jueves, 19 de junio de 2014

Esta revolución sorprendió a la iglesia


La Habana (PL) Cuando tenía quince años pensó que seria sacerdote. Esa temprana vocación religiosa se desvaneció al tener su primer enamoramiento. Juan Emilio Fríguls Ferrer, a lo largo de su vida, se ha mantenido firme a su fe católica y a su profesión periodística.En sus años mozos fue dirigente de la Juventud de Acción Católica Cubana y llegó ser su representante en la antigua provincia de Las Villas.

Es miembro del Consejo Ecuménico y durante varios años estuvo al frente de su Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en América Latina.

Desde junio de 1947 fue uno de los comentaristas más importantes de asuntos religiosos en el Diario de la Marina, el periódico más reaccionario que ha existido en la historia de Cuba, hasta el cierre de dicha publicación. Fue decano del Colegio Provincial de Periodistas de La Habana y más tarde del Colegio Nacional.

También trabajó en la emisora Unión Radio y en el periódico El Mundo. Actualmente se ocupa en Radio Reloj de los asuntos culturales y diplomáticos. En 1981 fue elegido Trabajador Vanguardia Nacional. Fue corresponsal en Cuba de la National Catholic Welfare de Washington, antecedente de la actual ZENIT del Vaticano 

Ha viajado a diferentes países: Brasil, Colombia, México, El Salvador, Chile, Mongolia, Unión Soviética, Estados Unidos, España, Italia y otros. . El papa Pío XII le otorgó la orden Pro Eclesia et Pontífice, una de las condecoraciones más importantes que concede el Vaticano.

Conoció personalmente a Pío XII y al cardenal Montini, quien después seria Paulo VI.

Es del criterio de que tanto la perdida de la fe como comenzar a sentirla son momento cruciales en la vida del ser humano.

No oculta sus buenas relaciones con la cúpula de la Iglesia. Estima que cada obispo tiene su propia personalidad; que por su sentido pastoral unos se destacan más que otros.

Está convencido de que Cuba no ha sabido explicar al exterior los conceptos reales que hermanan al Evangelio y la Revolución.

Piensa que no está lejano el día en que se produzca una asociación de progreso, de trabajo entre creyentes y no creyentes. Precisó que eso lo expone admirablemente Fidel en la entrevista que concedió a Frei Betto.

En 1996 le fue entregado el Premio Nacional de Periodismo José Martí. Entonces nuestro colega José Alejandro Rodríguez, lo denominó Â"un evangelio de la noticia (...), alguien a quien jamás me atrevería a tutear (...), uno de esos pocos periodistas que han recorrido todo el espectro de la comunicación en medios y géneros, para desembocar definitivamente en el laborioso Radio RelojÂ".

Sobre el llamado Â"palo periodísticoÂ", decía que Â"la gran noticia le cae al lado al periodista como un rayo, y si es un mal reportero, ni se entera. Si es del montón, solo hace de eso algo intrascendente. Y si es bueno, "da el palo"Â".

Ivet González Lemes, profesora de la Facultad de Comunicación de la 

Universidad de La Habana, lo describe: 

"Ahora, cuando mantiene el mismo espíritu, pero su cabello ha encanecido, puedo hacerle una entrevista al único periodista cubano con 60 años de vida profesional. Nos conocimos por teléfono, y su voz me anunció a un hombre gentil, de fácil conversación. Yo escuchaba sus pasos suaves y cansados antes de levantar el auricular de la mesa y hablarme, en un español impecable, colmado de su diplomacia infinita.

"La prueba de fuego comienza justo cuando cruzo el umbral de la emisora Radio Reloj y una figura alta me espera con un inusual: "Adelante, las damas primero", que descubre su categoría de caballero.

"Su extrema delgadez acentúa más su tamaño, sin hacerlo parecer inaccesible por la jovialidad de su actitud. Las manos de Fríguls reflejan la delicadeza del oficio de la pluma, con sus finos y sedosos dedos. Mientras habla reproduce la costumbre tan cubana de gesticular, siempre desde su alta cultura e intachable educación. Su presencia lo define como una persona meticulosa, pendiente de cada detalle que pueda afectar su imagen persuasiva".

