lunes, 4 de mayo de 2020

Es el sistema el que debe cambiar, no el mundo

....el terreno luctuoso, nos permite entender que si una guerra mundial, una bomba atómica, millones de muertos y desplazados no han cambiado el mundo, una pandemia tampoco lo hará, a menos claro está que haya un enfoque distinto sobre lo que ocurre.

Es el sistema el que debe cambiar, no el mundo

Hay una pregunta que es irrebatible para la lógica más simple: ¿Es viable un sistema económico de crecimiento ilimitado en un planeta con recursos limitados? Por supuesto, no lo es. Usualmente los premio Nobel de economía se otorgan por explicar aspectos dentro del propio sistema de razonamiento, cómo hacer más viable el comportamiento de los agentes económicos, como hacer más eficientes las transacciones, etc, pero nunca ha habido un premio para el que explique cómo se supone que un modelo capitalista de expansión infinita es cónsono con una naturaleza que ya está al borde de su capacidad. Silencio absoluto. 
El asunto de si el mundo va a cambiar o no después de la pandemia, debe ser resuelto sobre la base de dos orientaciones.
La primera de ellas la que explique desde un modelo de psicología social, cómo es posible desmontar un sistema no económico, sino civilizatorio que le ha llevado a la gente a creer que la codicia es parte de la naturaleza humana, y que es un precepto divino el hecho de que "perseguir el interés individual es beneficioso para el colectivo". 
La segunda ruta, tiene que ir de la mano en construir un modelo de civilización alterno que tenga que lidiar con más de doscientos años de destrozo de la naturaleza, pero también de deterioro de las relaciones inter-personales e inter-nacionales.
El psicólogo Marteen Van Doorn explica que "Las ideas no cambian el mundo al convencer a las personas de lo que es más preciso, veraz o racional. Cambian el mundo por demostrarle a las personas lo que es posible, y cambiando sus puntos de vista sobre lo que es socialmente aceptable". 
Vemos en diferentes países que la gente ha vuelto a las iniciativas locales de producción y consumo. De la globalización adormecedora, volvimos a mirar a nuestros vecinos, a nuestros iguales. A emprender sistemas cooperativos para transformar esta crisis en una nueva oportunidad para darnos cuenta que las utopías no es que eran imposibles, solo que no contaban con un clima propicio para sembrarse.
La pandemia ha abierto una brecha para convertir a la sociedad en un laboratorio para intentar algo distinto. Un "algo" que nos lleve por una ruta distinta antes que no haya más camino que aceptar el fin. No esperemos que el mundo cambie por completo, pero sí pongamos nuestra esperanza en que al menos haya países, grupos de personas, organizaciones, que comiencen a entenderse en términos distintos a aquellos a los que nos han obligado. Querer emprender un camino distinto, ya es la mitad del recorrido.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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