martes, 13 de diciembre de 2016

EL TIEMPO DE FIDEL

 (lecciones, paradojas y epílogo)
Por: Melvin Mañón


Cuando Fidel enfermó en el 2006 ya la etapa heroica había quedado atrás y el tiempo de la economía estaba a la orden del día desde hacía un buen tiempo. Para los sueños, las ilusiones de un mundo mejor, para la utopía, para darle sentido, dignidad y derechos a la vida de los humildes y desposeídos, el mundo del siglo XX no conoció ningún proyecto mas trascendental que esa revolución cubana del periodo heroico. 
Fidel, empero, no pudo evitar que su propia revolución se le saliera de las manos y creo que el tuvo conciencia plena de esa pérdida y luchó durante años por preservar las conquistas iniciales y por dejarle a Cuba un mundo mas grande que ella misma porque la influencia de Cuba en el mundo de hoy a pesar de todo, esta por doquier. 

No hay como escribir la historia sin Fidel y no hay manera de evitar que quienes le odiaron dejen de hacerlo ni quienes le amaron cambien de parecer. Sus errores fueron muchos, sus arbitrariedades numerosas, sus disparates memorables pero el Fidel que millones recuerdan es el heroico, el que lograba ganar las batallas con la que soñaban muchos, el que encarnaba ese rencor de justicia reclamada e insatisfecha, el que se hacía cargo de las causas de los otros. Ningún documento dejó plasmado de modo mas elocuente esa etapa heroica, el sueño, la utopía y la ilusión de una revolución que la Segunda Declaración de la Habana proclamada el 4 de febrero de 1962. 

En palabras de Carlos Rodríguez un intelectual cubano en Santo Domingo ”Fidel era absolutamente incapaz de concebir, de pensar en algo que no fuera descomunal” con lo cual quedaba definida, no solamente su escala, sino abierto el conflicto resultante de su interacción con la maquinaria político administrativa a través de la cual materializar “lo descomunal”. Tanto en la etapa de los proyectos grandiosos dentro de Cuba como en las iniciativas internacionalistas cuya escala, en ambos casos, desbordaba lo racional en aras de los “descomunal” Fidel tenía que depender del trabajo, de gente común y corriente que no dispuso de las instituciones ni el marco jurídico apropiado. 

No importa que tan descomunales fueran las ideas y planes de Fidel, al final, su materialización involucraría, siempre y en cada caso a gente que no tenía nada de descomunal, ni siquiera la idea de lo que se trata. ¿Había que haber visto y previsto todos estos males? ¿Hizo falta mas humanismo, prudencia, visión? La revolución cubana de 1959 fue una empresa a cargo de hombres muy jóvenes que hicieron y ganaron una guerra que ni siquiera les permitió envejecer y madurar lo suficiente para adquirir ciertas cualidades que solamente vienen con los años. Cada cual repartirá culpas como le convenga no tanto como corresponde. 

Al final, la Revolución Cubana adoleció desde el principio del periodo heroico de la intolerancia típica de todas las revoluciones. Después, el afán americano por destruirla, no solamente la empujó hacia la órbita soviética sino que sentó los cimientos de la represión política y clausuró posibilidades de dialogo que dejaron a mucha gente sin una instancia donde acudir a ventilar el descontento, la crítica, la denuncia, la sugerencia o el comentario sobre una gestión. Es razonable pensar que, la juventud fogosa de los dirigentes y el acoso permanente de los EEUU fueran, en gran medida responsables de que en Cuba no se hubiera podido, querido o sabido instituir una instancia ante la cual, profesionales, intelectuales, artistas, administradores y otros tipos de personas pudieran llevar sus quejas, sus críticas y sus opciones sin correr el riesgo de ser acusados de “conflictivos” la antesala de “disidentes” con lo que, en automático, se convertían en alguna categoría de enemigo que debía ser aislado, sancionado, privado de posibilidades de ejercicio y excluido de la vida social, profesional y política. 