Conversar con Fríguls es recibir una clase magistral de Periodismo. Con él se aprende lo que enseña el aula, pero sobre todo lo que dicta la vida. Â"El periodista es el que tiene que oír y ver lo que muchos generalmente ni ven ni oyen, e informarlo con veracidad y honor, en bien de los semejantesÂ", decía.

Es del criterio que un periodista que no lee es como un hombre afectado de cataratas. Ve sólo a medias.

Juan Emilio Fríguls es un hombre que expresa lo que piensa. Jamás ha ocultado su fe católica y sus simpatías por la Revolución. Es un hombre de respeto porque ha sabido respetarse siempre a sí mismo. Es un caballero del periodismo.

LB: ¿Cuál es su lugar de nacimiento? 

JEF: La Habana, en un tiempo bastante lejano, el 3 de agosto de 1919.

LB: ¿En qué colegio estudió? 

JEF: En los Hermanos Maristas de la Víbora, un colegio de religiosos franceses. Al regresar de un viaje de seis meses por Europa, me matricularon en las Escuelas Pías de La Habana, de sacerdotes, en su mayoría de origen catalán. Ahí estuve hasta 1939 en que terminé el bachillerato. Durante mi juventud me atraía la carrera de sacerdote pero después deseche la idea.

LB: ¿Qué hacían sus padres? 

JEF: Pertenecían a la clase media elevada. Papá fue gerente de dos de los almacenes textiles más importantes que había en La Habana. Mamá era ama de casa.

Mi padre, de origen catalán, había venido de España a los 15 años huyendo de la mli (servicio militar) y mi madre era de Guanabacoa, de ascendencia catalana, de Mataró. Me crié dentro de un ambiente de familia cristiana.

LB: ¿Hasta cuándo estuvo su padre al frente de los almacenes? 

JEF: Hasta que se lo intervinieron en los primeros años de la década de 1960. Entonces se retiró.

Pero hay un hecho que no quiero dejar de contarte. Uno de aquellos almacenes se encontraba en la calle Aguacate, muy cerca de nuestro hogar.

Mi padre pasaba constantemente por allí y veía que el negocio andaba mal. Un día se le presentó al administrador y le dijo que él se aburría en la casa, que con su experiencia podría ayudarlos a marchar mejor.

El administrador, que era un hombre inteligente, le aceptó la proposición. Así mi padre estuvo trabajando en su antiguo negocio hasta su fallecimiento, en 1965. Al morir había recibido tres certificados de trabajador de vanguardia.

LB: ¿En qué momento le atrae el periodismo? 

JEF: Siempre me gustó el periodismo. En el bachillerato ganaba premios de composición a la vez que me suspendían en Geometría, Trigonometría y Física.

En 1943 se abrió la Escuela de Periodismo "Manuel Márquez Sterling". Me presenté a oposición y logro ingresar. Soy el primer expediente del grupo de los bachilleres.

LB: ¿Necesitó algún apoyo? 

JEF: Tuve que llevar dos recomendaciones.

LB: ¿Quiénes se la dieron? 

JEF:Pepín Rivero, director del Diario de la Marina, y monseñor Eduardo Martínez Dalmau, obispo de Cienfuegos. Me gradúo en junio de 1947. Fui uno de los tres primeros expedientes.

LB: ¿Cuándo comenzó a publicar en la prensa? 

JEF: Antes de graduarme. Opté por una plaza en el periódico Información. Recuerdo que su director, Santiago Claret, me hizo redactar tres notas sobre un mismo tema religioso.

Claret me preguntó cuál de las tres quería que se publicara al día siguiente. Me explicó que él lo que buscaba era ver hasta donde tenia capacidad de manejar un asunto con diferentes variantes. El 14 de febrero de 1945, "Día de los Enamorados", salió por primera vez mi firma en un periódico.

