Leonel: "EL PLD: 43 años después"

HAY QUE PROCEDER A LA RÁPIDA APLICACIÓN DE TODAS LAS DECISIONES EMANADAS DEL VIII CONGRESO NORGE BOTELLO


Leonel Fernández
EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DOMINICNA
Santo Domingo


Al festejar el cuadragésimo tercer aniversario de su fundación, el Partido de la Liberación Dominicana puede sentir la satisfacción de ser la organización política de mayor éxito en la historia de la República Dominicana. 

Durante los últimos 20 años ha podido gobernar 16; y para el 2020, cuando haya concluido la actual gestión gubernamental del presidente Danilo Medina, habrá gobernado 20 de los últimos 24 años. 

En ese lapso, habrá conquistado la Presidencia de la República en cinco oportunidades, cuatro de ellas en forma consecutiva; y aunque en la primera ocasión fue en una segunda vuelta, en todos esos triunfos electorales se ha colocado siempre por encima del 50 por ciento, algo sin precedentes en la historia nacional. 

Más aún, al llegar al gobierno por vez primera en el 1996, el PLD solo contaba con un senador y 13 diputados. Sin embargo, en el discurrir del tiempo, obtuvo 31 senadores en el 2010, y 106 diputados en el 2016, hasta llegar a contar con mayoría absoluta en ambas cámaras. 

Lo mismo podría decirse con referencia al número de alcaldes, de directores de distritos municipales y de regidores. En todos esos casos, el partido fundado por ese maestro universal de las letras y de la política, el profesor Juan Bosch, empezó con una débil representación y ha alcanzado los sitiales más altos en todo el ámbito nacional. 

Lo trascendente de los éxitos electorales del partido morado de la estrella amarilla es que han sido conquistados en un clima auténticamente democrático. A decir verdad, el PLD es la primera institución en nuestra historia republicana en haber podido combinar democracia y desarrollo.

En nuestro discurrir histórico, hemos contado con gobiernos democráticos, pero que no han hecho contribución alguna al desarrollo nacional. Tal es el caso, para solo citar algunos, de los gobiernos de Ulises Francisco Espaillat y Francisco Gregorio Billini, en el siglo XIX, cuyas credenciales democráticas no pueden ser cuestionadas, pero que por el carácter efímero de sus mandatos, no dejaron ningún legado sustancial al desarrollo material de la nación. 

Igual ocurre al revés. Ha habido gobiernos con una obra física importante, como los de Ulises Heureaux, el famoso Lilís; Ramón Cáceres, alias Mon; o Rafael Leónidas Trujillo, que, sin embargo, en lugar de ser democráticos, fueron dictatoriales o despóticos. 

En sus orígenes

Pero el PLD no siempre fue exitoso. El partido surgido de la división del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, en el 1973, participó por vez primera en un certamen electoral en el 1978. 

En esa oportunidad, el PLD sólo obtuvo 18 mil votos, para el 1% del universo electoral. Eso ocasionó que perdiera su personalidad jurídica, y que, por consiguiente, tuviera que volver a realizar la penosa y dura tarea de recoger firmas entre sus simpatizantes para ser reconocida, nuevamente, por la Junta Central Electoral.

Esa apabullante derrota produjo, además, un cisma en la organización que dio lugar a que muchos analistas e intérpretes de la vida política nacional pronosticaran la rápida extinción de la joven entidad partidista.

Algunos, de manera sarcástica, llegaron a divulgar la especie de que el PLD, como organización política, no había sido más que un natimuerto, un gran fiasco de la política nacional. 

Pero, a partir de 1978, con el fin de los 12 años del Doctor Joaquín Balaguer, y el triunfo de don Antonio Guzmán y el PRD, la naturaleza de la actividad política en la República Dominicana cambió. 

Ya no se trataba de una lucha por la conquista de la libertad y la democracia. Se consideró que ya eso era un hecho del pasado. De ahí en adelante era más bien por cómo hacer progresar a la sociedad dominicana, cómo generar prosperidad y bienestar para todos. 

Si bien el gobierno del PRD logró asentar anheladas bases democráticas en el país, no pudo estar a la altura de las expectativas nacionales en el ámbito económico y social. 

Fue así, entonces, que el PLD y Juan Bosch, en una labor tesonera y sistemática, se dedicaron a crear conciencia nacional en relación a la correcta conducción de los temas económicos en una gestión de gobierno. 