Por que la Revolución Cubana no supo, no pudo o no quiso establecer una instancia, un mecanismo, un procedimiento que permitiera a esa gente criticar, desahogarse, denunciar alguna arbitrariedad, una torpeza, una equivocación, un abuso o un error sin correrse el riesgo de ser calificado y tratado como conflictivo y disidente es una pregunta que no tiene fácil respuesta y es posible que yo mismo no pueda visualizarla del todo con claridad. Pero, no hay dudas en mi mente ni en mi experiencia, que la ausencia de esa instancia arrojó al exilio a gente que, en buena ley, nunca debió abandonar su país.

El perfil demográfico y social del exilio cubano y así mismo la actitud de este frente a Cuba, Fidel y el gobierno experimentó numerosos cambios. En la primera oleada de emigrantes habían batistianos, empresarios, gente rica o acomodada que fue despojada, lógicamente resentida y rabiosamente anticastrista; luego los hijos de nadie que seducidos por la propaganda y desencantados de las precariedades se fueron por el Mariel y por otras tantas vías. Finalmente, profesionales, artistas, funcionarios y gente corriente formados dentro de la Revolución que en la década de los 90 emigraron en mayor número que antes. Dejando aparte la gestión intencional de agentes de los EEUU para estimular y organizar la deserción de peloteros, deportistas, maestros, médicos y funcionarios en otros países lo cierto es que, por años, se convirtieron en exiliados una buena cantidad de personas, muchos de ellos con un alto grado de formación profesional y experiencia. Ver esas personas, médicos de prestancia, cirujanos, intelectuales con buena formación, en el exilio, buscando empleo, se revelaba como una pérdida neta para Cuba que había invertido años y recursos en la formación de esas personas. No eran delincuentes ni crápula; esos emigrantes habían perdido la fe en la Revolución, descreían de ésta, criticaban a sus dirigentes y a sus funcionarios y sobre todo, eran personas que dentro de Cuba había adversado o de cualquier manera disentido de alguna decisión o gerencia. Conocí en esa década, profesionales muy calificados que habían dejado a Cuba, muchos eran gente valiosa y seguramente algunos de ellos estaban motivados por la expectativa de ganar mas dinero. Con ellos pude detectar percatarme y entender lo que desde entonces he considerado el mas importante y duradero fallo del proceso revolucionario: La falta de opciones y alternativas para ventilar y corregir lo mal hecho sin asumir por ello el riesgo de ser considerado “conflictivo”, “de ser llamado a contar”.


En algún momento alrededor de 1887 José Martí escribió: “El mundo entero es hoy una inmensa pregunta”. Mas de un siglo después sigue siendo válida y sujeta a las mismas posibilidades de respuesta que entonces. Fidel desafió su tiempo, despreció cuanto pudo la época que a pesar de todo se impuso y estuvo a punto de ver la gran paradoja de la época resolverse a su favor porque la plataforma neoliberal que fomentó el materialismo y el consumismo está siendo ya devorada por las criaturas de su propia creación. Ahora, cuando me preguntan y es frecuente que lo hagan ¿que va a pasar en Cuba? Mi respuesta es nada. Lo que iba a pasar ya pasó. La transición ya tuvo lugar. El periodo heroico tuvo en Fidel a un soñador y seductor al frente. El periodo de la economía tiene en Raúl a un administrador y organizador cuyas credenciales datan de los años en la Sierra Maestra. Su gran reto puede ser lograr para toda Cuba el grado de organización y competencia que se le ha reconocido como dirigente del MINFAR porque en Cuba, todo el mundo coincidía en esa valoración de Raúl Castro. Su trabajo es preservar la continuidad y construir las instituciones y los procedimientos que puedan relevarlo a él mismo; asegurar la transición y administrar un legado que habrá de sufrir cambios. 

Ahora bien, la dirección, velocidad y alcance final de esos cambios dependerá no solamente de su capacidad para armonizar lo que queda de la vieja dirección con los nuevos y a veces no tan nuevos dirigentes que no conocieron la Sierra Maestra porque algunos de ellos ni siquiera habían nacido entonces sino que también dependerá, y mucho, del grado, tipo y desenlace de la crisis del capitalismo corporativo, del desorden climático en un medio ambiente depredado, del insostenible estilo de vida consumista de esta civilización y del comportamiento de las nuevas fuerzas sociales, políticas y étnicas que por todas partes hacen emergencia y no siempre presagiando un mundo mejor del que tenemos hoy día.

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