en especial a la afirmación, expresada por un descendiente de protagonistas, de que el autor de la muerte del general Miguel Rodríguez Reyes fue el capitán Alejandro Deñó Suero, tío del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Esta aseveración fue apoyada por una investigadora con méritos sobrados acerca del conocimiento de Palma Sola, lo que realza más la gravedad de la inculpación. Quienes conocimos a Alejandro Deñó (Chibú) sabemos que cualquier actuación que hubiera hecho en aquellos días habría sido por indicación directa de su sobrino y superior. De manera que se plantea un problema de indudable trascendencia, puesto que involucra a un prócer de nuestros anales, como es el coronel Caamaño, héroe de la gesta más sobresaliente de las luchas del pueblo dominicano.

Se ha supuesto que la muerte del general Rodríguez Reyes obedeció a un plan de la derecha gobernante, con el fin de preparar la perpetración de un golpe de Estado, habida cuenta de que él estaba escogido para ocupar la cartera de las Fuerzas Armadas en el gobierno de Juan Bosch, quien había ganado las elecciones una semana antes.

Aclaro que si se comprobara que Caamaño estuvo detrás de una conspiración, como se ha sostenido, tendente a asesinar al general Rodríguez Reyes, habría que admitirlo aunque implicara revisar su estatuto glorioso. 

En tal caso, participaría en una trama criminal que lo descalificaría como prócer. Es suficientemente conocido por los escritos de Claudio Caamaño Grullón y Hamlet Hermann que en esos días Caamaño dirigía el principal cuerpo policial para reprimir movilizaciones populares. Entonces él creía en el sistema de la democracia representativa, por lo que no era ni remotamente el revolucionario marxista que se hizo tras su protagonismo en 1965. Era capaz, por temperamento y personalidad, de adoptar actitudes arbitrarias y hasta abusadoras. Ahora bien, esto es muy distinto a perpetrar un asesinato, como se desprende de las versiones de algunos palmasolistas. En tal sentido, no procede la caracterización hecha por un investigador participante, en el sentido de que Caamaño era entonces otra cosa.

Por las indagaciones que he realizado sobre el tema desde hace años, y al margen de cualquier consideración respecto al héroe revolucionario, estoy firmemente convencido de que Chibú Deñó no fue el autor de la muerte del general Rodríguez Reyes. Militares como el entonces mayor Rafael Guillermo Guzmán Acosta, han expuesto de manera verosímil que, en el momento en que fue ultimado el general, Deñó Suero se encontraba en las filas policiales que todavía no habían penetrado a la aldea. La atribución de responsabilidad a Caamaño y a su tío se caracteriza por marcadas inconsistencias.

Lo que sucedió el espantoso 28 de diciembre de 1962 alrededor de la muerte del general y de un elevado número de campesinos liboristas es algo que todavía nadie ha podido reproducir de manera coherente en todos sus aspectos. Las interpretaciones de los presentes se caracterizan por no coincidir en casi ninguna materia. Esto se puede comprobar en las decenas de entrevistas, disponibles para el público, que se encuentran en el AGN.

Queda mucho por establecer acerca de lo acontecido. Es posible que nunca se logre armar un cuadro completo, por razones a ser discutidas. Ahora bien, estoy obligado a rechazar la insinuación formulada por uno de los descendientes de los palmasolitas en el acto de lanzamiento del documental, de que se oculta deliberadamente información. Eso es absurdo en lo que respecta al Archivo General de la Nación. Tal actitud pudo ser cierta, al menos en parte, en los tiempos inmediatamente ulteriores a la matanza, cuyos alcances las autoridades quisieron minimizar. Empero, como investigador, no tengo constancia de que tal actitud haya pautado la práctica de cualquier organismo del Estado. Donde quiera que han aparecido documentos no se han presentado dificultades para su consulta. Me consta que han tenido reticencias para hablar solamente algunos agentes policiales que tomaron parte en el tiroteo que conllevó a las muertes.

Un tema tan espinoso como el número de caídos del 28 de diciembre, a diferencia de otros, sí puede ser abordado con las fuentes disponibles, en especial las producidas en el área de Historia Oral del AGN. Queda fuera de duda que una cifra oficial del Consejo de Estado, de 42, subestima gravemente la realidad. Pero del lado de algunos de los testimoniantes palmasolistas se sobrestima el número real en una medida mucho mayor, cuando hablan de 800, 1,000 e incluso 1,300. Las entrevistas a personas que participaron en el enterramiento de las víctimas, realizadas por Aquiles Castro, en muchas de las cuales yo estuve presente, permiten llegar a la conclusión de que en ningún caso los muertos pasaron de 200. Mi punto de vista es que la cifra aceptable oscila entre 100 y 150. En su momento, desarrollaré los argumentos al respecto, sustentados en las entrevistas aludidas.

Un aspecto distinto es determinar por qué los agentes policiales y, eventualmente, los militares, protagonizaron esa masacre. Creo que no se trató de una operación planificada, sino que formó parte de una sucesión desgraciada de eventos derivados de la decisión gubernamental de que ese mismo día debía concluir la existencia del caserío de Palma Sola y de la resistencia mostrada por algunos seguidores. 

Pero la demostración de esta hipótesis, como la de cualquier otra, requerirá apoyarse en la crítica de los testimonios disponibles, así como de las crónicas periodísticas de entonces y otros documentos. Una reconstrucción adecuada de lo sucedido choca con obstáculos, como el elevado número de personas presentes en un radio territorial bastante amplio, los hechos protagonizados en puntos diferentes, las diversidades de versiones entre todo tipo de participantes, el que aparentemente no se hiciera una autopsia al general Rodríguez Reyes y el que nadie se plantease en el momento formar un cuadro exhaustivo de lo que venía de producirse.

De todas maneras, no puede soslayarse el hecho de que algunos agentes protagonizaron una matanza sin relación con lo que se hubiera requerido para asegurar el desalojo de los fieles, aunque se hubieran opuesto, dado el hecho de que no estaban armados.

Escapa a las atribuciones del AGN y a las intenciones del realizador de la fílmica, Aquiles Castro, llegar a conclusiones. Con la multitud de fuentes recopiladas, los investigadores, los mismos participantes y todos los interesados tienen la palabra.

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