De aquella época nunca he olvidado la recomendación que me hizo Bernardo Jiménez Perdomo, Llillo, excelente periodista y profesor de la Escuela de Periodismo: "Un buen periodista no es aquel que solamente tiene y domina la técnica, sino también que se especializa en algún tema".

LB: ¿Cómo llegó al Diario de la Marina? 

JEF: Este era un periódico conservador muy unido a la Iglesia, y se empezaron a sentir los comentarios religiosos que publicaba en Información.

Un buen día me mandó a buscar Gastón Baquero, jefe de Redacción del Diario de la Marina, y me pidió que pasara a trabajar con ellos. Le respondí que no compartía la ideología del periódico, y mucho menos para trabajar en una cuestión de que por sí tenía un tamiz conservador, como son las relaciones con la Iglesia.

Entonces empezaron las presiones de elementos ligados a la Iglesia para que pasara a trabajar al Diario de la Marina. Varios amigos me advirtieron que no me seria fácil prosperar en el periodismo si esa gente me enfilaba los cañones.

Consulté con el obispo Martínez Dalmau, con cual tenia relaciones muy estrechas. Me sugirió que pusiera condiciones difíciles para que no me aceptaran y de esta forma ya quedaba bien.

Me llené de valor. Fui a hablar con Baquero, le planteé tres condiciones: que se publicara mi nombramiento en el diario con una foto mía, un buen salario y la posibilidad de escribir con libertad sobre la Iglesia.

A los tres días me llamó Baquero y me dijo que le llevara mi fotografía, que me pagarían 32 pesos a la semana, el cual en aquella época era mucho, y que tendría libertad de acción siempre y cuando no escribiera nada que pudiera traer problemas con la jerarquía eclesiástica. Así es como el 25 de julio de 1947 ingreso en el Diario de la Marina.

Ahí trabajé hasta el cierre del periódico, el 11 de mayo de 1960. Ya por esta fecha se producían los primeros encontronazos de la Revolución con la Iglesia.

LB: Mejor decir de la jerarquía eclesiástica con la Revolución.

JEF: Tienes razón.

LB: ¿Cuál fue la causa de esos choques? 

JEF: La Revolución es un fenómeno que no solo sorprendió a la Iglesia, sino prácticamente al mundo entero. Recuerdo a los nuncios y también a los embajadores anteriores al 1 de enero de 1959. ¿Quiénes eran? Pues eran diplomáticos que necesitaban una cura de descanso.

Venían a Cuba, que era una nación que no tenia ningún tipo de problema internacional, a tres cuartos de hora de Miami, adonde iban a pasar los fines de semana. Necesitaban cambio de clima, porque el trópico es muy bueno. Entonces, decidían mandarlos para La Habana.

Por ejemplo, monseñor Luis Centoz, el último Nuncio antes del triunfo de la Revolución y quien después siguió algunos años más, cuando lo mandaron para Cuba estaba por encima de los 80 años.

No lo enviaron para que solucionara problemas entre la Iglesia y el Estado, sino que necesitaba un clima tropical y consideraron que este era el mejor lugar.

El asunto fue que, además del clima tropical, se encontró de buenas a primeras con que aquí había una Revolución.

Recuerdo que uno iba a ver a Centoz y no le podía plantear ningún problema o dudas porque se echaba a llorar.

Las cosas han cambiado. Ahora, el Vaticano no te manda un representante diplomático que necesite sol. Te designan un Nuncio que esté bien preparado, con conocimientos de política, sociología y consciente de que va a enfrentarse no solo con un gobierno socialista, sino también con un episcopado que junto a los problemas pastorales y espirituales de la grey debe afrontar cuestiones políticas, éticas con los gobernantes del país.

LB: ¿La cúpula de la iglesia católica en Cuba asumió un papel hostil? 

