viernes, 17 de enero de 2014

Balaguer y sus asistentes

A veces hasta la enana Celenia pagaba una culpa que no tenía... Pero sus asistentes llevaban siempre la peor parte. Su recio temperamento fue siempre temido en su cercanía.
César Medina
lobarnechea1@hotmail.com
Balaguer fue siempre un hombre de modales refinados y trato distinguido... Pero a veces se “enculillaba” y los San Antonio salían de su despacho y retumbaban en las paredes del Palacio.
Si era en su casa, ya en los años finales, los escuchaba hasta el personal de servicio que nada tenía que ver con su irritación... Real o fingida, porque de ambas formas ocurría ya que era un actor de primera línea.
A veces hasta la enana Celenia pagaba una culpa que no tenía... Pero sus asistentes llevaban siempre la peor parte. Su recio temperamento fue siempre temido en su cercanía.
Ya en sus últimos años, Aníbal Páez llegó a controlar mucho el temperamento de Balaguer porque era la persona de su mayor confianza y cercanía.
Cuando dejó de depender de sí mismo por su ceguera y limitación motora, Aníbal llegó a ser imprescindible en su vida: lo aseaba, lo vestía, lo alimentaba y conducía sus pasos. Dormía a su lado en una camita plegable para asistirlo de madrugada si era necesario.
¡... Pero se peleaban!
Ese vínculo llegó a tal extremo que Aníbal compró la casa número 23 de la Máximo Gómez, contigua a la de Balaguer, y comunicó internamente ambas residencias para poder estar las 24 horas al servicio de su amo. Ahí estuvo hasta el día que murió el líder.
Por supuesto que Aníbal respetaba y quería a Balaguer como a su padre, pero en ocasiones ese roce constante los hacía discutir aunque fuera por razones sencillas, simples, intrascendentes.
Sólo hay que imaginarse a una figura de la trayectoria de Balaguer con más de 90 años, sin control de sus movimientos, ciego y solo, dependiendo de una persona a quien conoció ya siendo viejo y por circunstancias puramente políticas.
Aníbal Páez logró esa cercanía íntima con Balaguer después del gobierno de los 12 años, entre 1978 y 1986. Fue la época en que se conoció públicamente su ceguera irreversible producto de un glaucoma genético mal atendido. Luego se sabría que los dos últimos años de ese período, entre el 76 y el 78, Balaguer ya estaba “ciego a terror”. Eso fue, sin embargo, un secreto de Estado.
Fue entonces cuando Aníbal pasó a convertirse poco a poco en figura infaltable en las cercanías del anciano líder, cuya confianza se ganó en poco tiempo por ser un hombre hábil, diligente, osado y servicial, que llegó incluso a concitar el rechazo de los parientes más cercanos de Balaguer que se sentían desplazados.
El rol de Bello Andino
Mucha gente se pregunta todavía si el rol que desempeñó Aníbal con Balaguer no le correspondía a Rafael Bello Andino, que fue su asistente desde 1955 en el ministerio de Educación y estuvieron juntos hasta el día de su muerte.
La respuesta es simple: Bello Andino fue siempre un ejecutivo, de bajo perfil, pero un hombre de talento probado que asistió a Balaguer desde el punto de vista administrativo, profesional, con total discreción y absoluta lealtad.
Junto a Balaguer estuvo también por muchos años el general Luis María Pérez Bello, su fiel asistente militar. Pero su trabajo era distinto al de Aníbal.
Por décadas se dijo que esos hombres se hicieron inmensamente ricos en la “Era de Balaguer”... ¡Todo mentira!
Por lo menos dos de ellos andan por ahí... relativamente pobres
TOMADO DEL LISTIN DIARIO

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