Resiliencia desde una perspectiva espiritual cristiana
Por Fernando E. Alvarado
INTRODUCCIÓN
Quizá la palabra “resiliencia” te suene un tanto extraña o hasta desconocida. No obstante, dicho término representa una cualidad digna de ser imitada por el creyente en Cristo. La resiliencia como tal suele definirse de forma sencilla como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a las situaciones adversas. La palabra resiliencia viene del término latín resilio, «volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar» e indica repetición o reanudación [1]. El término se adaptó al uso en psicología y otras ciencias sociales para referirse a las personas que a pesar de sufrir situaciones estresantes no son afectadas psicológicamente por ellas [2].
En el área de la física y la química, la resiliencia designa la capacidad del acero para recuperar su forma inicial a pesar de los golpes que pueda recibir y a pesar de los esfuerzos que puedan hacerse para deformarlo. Incluso el cuerpo humano tiene una capacidad natural de resiliencia: Nuestro cuerpo procesa sustancias tóxicas en el hígado y las expulsa vía lágrimas, orina o sudor; el sistema linfático recurre a los glóbulos blancos para combatir virus que ingresan al organismo; o el sistema enzimático permite una regeneración acelerada de células para reemplazar células dañadas, etc. Para el cristiano, sin embargo, la resiliencia va más allá del área física o anímica. Implica además (o sobre todo) el área espiritual. Dicha resiliencia es producto de nuestra relación íntima con Jesucristo, quien puede levantar aun a los muertos de sus tumbas. ¡Él es nuestra fuente sobranatural de resiliencia espiritual!
DIOS DESEA QUE SU PUEBLO DESARROLLE RESILIENCIA ESPIRITUAL
La Biblia nos presenta grandes ejemplos de resiliencia. De acuerdo con el libro de Esdras, habían pasado 85 años en Jerusalén desde que la ciudad fue destruida y 15 años desde que el intento de reconstrucción del templo fue frustrado violentamente por los enemigos del pueblo de Dios. Sin embargo, el Señor empezó a trabajar un proceso de resiliencia espiritual que permitiera restablecer las condiciones previas a la perturbación y el estancamiento de la obra. Del libro de Esdras aprendemos cómo opera el principio de Resiliencia espiritual.
Lo primero que hace el Señor es enviar a sus mensajeros con su Palabra poderosa y transformadora:
“Cuando los profetas Hageo y Zacarías, hijo de Iddo, profetizaron a los Judíos que estaban en Judá y en Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel que estaba sobre ellos…” (Esdras 5:1).
Esta inyección de vitalidad y de esperanza a través del mensaje alentador y confrontador del Dios de Israel surtió un efecto inmediato. Los judíos respondieron al llamado de Dios y pusieron manos a la obra. Todo lo que durante años le pareció a los judíos infructuoso e inútil, se convirtió luego del mensaje del Señor en una posibilidad inminente. Esto se debe a que nunca un proceso de reconstrucción puede ponerse en marcha olvidando a la fuente directiva de la vida. Cuando los enemigos de Israel le pidieron cuenta a los trabajadores, ellos dijeron:
“Somos los siervos del Dios del cielo y de la tierra, y estamos reedificando el templo que fue construido hace muchos años, el cual un gran rey de Israel edificó y terminó” (Esdras 5:11).
Esta obediencia práctica a la exhortación de Dios hizo que la resiliencia espiritual surtiera su efecto revitalizador: “Y los ancianos de los Judíos tuvieron éxito en la edificación según la profecía del profeta Hageo y de Zacarías, hijo de Iddo. Y terminaron de edificar conforme al mandato del Dios de Israel y al decreto de Ciro, de Darío y de Artajerjes, rey de Persia” (Esdras 6:14).
