Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez

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En ocasión de la partida definitiva de Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, escritor comprometido con la palabra, la imaginación y la sociedad, se ha destacado su relación con la República Dominicana y con Juan Bosch, a quien llamaba maestro. Como homenaje a su memoria de genio universal de la literatura y defensor de las causas nobles de la Humanidad, publicamos un breve fragmento de lo que fue nuestra tesis de licenciatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, junto con el hermano Aristófanes Urbáez: Cultura y sociedad en la obra de García Márquez (1984). Corresponde al capítulo IV, titulado Lo religioso:
Lo religioso es una constante en la obra de Gabriel García Márquez, y en Crónica de muerte anunciada, que es una especie de síntesis de su producción literaria, ese tema transita por el libro como circula la sangre por el cuerpo humano.
La historia de América Latina no puede ser escrita sin el capítulo de la religión, tanto la que llegó en la empuñadura de la espada y el arcabuz de los descubridores y conquistadores, como la que vendría con los esclavos de África y de otros continentes que fueron transportados a estas tierras para ser utilizados en los salvajes trabajos de las minas y las plantaciones que organizaron las oligarquías esclavistas de los tiempos de la Colonia.
A toda la creencia mágico-religiosa de los aborígenes del Nuevo Mundo se sumó la que llegó con los españoles en 1492. Hacía su entrada triunfal la Cruz con el apoyo de la Espada, lo que equivale a decir que una vez instalados los europeos en nuestros territorios empezó la cruzada de violencia que se mantiene todavía. Y con razón, el autor de Cien años de soledad señala en alguna parte de su monumental obra que José Arcadio Buendía, simbolizando en ese momento a los pueblos latinoamericanos, “era nieto de santo e hijo de reina y de cuatrero”.
Manuel de Cabral lo diría en verso:
“Mas como queriendo defender él su gallo,
apenas se apeó del caballo,
rezó un poco, pero… pero siempre de pillo, cuando en una mano lleva el Cristo, lleva en la otra el cuchillo”.
Graciela Maturo explica la presencia de lo religioso en la obra garcíamarquiana:
“Los sucesos míticos, los símbolos, las imágenes de García Márquez se asocian de modo indisoluble al mundo simbólico cristiano y, a través de él al amplio contexto religioso cultural de que éste se nutre: helénico, judaico, babilónico, indio, egipcio, y luego árabe y germánico”.
Y esa es la realidad mágico-religiosa del mundo garcíamarquiano, que es la de cualesquiera de los países latinoamericanos.
Además de la presencia en la novela de representaciones religiosas específicas, como la del obispo, el párroco Carmen Amador, la iglesia y el colegio de monjas, la mayoría de los nombres propios del texto tienen connotación religiosa. Veamos algunos ejemplos:
Santiago Nasar: Remite a Santiago Apóstol, que de acuerdo a la tradición tomaba parte en las batallas de cristianos contra moros o árabes en la lucha que por casi ocho siglos mantuvo el pueblo español. De Santiago Apóstol se decía que cortaba cabezas de moros como cualquier guerrero.
Aunque, ¡paradoja de la vida y la literatura! el Santiago de la novela tiene sus ancestros en los moros que combatió el Santiago Apóstol en la guerra de la Reconquista española.
La familia Vicario: Es notoria la carga de religiosidad de Vicario. De las numerosas acepciones que ofrece el diccionario de la Real Academia Española sobre ese término, citamos una de ellas:
“Vicario apostólico. Dignidad eclesiástica designada por la Santa Sede para regir con jurisdicción ordinaria las cristiandades en territorios donde aún no está introducida la jerarquía eclesiástica. Suelen ser obispos titulares”.
Entre otras acepciones, la más conocida de Vicario es la referida a Vicario de Jesucristo: “Uno de los títulos del Sumo Pontífice, como quien tiene las veces de Cristo en la tierra”.
Hasta ahora se ha aludido solamente el apellido Vicario con su connotación religiosa, pero se observan también los nombres de algunos integrantes de la familia Vicario: Angela, don Poncio Vicario, Pura, Pedro, Pablo, Cristo Bedoya, capitán Lázaro Aponte, Dionisio Iguarán, Divina Flor, Escolástica Cisneros, Magdalena Oliver, Bayardo San Román y El Divino Rostro.
La transición que en términos socio-económicos simboliza Crónica de una muerte anunciada, también se verifica en el fenómeno religioso: es el telón de fondo de toda la obra. Es posible que eso se deba a que la religión es el factor ideológico más profundamente digerido en la mentalidad de los habitantes de las sociedades social y económicamente poco desarrolladas.
Pero la religión en la pluma de García Márquez es una realidad tan compleja y aleccionadora que cuando parece exaltar más sus valores se trata, en la mayoría de los casos, de un uso magistral de la ironía y la paradoja. (Continuará).

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