JEF: La cúpula de la Iglesia y la no cúpula, como seres humanos, han tenido sus defectos, sus fallos, sus sombras y sus luces.

Tenemos que partir de una base. Te pones a estudiar el desarrollo entre la Iglesia y el Estado revolucionario a partir del 1 de enero de 1959 y te encuentras con ese gran problema que ya te mencioné: la Iglesia no esperaba los acontecimientos que llegaron. Esta Revolución sorprendió a la Iglesia.

En primer lugar, tuvimos que una mente brillante, de gran humanía, de gran talento, que era el cardenal Manuel Arteaga, cuando triunfa la Revolución está completamente enfermo, con una arteriosclerosis tan avanzada que no era nada más, con todo respeto, que un muñeco que manejaban de un lugar a otro.

Así lo metieron en la embajada Argentina cuando la invasión por Playa Girón, y así trataron de hacer de él, un vocero de la contrarrevolución dentro del ámbito religioso. Además, no podemos olvidar que la generalidad del clero dirigente en La Habana estaba integrado por sacerdotes españoles y muchos de ellos todavía se encontraban influidos por la guerra civil ocurrida en ese país.

Eso hizo que, unido al vocero que tenían dentro de la prensa -Diario de la Marina - se presentaba aquella situación con un matiz que no era esencialmente el que sentía el religioso cubano.

Fueron años muy difíciles, pero que, gracias a Dios, ya han sido superados. Quedan problemas por resolver, pero ya no existe la hostilidad de los primeros años.

LB: ¿Qué ayudó a superar esa situación? 

JEF: La designación que hizo el Vaticano de monseñor Cesare Zacchi como su representante en Cuba.

LB: ¿Que le llevó a esa conclusión? 

JEF: Fue el hombre que vino a nuestro país con un sentido pastoral muy brillante, muy certero. Una de las primeras cosa que realizó fue acercarnos a los resultados del Concilio Vaticano Segundo. El Concilio llegó tarde a Cuba.

Zacchi limó las asperezas que existían con las autoridades gubernamentales. Hizo amistad a todos los niveles. Desempeñó un papel muy positivo en el mejoramiento de las relaciones Iglesia-Estado.

Muchos malos católicos trataron de hacerle la vida imposible. Lo llamaban el "Nuncio rojo". Pero él siguió adelante y el buen resultado de su trabajo lo estamos viendo hoy en día. Ni católicos ni marxistas lo podremos olvidar.

LB:¿Cómo valora el papel desempeñado por Evelio Díaz? 

JEF: Monseñor Evelio Díaz fue un obispo que trató por todos los medios de solucionar las diferencias ente la Iglesia y el Estado. Lo criticaron duramente y hasta le quitaron el saludo por una cosa sencilla: en una cena martiana ocupó un lugar al lado de Fidel.

LB: ¿Qué opinión tiene de Francisco Oves? 

JEF: La mejor. Monseñor Francisco Oves Fernández, quien fue Arzobispo de La Habana y presidente de la Conferencia Episcopal, entró en contradicción con la Iglesia local al tratar de llevar adelante un proceso acorde con aquellas grandes proyecciones de la Revolución.

Le hicieron la vida imposible. Finalmente fue trasladado a una parroquia en San Antonio, Texas, donde falleció hace algunos años.

LB: ¿Qué le llevó a ser católico? 

JEF: Un sentido de fe, un proceso natural. Cuando leía los Evangelios, la historia de Cristo, me sentía que si hubiese vivido en aquella época hubiese sido su discípulo. Considero que la fe, la religión, es la base de la moral. Y la moral es uno de los problemas que más tiene que preocupar a una Revolución.

LB: ¿Cuál es su concepto sobre la moral? 

JEF: La moral tiene que ver con todo. La moral tiene que ver con la crisis del divorcio, de falta de respeto, de educación y, sobre todo, del desconocimiento de los verdaderos valores de la Revolución.

