PEÑA GÓMEZ: MI HISTORIA (1937-1978) (1)
Cuando vine al mundo, la noche del 6 de marzo de 1937, mi país, la República Dominicana, estaba sometido como una sardina al dominio de Rafael Leonidas Trujillo Molina, un tirano siniestro e implacable. Había asaltado el poder en mayo de 1930, tras engañar a su protector, el anciano caudillo Horacio Vásquez, y desde entonces había sembrado el terror en todo el país, dejando bien claro sus intenciones de ser el mandamás de la nación mientras tuviese un hálito de vida. Mis padres, María Marcelino y Oguis Vicente, vivían en La Loma del Flaco, una remota aldea de Mao, la ciudad de los bellos atardeceres, sometidos, como todos, a la voluntad férrea y omnímoda del tirano. Los negocios políticos no eran asuntos a ocupar sus tiempos ni sus mentes. En lo que sí invertían sus energías era en la faena diaria de la subsistencia. Fue allí, en esa lejana y hermosa loma, donde vi la luz del mundo por vez primera. Nacida en un campo cercano a Dajabón llamado Montegrande, mi madre era una mulata, fuerte, alegre, y contrario a lo que algunos mal intencionados siempre propagaron, nunca había pisado tierra haitiana y no hablaba una sílaba del creole. Era una dominicana que como yo amaba la República Dominicana, la nación donde había nacido y donde deseaba terminar en paz sus días.
Mi padre era un negro alto, trabajador y de voz gruesa, y como mi madre, sólo hablaba español. A La Loma del Flaco había llegado procedente del Sur, de un lugar llamado La Sierra, cerca de Los Almácigos. Había nacido cerca de Las Matas de Farfán, y en su niñez, como la mayoría, conoció las labores agrícolas. Ya de joven empezó a trabajar como peón en la conducción de recuas de animales desde Las Matas de Farfán a Dajabón. En aquellos tiempos, como no había casi carreteras ni líneas regulares de carruajes, el transporte por excelencia era a través del caballo o el mulo. En uno de esos viajes Oguis habría de conocer a mi madre. Se enamoraron y decidieron unir sus destinos. Tiempo después, buscando mejorías económicas, abandonaron el Sur y se establecieron en La Loma del Flaco.
Con quien primero se relacionaron en La Loma fue con la familia de Daniel Peña, un acomodado campesino de la zona. Les proporcionó un solar para construir un rancho y un conuco para ganarse el pan. Nací en ese rancho, de yagua y de piso de tierra. Antes había nacido mi hermano Domingo. A mí me llamaron José Francisco. Con nosotros vivía también una sobrina de mi madre llamada Carmen.
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