Al evidenciarse que el gobierno perredeísta no acertaba en ese aspecto, el Partido de la Liberación Dominicana empezó a conquistar adeptos, a sumar simpatizantes y a abrirse camino en el escenario político nacional. Resultado de eso fue que en los comicios de 1982 pasó a obtener 185 mil votos para el 9% del total de sufragios. 

En sólo cuatro años la organización boschista multiplicaba por 10 el número de votantes a su favor, obteniendo de esa manera su primera representación congresional. 

Pero cuatro años después, en el 1986, se producía el mismo fenómeno. Al alcanzar 385 mil votos, para el 18% de los electores, el PLD más que duplicaba su votación anterior. De esa manera, rompía por vez primera con el tradicional bipartidismo de la política criolla.

En el 1990, si no hubiese sido por un cúmulo de irregularidades, el profesor Juan Bosch habría vuelto a subir las escalinatas del Palacio Nacional; y, por supuesto, a partir de 1996 se entró en una nueva etapa de la política nacional en la que el Partido de la Liberación Dominicana ha sido, de manera indisputable, la organización política dominante. 

Los desafíos del pld

Mirando hacia el futuro, uno de los principales desafíos a los que se enfrenta el PLD es el de saber cómo administrar su éxito. El triunfo del partido morado ha sido tan demoledor que ha provocado un movimiento sísmico en el sistema de partidos de la República Dominicana.

Con el fallecimiento del doctor Joaquín Balaguer, el Partido Reformista Social Cristiano no ha logrado reconquistar su antiguo vigor y vitalidad. Se ha mantenido, más bien, como una debilitada y fragmentada organización que suele adoptar una fluctuante política electoral de alianzas. 

El PRD, por su parte, se vio severamente afectado por la crisis económica surgida en su último gobierno, en el periodo 2000-2004, el fallecimiento de su líder, el doctor José Francisco Peña Gómez, así como por sus conflictos internos. 

Las nuevas organizaciones emergentes, entre ellas, el Partido Revolucionario Moderno, PRM, aún no disponen de suficiente apoyo político, en los distintos sectores de la vida nacional, para poder enfrentarse a la potente maquinaria político-electoral del Partido de la Liberación Dominicana. 

Todo ese cuadro sombrío dentro del espectro político-partidista nacional, deja al partido morado, en la actualidad, sin una amenaza externa significativa; y en ausencia de esa amenaza, podría carecer del incentivo adecuado para cohesionar sus fuerzas internas. 

Al no poder cohesionarse internamente, el natural conflicto político que se tiene con el adversario o competidor externo, podría eventualmente trasladarse al ámbito interno del Partido de la Liberación Dominicana, generando fricciones y tensiones.

Eso es algo que habría que evitar, no solo por el bien del PLD, sino por la propia supervivencia de la democracia dominicana, que en estos momentos depende fundamentalmente del adecuado funcionamiento del partido morado. 

Por consiguiente, aún en ausencia de una amenaza externa, el PLD debe asumir como una tarea básica, esencial, su unidad interna. Pero, en adición, debe reafirmar sus principios de ser una organización eminentemente patriótica, vinculada al pueblo, transparente, solidaria, promotora de la paz, el progreso, la justicia social, el bienestar y la modernidad. 

En lugar de procurar cargos, como meta fundamental de la participación política, lo que debe predominar en la mente de todos los peledeístas, es el de asumir con pasión y vehemencia la defensa de todas las grandes causas nacionales, como siempre lo soñó el líder fundador de nuestra organización, el profesor Juan Bosch.

El asumir con auténtico espíritu peledeísta la cristalización de las grandes esperanzas nacionales, generará, en quienes así actúen, los suficientes méritos y prestigio para ser considerados en cargos de responsabilidad política, tanto en el partido como dentro del Estado. 

En lo inmediato, sin embargo, para modernizar, cohesionar y hacer más eficiente la labor política dentro de las filas de nuestro Partido de la Liberación Dominicana, hay que proceder a la rápida aplicación de todas las decisiones emanadas del VIII Congreso Norge Botello.

Eso ha de empezar por el propio Comité Político, el Comité Central, el Secretariado, los Comités Provinciales y Municipales, las Seccionales del Exterior, los Comités Intermedios y de Base de nuestra organización.

De esa manera, manteniendo la unidad interna y colocando en primer plano nuestra lucha por el fortalecimiento de nuestros valores nacionales, el Partido de la Liberación Dominicana saldrá otra vez victorioso, convirtiendo sus desafíos en nuevos triunfos a favor del pueblo dominicano.

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