Cartago: Arrasada y hoy renaciente


Por Julio Hernández *

La Habana (PL) La antigua ciudad de Cartago, que Roma saqueó e incendió hasta los cimientos hace más de dos milenios, debió su fundación a un asesinato y sus dimensiones al cuero de una vaca.Es sabido que los habitantes de esta ciudad, que extendió su poderío naval, comercial y económico eran fenicios procedentes de Tiro, ciudad ubicada en lo que hoy son las costas del Líbano.

Didon, primera reina y considerada la fundadora de la ciudad, llegó al lugar tras escapar de Tiro después de que su hermano Pigmalión, rey fenicio, hiciera asesinar al esposo de la soberana para apoderarse de sus riquezas.

La fugitiva, en compañía de un grupo de fieles a su esposo Syché, llegó a la costa de lo que hoy es la capital de Túnez y negoció con Jarbas, el jefe local de la población nativa, establecerse allí, en un escenario que consideró ideal y casi paradisíaco.

Muy astuto, Jarbas respondió que le daría tanta tierra como abarcara una piel de vaca. En la más pura tradición de los comerciantes fenicios, Didon aceptó el reto y mandó a cortar el cuero en tiras muy finas hasta que fue posible alcanzar con ellas un gran terreno, en lo que después y hasta hoy se conoce como la colina de Byrsa.

Esto ocurrió en el año 814 a.n.e., 60 años antes de que, según los datos históricos, surgiera Roma. Ambas ciudades-imperios serían rivales durante siglos, pues batallarían por la supremacía en el mar Mediterráneo.

Hoy en día al nombre de Cartago se identifica con Túnez, pues incluso ese nombre lo lleva el aeropuerto internacional de la capital, así como un conocido festival de las artes que tiene lugar anualmente y uno de los municipios de la ciudad, con 16 mil habitantes, donde han ido a instalarse muchas embajadas extranjeras, representaciones de organismos internacionales, grandes hoteles y familias pudientes.

AL OTRO LADO DEL LAGO 

Para llegar a la actual Cartago hay que adentrarse en el centro de la capital, atravesado por el arbolado bulevar Habib Bourguiba, que nace en el laberinto de callejuelas de la casbah (barrio comercial árabe).

Al final de la ancha avenida se toma por la ruta de La Goulette, la cual se desliza sobre el lago de Túnez, especie de ancha laguna de poca profundidad, en cuyo extremo una franja de tierra firme devide esta masa de agua de la del golfo de Túnez.

Allí se alza lo que quedó de Cartago, luego de ser arrasada por los romanos y siglos después por las tribus de vándalos procedentes de Europa central.

La villa antigua se desarrolló gracias a la habilidad comercial de los cartagineses, que la heredaron de sus maestros fenicios, en todo el Mediterráneo occidental, donde llegaron a controlar Silicia, Cerdeña, las costas de Hispania, las islas Baleares, el norte de Africa, los territorios del reino de Numidia, así como antiguas poblaciones fenicias del litorial de Libia.

Inevitablemente surgieron rivalidades con Roma, ciudad cada vez más fuerte, pues ya había conquistado la península itálica, lo cual desembocó en lo que se llamaron las Tres Guerras Púnicas (del latín poeni=fenicio), nombre que los romanos también daban a los cartagineses.

Las batallas duraron, con algunos intervalos, desde el 264 a.n.e. hasta el 146 a.n.e., y concluyeron con la gran derrota de Cartago; tuvo por consecuencia la destrucción total de la que fue una de las joyas de la antigüedad. La población, que en un tiempo llegó a casi medio millón quedó reducida a 50 mil personas.

En la actualidad desde las alturas de Byrsa se aprecia un paisaje de blancas casas y residencias, así como de hoteles con terrazas y balcones de arquitectura arabo-mediterránea tradicional, que se desprenden hacia las azules aguas del golfo de Túnez.

RUINAS DEL ANTIGUO ESPLENDOR 

Dispersas por toda la zona, el visitante podrá encontrar escasas ruinas de lo que en su momento fueron magníficas construcciones de mármol y piedras pulimentadas de hasta seis pisos de altura: muy pocas de la época cartaginesa y algunas mejor conservadas de la era romana, como el anfiteatro, con capacidad para siete mil 500 espectadores, anualmente la sede emblemática del Festival Internacional de Música de Cartago desde 1964.

El anfiteatro tiene una especial acústica natural, pues cualquier frase pronunciada por un actor en el escenario, incluso sin micrófono, puede ser escuchada nítidamente por todo el público.

También están los vestigios del antiguo circo, las termas de Antonino Pío, los dos puertos artificiales: el militar y el comercial, obra de ingeniería que en su tiempo despertaba la envidia en el Mediterráneo. El puerto militar podía albergar 220 barcos de guerra y por el puerto comercial se importaba trigo, marfil, estaño, oro, esclavos y garum, un condimento muy popular en la época confeccionado con las entrañas de peces secadas al sol, y se exportaban vidrios, cerámicas, bronce, hierro y tejidos.

Gracias a gestiones de la UNESCO al declarar a Cartago en 1979 como Patrimonio de la Humanidad, se ha podido establecer el cuidado de lo que queda de este sitio arquológico, entre otros el llamado Tophet de Salambó, especie de lugar sagrado dedicado a las deidades fenicias de Tanit y Baal, y el barrio púnico de Byrsa.

Hoy el nombre de Cartago está vinculado también a las Jornadas cinematográficas que tienen lugar allí cada dos años, así como las jornadas teatrales, que se celebran con igual frecuencia. Un Festival de Jazz vio la luz también en 2005 teniendo como sede la cercana localidad de Gammarth.

Por cierto el más importante galardón del festival de cine es el Tanit de Oro, en honor de la diosa fenicia.

Así la antigua Cartago, barrida de la faz de la Tierra hace más de dos milenios debido a la rivalidad económica con Roma, vuelve a resurgir ahora llevada de la mano por una diversidad de eventos culturales que contribuyen a dar brillo a su título de Patrimonio Mundial.

*Periodista de la Redacción de Servicios Especiales de Prensa Latina.

arb/jhb


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