El narrador de relevo


Escrito por: FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX (henriquezcaolo@hotmail.com )

–Dolores Barbosa se paraba en la puerta de un almacén donde Arnulfo llevaba la contabilidad, muy cerca de su casa, sólo para saludarlo.  Lolona acostumbra ir al supermercado en “hots-pants”, usa blusas con el escote abierto.  A la calle donde vive –respaldo Colibrí– le dicen “zetadepe”, que viene a ser “zumbador de piquito”, porque por ahí residen algunas mujeres poco recomendables.  Edelmira es una mujer superior; Lolona, por supuesto, es una sinvergüenza. Arnulfo nunca le hizo caso.  Ella se dedicó a difamarlo.  Primero decía que era maricón; después pregonaba que se acostaba con él todos los viernes, justamente el día que le tocaba trabajar en el almacén.
 –El día que vine a saber el precio de la casa oí decir que la viuda creía que su marido la engañaba.  –Precisamente, eso era lo que buscaba Lolona; que Edelmira empezara a sospechar de él la infidelidad.  Obviamente, Edelmira era para Arnulfo lo primero.  Lo sabíamos todos sus amigos.  Él tenía razón: Edelmira, además de ser bonita, inteligente y trabajadora, era alegre, dispuesta a cultivar begonias, a cocinar pastelones, a ayudar a los desesperados.  En nada podía competir Lolona con Edelmira, salvo en perversidad. Si Arnulfo decidía beber un whisky con nosotros el viernes, al llegar a la casa la esposa ya estaba de mal humor.
 Me quedé mirando al tipo de la gorra de cuadros.  Hablaba con naturalidad, convicción, respeto por los demás.  Tenía cara de maestro de escuela pública.  Estaba claro que apreciaba a su amigo fallecido y a su esposa Edelmira.  Oí cuando se acercó a mí que le decía a sus amigos: excúsenme, quiero hablar con aquel señor.  Observé que sus ojos eran color miel de abeja.  Al despedirse de mí extendió la mano: si me necesita no dude en llamarme; por aquí todos me conocen: soy Pirulo.
 Mi teléfono vibró en ese momento; al abrirlo, escuché:        –“Tizol, es Caperuzo; tengo un comprador para la casa de la viuda.  Es un político que quiere mudar a una querida.  Ofrécele cuatro millones; si discute podríamos darle medio millón más.  Pregunta si tiene el título y el plano catastral en regla.  Ya supe que ella pagó todos los impuestos sucesorales”.  Era una grabación del viernes.

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