La Revolución no es solamente la parte heroica que puede haber tenido o tiene frente al imperialismo. El verdadero valor de la Revolución está en su propia esencia. El imperialismo nos está afectando, pero la esencia de la Revolución es tan valiosa con imperialismo o sin él. Eso no sé explica como es debido. Te lo digo con toda honestidad. La imagen de la Revolución no se presenta en el exterior realmente como es. Hay que salirse de los esquemas. En ocasiones, hay funcionarios cubanos que no lo hacen con inteligencia y el entusiasmo necesarios.

Hay una esencia valiosísima de lo que es la Revolución que hay que inculcarles a las nuevas generaciones. Hay jóvenes que quieren todo para sí, que creen que se lo merecen todo sin necesidad de pasar ningún tipo de sacrificios.

LB: ¿Es católico practicante? 

JEF: Todos los domingos voy a misa. Rezo diariamente. El problema del cristiano no es solamente la acción externa de ir a misa. Conozco a gente que en otros tiempos, también ahora, van y comulgan, se dan golpes de pecho, pero no representan nada. Son personas que, como dice el Evangelio, están a miles de millas de lo que es la cristiandad.

LB: ¿Que es lo más importante en un cristiano? 

LB: Esencialmente su vida espiritual interior. Donde quiera que me encuentre rezo cada noche la plegaria de la Corona de las Doce Estrellas a la Virgen. Cada vez que conozco que hay un amigo enfermo rezo por su mejoría, al igual que por aquellos moribundos que van a morir en muerte impenitente.

Yo cumplo como un cristiano más. Eso no significa que mi confesión y mi comunión sean perfectas.

LB: ¿Alguien le ayudó a comprender el proceso revolucionario? 

JEF: Sí, un sacerdote.

LB: ¿Cómo se llama? 

JEF: El padre Hilario Chaurrondo. Pertenecía a la Orden de los Paúles y radicaba en la Iglesia de la Merced, en La Habana. Era de origen vasco navarro. En 1975, ya anciano y enfermo, se fue de Cuba para morirse en España.

LB: También fue periodista.

JEF: Un gran periodista. Dirigió publicaciones. Tenía una posición muy amplia.

LB: ¿Se destacó en el trabajo social? 

JEF: Mucho. Fundó la Asociación Católica Cubana, las misiones parroquiales, la obra "Lilio Pellico", dedicadas a la asistencia de los presos, y otras. Era un hombre muy bueno e inteligente.

Fue uno de los pocos sacerdotes españoles que antes del triunfo de la Revolución, comprendieron la importancia que tenían las masas, los obreros, la gente humilde.

Me ayudó mucho a asimilar las medidas que estaba tomando la Revolución. Recuerdo que me dijo: "Estos son momentos muy difíciles. Hay mucha gente todavía que no entiende ni comprende el proceso revolucionario, ya que jamás se imaginaron que tuviera dimensiones tan profundas." 

LB: ¿Le dio algún consejo? 

JEF: Nunca olvidaré que me advirtió: El futuro brillante de Cuba no será cuando haya buenos católicos y malos comunistas, o cuando haya buenos comunistas y malos católicos, sino cuando los buenos católicos y los buenos marxistas se unan en un esfuerzo por lograr el progreso y el bienestar del país." 

LB: La Revolución siempre ha respetado las creencias.

JEF: Es cierto. La Revolución nunca persiguió a los católicos ni a los curas, sino todo lo contrario.

Las Iglesias, los conventos fueron respetados por las autoridades revolucionarias. Esa es una gran verdad.

LB: ¿Sufrió decepciones? 

JEF: Decepciones y agresiones. Yo mismo, sin ser nada del otro mundo, tuve que afrontar durante los primeros años del triunfo de la Revolución una serie de ofensas, y tengo que decir, con toda honestidad, que no vinieron de marxistas, sino de católicos.

No me dolía un cambio de vista, no me dolía una falta de saludos, no me dolía una galleta, como la que me dieron en una ocasión en el aeropuerto de Barajas, en Madrid.

