¿Qué es ser duartiano hoy?
Oleo del patricio Juan Pablo pintado por Miguel Nunez, el pincel de la patria tal como lo estigmatizara Wilson Gómez presidente del Instituto Duartiano. |
En 1844, Juan Pablo Duarte se hallaba desterrado en Caracas, Venezuela, donde escribió, el 4 de febrero de 1844, a sus padres y hermanas una carta estremecedora: “El único medio que encuentro para reunirme con ustedes es independizar la patria; para conseguirlo se necesitan recursos, recursos supremos, y cuyos recursos son, que ustedes de mancomún conmigo y nuestro hermano Vicente ofrendemos en aras de la patria lo que a costa del amor y trabajo de nuestro padre hemos heredado.
Independizada la patria puedo hacerme cargo del almacén, y a más heredero del limitado crédito de nuestro padre, y de sus conocimientos en el ramo de Marina, nuestros negocios mejorarán y no tendremos por qué arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de la patria”.
Esa carta estuvo motivada por otra que, el 25 de noviembre de 1843 le mandaron a Duarte su hermano Vicente Celestino y Francisco del Rosario Sánchez. Luego de informarle de la situación del país en esos momentos, le pidieron, “así sea a costa de una estrella del cielo”, lo siguiente: 2,000, 1,000 ó 500 fusiles, al menos, 4,000 cartuchos, dos o tres quintales de plomo; 500 lanzas o las que pudiera conseguir. Con esas armas pretendían, los patriotas, iniciar la emancipación de nuestro pueblo de la dominación haitiana.
¡Cuánta angustia contendría la sensible alma de Duarte ante una petición apremiante, en momentos tan difíciles! Atinó a pensar en la herencia familiar. La gran lección: a la política y a los cargos públicos se va a servir, no a servirse. Su visión del quehacer político era de entrega total, con toda la pasión necesaria, al logro de un ideal, como el construir una sociedad desarrollada, justa, equitativa y moderna.
Cuando Duarte fue enviado por la Junta Central Gubernativa a Baní en su condición de comandante del Departamento de Santo Domingo, y miembro de la Junta porque “siendo de necesidad en la armada expedicionario Gral.
(Pedro) Santana haya otro oficial superior que pueda reemplazarle en caso de falta y que le ayude y coopere con él en la defensa de la Patria en la agresión que nos han hecho los haitianos, usted se dispondrá a marchar inmediatamente para el Cuartel General con la división que sale hoy bajo sus órdenes, y se pondrá de acuerdo con dicho Gral. Santana para todas las medidas de seguridad y defensa, procurando que sean en armonía con nuestra resolución de ser libres o morir…”.
El 22 de abril de 1844 salió para Baní el general Duarte. Instaló su campamento en Sabana Buey. Luego de proponerle sin éxito al general Santana que hicieran un ataque combinado contra las fuerzas haitianas comandadas por Riviere en Azua, Duarte no estaba dispuesto a continuar en la inacción.
El 4 de abril, la Junta le pide que regrese sólo con su Estado Mayor a Santo Domingo, “donde su presencia es necesaria”.
El interesante episodio de Baní presenta el perfil militar de Duarte, pero nos interesa destacar ahora su concepto de honradez y honestidad, muy especialmente su visión respecto al celo que debe tenerse con los fondos del erario público.
Para la expedición la Junta le entregó mil pesos. Al regresar a la ciudad de Santo Domingo hizo una rendición de cuentas, como dato, esta fue la primera del país de sus gastos, que fueron 173 pesos. Devolvió la diferencia: 827 pesos.
Tanto el funcionario público, de cualesquiera de los estamentos del Estado al que pertenezca, así como los empleados privados y el ciudadano en general, tienen un modelo ético y moral en el fundador de la República. Juan Pablo Duarte es el padre e impulsor de la modernidad en nuestra historia republicana. En sus viajes por Estados Unidos y Europa asimiló las grandes transformaciones que se daban en esas sociedades.
Hoy nos queda todo su legado político y moral, su visión del futuro. Habló antes que nadie de temas que hoy tienen profunda vigencia: soberanía, Poder municipal, al que señaló como cuarto poder del Estado en su proyecto de Constitución; estado de derecho, conveniencia pacífica, tolerancia, entre muchos otros.
En ocasión de ser proclamado en el Cibao presidente de la República, Duarte, envió el 20 de julio de 1844 un mensaje a los habitantes de Puerto Plata, del cual citamos la parte final: “Me habéis dado una prueba inequívoca de nuestro amor, y mi corazón estará satisfecho aún exonerado del mando que queréis ser felices.
Ese es el primer deber del hombre; y sed unidos, y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva. Yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro, a verlos libres, felices, independientes y tranquilos”.
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