lunes, 20 de enero de 2014

Administrar escasez



La expresión “carecemos de recursos” es casi una bandera en la sociedad dominicana. La escuchamos en gobernantes, funcionarios, empresarios, líderes de la sociedad civil, expertos económicos y financieros, sindicalistas, periodistas. Todos a una la decimos hasta con cierto automatismo, como los pensadores surrealistas.


Esos 19 caracteres constituyen nuestro gran valladar, el muro de contención ante la toma de decisiones y la excusa perfecta para la inacción.

Es un convencimiento tan arraigado, un pesimismo tan sustancial, que yo mismo he caído en la trampa de creermelo.
De hecho, hace pocas semanas me pareció genial la afirmación de un querido viejo zorro del empresariado en el sentido de que “el gobierno sólo administra chilatas”, por lo cual es necesario un pacto fiscal que revierta esa realidad para que el Estado tenga más recursos para los desafíos del desarrollo.
El viernes, otro amigo del sector privado, perteneciente a una generación más reciente, me dijo con firmeza: “El problema es de gerencia, de gestión, de administración eficiente de los recursos, un cambio en el disco duro de nuestros cerebros”.

Me quedé pensando que en realidad esta es una sociedad de parches: Si una institución no funciona, creamos otra sin cerrar la anterior y las dos terminan haciendo lo mismo con deficiencia al cuadrado.

La conducta no es ajena a segmentos del sector privado y de los negocios que pretenden corregir fallas de servicios disponiendo de más recursos humanos, aunque al final se enteran que todo lo que hacen es generar una suerte de metástasis de la incompetencia. “Carecemos de recursos” es la construcción de un mito. Siempre tendremos poca riqueza para distribuir.

Es que si no manejamos con eficiencia lo poco, tampoco lo haremos con lo mucho. Nunca aprendimos como sociedad a administrar escasez.

El reto es una transformación del ser dominicano. Algo complejo, pues pertenece al reino de lo ontológico y sólo es posible en el largo plazo. Deberíamos cerrar los ojos y volcar todos los esfuerzos a la educación. Las otras reformas vendrán solas. No perdamos tiempo en intentos fallidos.

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