Lo que me dolía en el corazón era la duda. ¿Cómo es posible que esta mujer, este hombre que conozco hace años, que dice ser cristiano, pueda albergar tanto odio hacia otro cristiano? 

Eso lo sufrí calladamente. No podía denunciarlo a nadie. ¿A quién lo iba a denunciar? ¿Ante la misma Iglesia? Si a veces los mismos pastores nos aceptaban, pero no estaban de acuerdo con la posición que nosotros perseguíamos.

Que me diga una sola persona que yo haya pronunciado una palabra critica en público en contra de la Iglesia. Jamás. Sin embargo, muchos sacerdotes, ante una sola postura que no era más que postura de trabajo, basada en la lectura de los Evangelios, ya se convertían en tus enemigos.

Muchos de esos amigos se pusieron a conspirar contra el Estado revolucionario. Poco a poco nos fuimos alejando los unos de los otros. Cada cual tomó su camino. Inclusive, llegaron a agredirme en Madrid.

LB: ¿Qué le ocurrió en Madrid? 

JEF: Eso pasó en los años 60. En esa época en el aeropuerto madrileño de Barajas se juntaban cubanos desafectos a la Revolución para ver quiénes arribaban. Al verme bajar por la escalerilla algunos me reconocieron y comenzaron a gritar: "Fríguls, Fríguls, bienvenido, bienvenido".

Pensaban que me había ido definitivamente. Al salir de la terminal aérea, para su sorpresa, ven al encargado de negocios de la embajada cubana que me había ido a recibir. Aquello fue tremendo. Se me abalanzó una mujer y me dio un carterazo. Un hombre me tiró una galleta y me tumbó los espejuelos. Todos me decían horrores.

LB: ¿Le invitaron a conspirar? 

JEF: Mis amigos sabían como pensaba. Cuando tienes una posición bien definida, la gente te respeta o te odia. Si te respetan, no se acercan para invitarte a determinada acción negativa. Si te odian, menos.

También hicieron correr muchas bolas.

No se me olvidara la campaña propiciada por numerosos católicos en la cual planteaban que en Cuba habían obligado a los sacerdotes a quitarse la sotana como había ocurrido en México durante el gobierno del presidente Plutarco Elías Calle.

Esos católicos no sabían nada del Concilio, no conocían que este había aprobado que el sacerdote pudiera andar públicamente sin su hábito.

Hubo otros que de buena fe creyeron en esas bolas. Había que decirles que el gobierno cubano era antimachista porque les prohibía a los hombres usar la sotana y se lo permitía a las monjas.

Esas cosas que parecen banales, sin importancia, fueron creando una atmósfera verdaderamente negativa en un momento en que la totalidad de los creyentes, sin negar su condición de católicos, estaban cooperando abiertamente con la Revolución.

LB: ¿Se siente católico revolucionario o un revolucionario católico? 

JEF: Esos juegos de palabras no me gustan. Me considero Juan Emilio Fríguls, que tiene creencias religiosas y que se siente cubano.

LB. ¿Y Revolucionario? 

JEF: También revolucionario.

LB: ¿Por qué lo calla? 

JEF: A mi no me gusta llamarme revolucionario. Me da la sensación que es un poco de falta de modestia, un poco de querer decir soy un tipo puro pero tengo fe en la Revolución.

LB: ¿Cuál es su mayor orgullo? 

JEF: Que todo el mundo me considera un hombre honesto. En un proceso político y social tan profundo como el que ha habido en Cuba, con sus luchas y sus corrientes, que desde el Arzobispo de La Habana hasta el comunista más cerrado me reconozcan y respeten es algo para sentirse orgulloso.

LB: ¿Qué hacen sus hijos? 

JEF: Mi otro orgullo es que mis dos hijos están en Cuba y se podían haber ido cuando les hubiera dado la gana.

Mi hija María Rosa es monja y actualmente es la Superiora de las Madres María Auxiliadora. El varón, Joaquín, es arquitecto. Trabaja en el Comité Estatal de Colaboración Económica (CECE).