CRISTO, LA FUENTE DE RESILIENCIA
¿En dónde radica la fuente de la resiliencia personal? Está en Jesucristo. Él puede llegar a ser el bombero, salvavidas, socorrista, policía y paramédico que la tragedia personal demanda para su reconstrucción. Jesús no se intimida con nuestros enemigos, no se cansa, no se distrae, ni tampoco anda a ciegas buscando sobrevivientes. Cuando desarrolló su ministerio terrenal hasta las fuerzas de la naturaleza se le sujetaron cuando sus discípulos le clamaron ante el temor del mar embravecido:
“Jesús se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: ‘¡Cálmate, sosiégate!’ Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma” (Marcos 4:39).
La gente que vivía a su alrededor lo buscaba incesantemente para lograr la tan ansiada resiliencia que los levantara de sus propias postraciones:
“Y dijo a Sus discípulos que tuvieran lista una barca para El por causa de la multitud, para que no Lo oprimieran; porque El había sanado a muchos, de manera que todos los que tenían aflicciones, para tocar a Jesús, se echaban sobre El” (Marcos 3.9-10).
Hoy, como ayer, es posible dejar el pesimismo de la destrucción por la confianza de la restauración. Jesucristo ha trabajado en situaciones de emergencia desde que nuestro mundo es mundo, ¿Habrá alguien más experimentado al cual recurrir? El mayor acto de resiliencia que Él puede hacer en tu vida es levantarte de tu propia muerte espiritual y ofrecerte una nueva vida a través del sacrificio que Él hizo por ti en la Cruz del Calvario.
LA RESILIENCIA ESPIRITUAL, MARCA DEL CRISTIANO MADURO
La resiliencia no es una opción para el cristiano maduro. Es su marca distintiva. La Palabra del Señor nos dice:
“Os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.“ (Hebreos 10:36).
Nuestro Maestro también nos lo advirtió :
“Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.” (Lucas 21:19).
Y es que como parte de nuestro crecimiento espiritual y desarrollo cristiano, inevitablemente aprendemos a soportar dificultades y retrasos. Es posible que en diferentes momentos de nuestra vida tengamos que acostumbrarnos a librar más batallas prolongadas. Y en el proceso, aprendemos lo que significa aguantar de verdad, no apenas un día, una semana o un mes, sino tal vez muchos meses seguidos, o incluso años. Por medio de esas experiencias, aprendemos a aferrarnos de verdad a la Palabra de Dios y a sufrir penalidades como buenos soldados de Jesucristo (2 Timoteo 2:3).
Es posible que anteriormente no hayamos tenido que aprender paciencia y aguante de una manera tan tremenda; y cuando eso llega a nuestra puerta puede parecer una declaración dura. En nuestras batallas y padecimientos, en muchos casos es posible que las dificultades hayan sido más breves, con victorias rápidas como respuesta a nuestras oraciones. Hemos visto vidas transformadas y que se conquistan almas muy fácilmente. Hemos terminado tareas y hemos recibido rápidas respuestas a nuestras oraciones. Hemos visto curaciones rápidas. Sin embargo, todos enfrentamos situaciones en que tenemos que aceptar que tal vez nos aguarden temporadas prolongadas en que no veamos pruebas de victoria o ni siquiera mejoras, temporadas en que, en todo caso, es posible que nos sintamos muy mal.
Es posible que a veces no podamos apoyarnos en modo alguno en nuestras sensaciones y sentimientos, sino que tengamos que aferrarnos a las promesas de la Palabra de Dios, que Él todavía nos ama y sigue preocupándose por nosotros. Espera que sigamos adelante siguiéndolo a Él, independientemente de cómo nos sintamos, ni por cuánto tiempo no tengamos ganas de hacerlo. Es posible que sea necesario aprender a seguir adelante aunque pensemos que actuamos mecánicamente, cumpliendo simplemente con nuestra obligación porque Dios lo dice en Su Palabra.
