Duarte, otra vez abandonado

Cualquiera diría que con tanta efervescencia patriotera tras la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, habría hoy protestas masivas por el irresponsable abandono de la casa del patricio, que aloja al Instituto Duartiano y al museo que honra su vida y legado.
María Isabel Soldevila
maria.soldevila@listindiario.com
Hoy, en su cumpleaños 201, Juan Pablo Duarte, hombre de acción y de ideas, sufre los mismos desplantes que le tocaron en vida.
Cualquiera diría que con tanta efervescencia patriotera tras la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, habría hoy protestas masivas por el irresponsable abandono de la casa del patricio, que aloja al Instituto Duartiano y al museo que honra su vida y legado.
Pero no, eso no ha sido noticia. Cerrado todo el año del bicentenario, el museo de Duarte es una metáfora de cómo andan los verdaderos valores patrios: lleno de escombros desde hace un año, olvidado por los políticos de turno y postergado ante otras obras de más relumbrón y retorno electoral.
Duarte, al que los sectores que arrebataron el poder a los trinitarios expulsaron de la patria que había forjado, tuvo que soportar entonces una campaña de difamación encabezada por Pedro Santana que lo tildó de “anarquista, estafador, instigador, pretendido héroe” entre otras canalladas que han sido recientemente documentadas por Juan Daniel Balcácer en su texto “Duarte nunca fue excomulgado”.
Los sectores más conservadores de nuestra sociedad -Iglesia católica incluida- se plegaron al llamado de la Junta Central Gubernativa que declaró “traidores e infieles a la patria” al mismo Duarte que hoy se usa para incitar a la muerte de los nuevos “traidores”.
¿De qué patriotismo hablamos cuando dejamos en ruinas lo que nos queda de Duarte? ¿Será que su verdadero mensaje sigue siendo demasiado incómodo para los sectores del poder?

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