LB: ¿Cómo católico se ha sentido discriminado? 

JEF:Discriminado a nivel oficial, no. Discriminado desde el punto de vista que muchas personas no quisieron ser fiadores de mí, sí.

La prueba la tienes que con medio siglo de periodismo activo, sin haber fallado un solo día a mí trabajo, soy un simple reportero de Radio Reloj.

Nadie se ha atrevido a proponerme de jefe de Redacción, de Información, de Turno. Nunca me han ofrecido la jefatura de nada. Porque si me equivoco, llamarían a esa persona y le dirían: "Usted es bobo. ¿No sabe que Fríguls es católico, que trabajó en el Diario de la Marina y que tiene una buena posición económica fuera del país?" 

Actualmente sigo siendo reportero de Radio Reloj. Estoy encantado de la vida. Si me hubiera sentido mal, hace rato que me hubiese ido y no lo he hecho a pesar de mis73 años.

LB: Ya los creyentes pueden ingresar al Partido.

JEF: Ese es un paso positivo. No estoy en contra de esa decisión. En mi caso personal no lo estimo necesario. No necesito ser militante para defender la Revolución. Hasta hoy lo he hecho y lo seguiré haciendo.

LB: ¿Momentos inolvidables en su vida? 

JEF: Cuando presencié la presentación de Fidel Castro en el vivac de Santiago de Cuba, días después del asalto al cuartel Moncada.

LB:¿A qué va a Oriente? 

JEF: Voy como enviado personal del cardenal Manuel Arteaga. Formé parte de una comisión presidida por monseñor Enrique Pérez Serantes, arzobispo de Santiago, para buscar a los jóvenes que habían participado en la acción del 26 de julio con la finalidad de impedir que siguieran siendo asesinados por el ejército.

Salí en jeep con Pérez Serantes y otras personas. En el camino nos cruzamos con el camión en que las tropas del teniente Pedro Sarría llevaban preso a Fidel.

Ese militar se portó muy valiente, muy digno. No se dejó quitar el detenido por parte del comandante Pérez Chaumont, que quería trasladarlo al Moncada, con toda seguridad para asesinarlo, como habían hecho con otros jóvenes. Sarría se mantuvo firme y condujo a Fidel hasta el vivac.

LB: ¿Entró al vivac? 

JEF: Pérez Serantes no me dejó. Me recordó que no estaba allí como periodista y que la misión encomendada había terminado.

LB: ¿Se quedó con la noticia en el bolsillo? 

JEF:No, hombre, no. Lo primero que hice fue buscar un teléfono y llamar a Unión Radio. Informé que Fidel Castro estaba vivo. Después regresé a La Habana en avión. Ya en La Capital hablé con Baquero y le redacté una amplia información.

LB: ¿La publicaron? 

JEF: Sí, pero antes se la mandaron a Batista. Este, de su puño y letra, le agregó un párrafo.

Eso me indignó. Exigí que le quitaran mi firma. Accedieron. Pero lo que no me pudieron quitar fue ser el único periodista que vivió ese histórico suceso.

LB:También entrevistó a Fidel cuando salió de la cárcel de Isla de Pinos.

JEF: Eso fue el 15 de mayo de 1955. Después del triunfo revolucionario he estado cerca de él en muchos acontecimientos.

Soy del criterio de que aún está por escribir una verdadera estampa de la proyección de Fidel en relación con la Iglesia, incluido el concepto y la valoración que él tiene de los Evangelios.

Cuando él dijo: "Traicionar al pobre es traicionar a Cristo", tenía presente a los Evangelios.

LB: ¿Es admirador de los Evangelios? 

JEF: A mí los Evangelios me han servido para encontrar mi camino. La frase de Mateo: "El que no reconoce ni acepta al pobre no está reconociendo y está ofendiendo a Dios", fue dicha siglos antes de que Fidel Castro hiciera su Revolución.