La Palabra de Dios nos dice:
“Bienaventurado el hombre que soporta la tentación.” (Santiago 1:12)
“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin que le dio el Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.” (Santiago 5:11)
“Tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.” (2 Timoteo 4:5)
“También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.” (Romanos 5:3-4)
Saber que la Palabra de Dios nos dice que somos bienaventurados al aguantar, puede darnos valor para seguir adelante frente a aparentes situaciones sin esperanza. Puede que tengamos que seguir adelante hasta cuando parezca que todo está en contra de nosotros, confiando en que Dios nunca deja de cumplir ni una sola de Sus buenas promesas. Es posible que debamos optar por esperar en el Señor y reposar en los brazos de Jesús con esas promesas inquebrantables resonando en nuestra mente y corazón. Debemos cimentar nuestra fe en Su Palabra y confiar en que se cumplirá el propósito de Dios para cada uno de nosotros, a medida que creemos en Sus promesas y confiamos en ellas.
EL CRISTIANISMO NO ES UNA MODA PASAJERA QUE ABANDONAS CUANDO TE ABURRES, REQUIERE AGUANTE Y PERSEVERANCIA
No se puede ver la fe de la manera en que muchas personas ven el inicio de su matrimonio en la actualidad: «Bueno, si la cosa no sale bien, me divorcio». Debemos estar «plenamente convencidos» de lo que creemos, que Dios es capaz de hacer lo que promete (Romanos 4:21). Nuestra actitud debe ser:
“¿A quién iremos? ¡Tú tienes Palabras de vida eterna!” (Juan 6:68).
Si nos hemos consagrado y entregado, si hemos asumido un compromiso así con el Señor, entonces independientemente de lo difícil que sea la situación, seguiremos adelante por Su gracia; y seguiremos viviendo para el Señor de la manera que Él nos lo ha pedido.
¿QUÉ HAREMOS CUANDO EL DOLOR Y LAS PENALIDADES NOS ALCANCEN?
¿Nos encogeremos de miedo y temblaremos? ¿Esconderemos el rostro ante la posibilidad de sufrir penalidades? ¡No! Deberíamos estar entusiasmados, emocionados, ante las maravillas que el Señor hará por medio de nosotros. Si estás preocupado, o tienes miedo al futuro y sus incertidumbres, el secreto está en aumentar tu fe por medio de Su Palabra y las maravillosas promesas que ha dado el Señor. Aunque te encuentres en una época de sufrimiento o soportes dificultades en esta vida, puedes regocijarte porque es tu destino y tu llamado salir victorioso de ello, ¡ya sea en esta vida o en la próxima! Lo que debes entender cuando pases por épocas difíciles es que para los cristianos hay un propósito en todo lo que les sucede.
¡No debemos temer! Aunque es posible que tengamos muchos problemas, al menos sabemos que tienen una razón de ser, que todo es con un propósito. Entendemos que estamos en una guerra espiritual, y que la mayoría de nuestros problemas son consecuencia de eso, y que en última instancia nos dejan enseñanzas y nos fortalecen. Así pues, el simple hecho de saber que esos padecimientos tienen un fin útil, eterno, hace que nos resulte mucho más fácil soportarlo.
Tenemos la Palabra de Dios, la oración, las promesas del Señor, un ideal, un propósito, el poder del Espíritu y conocemos el plan del Señor para el futuro y a dónde vamos después de esta vida. Tenemos una razón para soportar con paciencia las épocas de tribulación. Por lo tanto, gloriémonos en nuestras debilidades, para que repose sobre nosotros el poder de Cristo (2 Corintios 12:9). ¡El Señor nos ha prometido que Su gracia será suficiente!
REFERENCIAS:
[1] «What is Resilience and Why is it Important to Bounce Back?». positivepsychologyprogram.com. 3 de enero de 2019. Consultado el 3 de enero de 2020.
[2] Santos, Rafaela: “Levantarse y luchar” (2013) Barcelona. Random House Mondadori. S.A. 3a. edición.
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