El sesentón juvenófilo: Tiene predilección por las féminas menores de cuarenta años



Escrito por: Mario Emilio Pérez
Mi viejo amigo, mujeriego empedernido, tiene predilección por las féminas menores de cuarenta años, y esgrime argumentos con frecuencia frente a sus congéneres para justificar su afición.
    -No es lo mismo contemplar senos levantiscos que otros colgantes, empeñados en rozar el suelo, y en juntarse con el ombligo- me dijo un día, ostensiblemente envanecido de haber iniciado una relación sentimental con una veinteañera.
Y añadió: el paso de los años va reblandeciendo las carnes, algo que he visto en mí, que durante mi juventud practiqué los ejercicios con pesas, y el calendario se tragó mis músculos; por eso es lógico que a mis sesenta caídas de almanaques tenga pechito hundido, barriga pulluda, pescuezo arrugado y dientes fabricados por manos extrañas.
El sexagenario lucía una chacabana blanca de mangas cortas, y sus palabras llevaron mis ojos curiosos hacia sus brazos disminuidos, y la cara surcada de pliegues geriátricos.
    -No me da vergüenza admitir- dijo sonriente- que tengo que pagar un precio en moneda legal para la contemplación de una grácil figura femenina, vestida con escaso ropaje, caminando de un lado a otro por el apartamento que alquilé para ella.
    - La vejez se asemeja a un bombillo de escasas bujías, porque las mujeres añejas tienen los ojos semiapagados, escondidos bajo párpados engrosados, mientras que los ojos juveniles mantienen casi continuamente un brillo enceguecedor- afirmó, cada vez más metido en su discurso gerontófobo.
    -Si vieras caminar a mi muchachita, con su paso ligero y elástico, creerías que practica algún deporte, o asiste a algún gimnasio, pero no es así; todo se debe a la magia embellecedora de la juventud, porque me ha salido medio haragana la pajuila- manifestó, estampada en el rostro la expresión bobalicona y feliz de viejo pariguayón.
 A pesar de sus lances románticos con jevitas aprovechadoras, la esposa del faldero parecía ignorar esas travesuras, por lo que la pareja lucía como si vivieran una estable relación conyugal.
Fui testigo de una conversación en el hogar de mis amigos, durante la cual ella se quejó de que su cónyuge mostraba actitudes de maníaco sexual con tendencias pedófilas, porque volteaba la cara ante el paso de muchachas que aparentaban edades que oscilaban entre los trece y quince años.
    -No, querida-replicó él- estás siendo injusta conmigo, porque a mí me gustan las de esas edades desde que tenía diez años.

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