El problema que tenemos los cristianos al decir cristianos estoy diciendo los creyentes, es que desde que nacemos tenemos una regla de vida que está por encima de todos.

Lo que uno tiene que tratar de ver es hasta dónde la vida política del país en que vive está en consonancia con la Iglesia, con su fe.

Puedo decir hoy, como lo he dicho durante más de 30 años, que con todos los defectos humanos que pueda tener un gobierno, que tiene que tenerlos, lo fundamental de la Revolución Cubana está inscrito en el Evangelio.

En el Evangelio están recogidos los conceptos esenciales de la Revolución Cubana. Gústele al gobierno o no. Gústele a la Iglesia o no.

LB: ¿Se quedó en Cuba por convicciones políticas o por problemas personales? 

JEF: Por convicciones políticas y por mi fe en Fidel. Si me voy, no la hubiera pasado mal. Desde joven tengo nexos con muchos católicos norteamericanos. Mi padre tenía medios económicos en el exterior. Mi hermano Antonio se marchó y le ha ido bien.

Sinceramente, sin considerarme un patriota, siempre estimé que en Cuba tendría que llegar un día, más tarde o más temprano, en que un gobierno se enfrentara al imperio.

No había ninguna razón desde el punto de vista político o social para que me fuera del país. Nunca pensé irme. Mi sentido de cubanidad me hizo quedarme.

LB: ¿Su condición de creyente le llevó en algún momento a dudar de esa decisión? 

JEF: Debo decirte que la decisión de quedarme en mí país, afrontando las vicisitudes y sacrificios que pudiera originarme, fue tomada sin ningún momento de duda o incertidumbre.

Fue una actitud de la que hoy no me arrepiento, porque no fue tomada ante ningún cálculo de beneficio material, sino como resultado de mis convicciones religiosas y de mi concepto de responsabilidad no solo ante mi fe, sino ante lo que he considerado mis deberes cívicos; sin importarme lo que pudiera perjudicarme desde el punto de vista espiritual.

LB: ¿Qué le ha afectado profundamente? 

JEF: Muchas cosas, pero a más de 30 años de aquella decisión debo decirte con toda sinceridad, que lo que más me afectó fue ser testigo de aquella desbandada de amigos, de hermanos en la fe religiosa, de compañeros de trabajo, quienes, sin motivaciones mayores, optaron por el exilio.

Ninguna decepción para mí ha sido superior, como cristiano, que el éxodo de algunos sacerdotes jóvenes cubanos que sin motivo de persecución y conscientes de la gran necesidad de sacerdotes, dejaron su patria y después los he visto en sacristías refrigeradas tratando de excusarse echándole la culpa a la Revolución.

Por el contrario, Âíqué estímulo más grande y admiración me han dado aquellos sacerdotes que sin ser cubanos, y ya con achaques de la edad madura, se han mantenido junto a nuestro pueblo compartiendo estrecheses! 

Déjame explicarte que como se ha enriquecido y fortalecido la decisión de quedarme en mi patria fue comprobando que, pese a errores propios de la fragilidad humana, de los obstáculos y de las campañas anticubanas, el proyecto social de la Revolución se está cumpliendo.

LB: ¿Qué lo lleva a hacer esa afirmación? 

JEF: La Revolución no solo multiplicó los panes y los peces, sino también la dignidad, el amor y las sonrisas.

Dio un camino al peregrino, comida al hambriento, ayuda al desvalido, cura al enfermo, luz al analfabeto. Dio al hombre lo que es del hombre, por Dios y para el hombre.

La revolución hace realidad cada día los principios cristianos, y es de esta mística que se nutre y fortalece el manantial de mi fe de creyente porque ella hace vigente el Evangelio.

La Habana, 1993.

(1) Falleció en la Ciudad de La Habana, el 8 de agosto de 2007, a la edad de 88 años.

* Destacado periodista cubano, autor de numerosos libros sobre temas políticos nacionales e internacionales.


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