Eterna amistad: Bosch y Fidel (III)


Por: Diómedes Núñez Polanco

e-mail: diomedesnp@gmail.com

-III-
Cuando Fidel Castro le pidió a Juan Bosch, en La Habana, a principios de 1948, cartas de presentación para amigos suyos de América Latina, en víspera de la celebración en Bogotá, Colombia, del Congreso Latinoamericano de Estudiantes, que él organizaba, el líder dominicano solo le entregó correspondencias para su primer país de destino: Venezuela, como se explicó en el artículo anterior.
La observación de Bosch sobre los riesgos de dirigir más cartas a otros dirigentes de países distintos, se basaba en la agitada situación política en que se hallaba el Continente. Precisamente, el congreso estudiantil se organizó como respuesta a la celebración en Bogotá de la IX Conferencia Panamericana, donde se adoptó la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), convocada por el gobierno de los Estados Unidos. A ese evento asistirían los cancilleres latinoamericanos, entre ellos representantes de las dictaduras.
En efecto, la aprensión de Bosch se hizo realidad. El mismo Fidel lo cuenta:
“Por aquellos días fui arrestado porque en medio de la preparación de nuestro evento -imprudencia nuestra- se nos ocurrió repartir unas proclamas en las que poníamos todas las causas de nuestra lucha (…) Era casi una proclama bolivariana lo que preparamos.(…) Lanzamos el manifiesto desde el último piso del teatro Colón, donde tenía lugar un acto solemne en honor de todos los cancilleres, con la presencia del presidente de la República,(…). Tiramos las proclamas creyendo que era lo que teníamos que hacer, sin darnos cuenta de que se trataba de una tontería”. (Blanco Castiñeira, Katiuska, Fidel Castro Ruz, guerrillero del tiempo. – Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana-. (…) pp. 444-445).
Ofrece detalles de su apresamiento:
“Volvimos al hotel, y poco tiempo después nos detuvieron, la policía nos venía siguiendo, a (Rafael) Del Pino y a mí. Nos llevaron a una callejuela con pocas luces, unas instalaciones policíacas denominadas las Oficinas del Detectivismo. Debe haber sido algo así como un cuerpo represivo de vigilancia para descubrir actividades comunistas. (…)”. (Ibidem., p. 445). Fueron interrogados, los policías recibieron las explicaciones sobre el congreso estudiantil y, luego de registrar la habitación del hotel, donde solo encontraron el programa de las actividades, los pusieron en libertad. Eso sí, no dejaron de chequear sus movimientos en la ciudad.
Después se producirían los sucesos del Bogotazo, tras ser asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. En su agenda figuran encuentros para la tarde de ese día, con Fidel Castro y Rómulo Betancourt. Era el líder del Partido Liberal, de gran carisma y contaba con gran popularidad en todo el país. Con su muerte se produjo una gigantesca poblada, una espontánea revuelta en toda la nación.
Fidel explica el contexto en que se organizó el evento estudiantil:
“(…) Fue en el período de la Guerra Fría, y estaba metido en camisa de once varas: luchaba por la democracia de Santo Domingo, la independencia de Puerto Rico, la devolución de las Malvinas, la desaparición de las colonias y por la devolución del Canal de Panamá.
“Desde época tan temprana como en los primeros años, cuando apenas tenía dos años y medio en la Universidad, hice el intento de organizar a los estudiantes latinoamericanos y hasta elaboré la idea.” (Ibid., pp.431-432).
Más adelante explica:
“Entonces, tracé un plan. Reunimos un poco de recursos, muy pocos; ni recuerdo cómo conseguí los fondos, si pedí algo en mi casa, los pasajes no eran muy caros. (…) Planifiqué ir a Colombia, hablar con los estudiantes, solicitar apoyo, era muy importante. Mientras tanto ampliábamos relaciones con otros estudiantes”. (Ibid.,p. 433).
Y luego confiesa la imprudencia que cometió, no sólo en pasar por Santo Domingo después de lo de Cayo Confites, sino por bajar, en el aeropuerto dominicano, de la aeronave que lo transportaba rumbo a Venezuela:
“(…) No habían transcurrido cinco meses de las expedición de Cayo Confites contra Trujillo y yo me monté en un avión -de aquellos aviones DC-3 con dos motores-, que hacía escala en Santo Domingo y fue haciendo escala en todas las islas del Caribe. (…) El hecho es que el avión arrancó de La Habana y aterrizó en Santo Domingo, en Ciudad Trujillo”.(Ibid.,p. 434).
Fue un error apearse del avión en Santo Domingo. Fue detectado por personeros del régimen, pero cuando se percataron de la situación el avión ya había levantado vuelo. “Ahora me pregunto: ¿Qué hacía yo aterrizando en Santo Domingo, y en vez de quedarme en el avión allí calladito, cómo es que me dispongo primero a bajarme y luego entablar conversación?”, declararía años después. ( Ibidem., p. 434).

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