sábado, 8 de febrero de 2014

Partido e institucionalidad


Es cierto que lo que ocurrió la noche del pasado miércoles no es más que el fruto de la pugna por el liderazgo en esa organización, pero no por ello deja de marcar un precedente funesto para el liderazgo en los partidos en general, y para el PLD en particular.

En cualquier partido que quiera convertirse en una entidad moderna se deben respetar los méritos de los dirigentes que se han ganado los galones en el trabajo político. Los afectos personales, convertidos en lealtad política, no pueden pesar más a los fines de la institucionalidad partidaria, que el liderazgo ganado en las trincheras del servicio al partido.

Por eso, se ha aplaudido la elección de un Radhamés Jiménez, que aunque todos conocen su lealtad a un líder, nadie puede negar su entrega al partido, y por eso también nadie puede explicar por qué se quedan fuera una Ligia Amada Melo, y un Francisco Domínguez Brito.

La votación para los nuevos miembros del Comité Político demostró cuán contaminado se encuentra el partido morado, y cómo late en su interior una división que mientras esté en el poder no saldrá a la luz pública, pero que podría reflejarse inmediatamente se vea desalojado del Palacio.

En este momento, al PLD lo une la chequera del Estado, no la ideología ni el interés de salvar institucionalmente al partido. Y eso es lo lamentable.

atejada@diariolibre.com

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