Como la Gatica de María Ramos, tiraron las piedras y escondieron las manos...

ORLANDO DICE
Hay un cambio de actitud
Orlando Gil
orlandogil@claro.net.do
@orlandogildice
EL FRACASO.-  Ninguna dominicana reivindicó la canallada que le hicieron al presidente Danilo Medina un grupo de mujeres en el momento en que iniciaba el discurso central en una actividad de CEPAL, celebrada en un hotel de la capital. Fuentes diversas señalan que ésta o aquella, entre las presentes, pero ninguna asume como responsable de la afrenta. Fue un acto a todas luces fallido, y como toda derrota, no tuvo padre ni madre, y hay que registrarlo como  huérfano. Las organizadoras, pues no fue cosa de hombres,  no tuvieron ni siquiera el pudor de los terroristas que no reniegan de sus acciones por muy desesperadas y sangrientas que sean. Nunca una vergüenza fue más grande. Las activistas quedaron tan descalificadas que no fueron capaces de reunirse de nuevo, o por lo menos que se sepa, y los medios estuvieron atentos, a fin de evaluar el fracaso, e incluso hacer ajustes en  la estrategia. Fue asombrosamente: debut y despedida, y los  núcleos feministas, todos de reconocida beligerancia, tuvieron que esconderse con el rabo entre las piernas...
EL HITO.- La ocurrencia fue importante, y hasta podría constituir un hito en el trato de los asuntos nacionales. Ser referente de un antes y un después, pues por primera vez se impone la virtud doméstica ante la ingerencia extranjera. Si el desorden no fue motivado, ni promovido ni llevado a cabo por dominicanas, no queda de otra que acusar a las delegaciones llegadas del exterior. Mujeres blancas que nunca habían visto un hombre de color quisieron ser Haití en territorio ajeno. Si su proclama la hacen del otro lado de la isla, no era que estuviera bien, pero podía entenderse. Ni siquiera les dieron cuerda como a trenes de niños, sino que las usaron como marionetas y las soltaron sin cordeles en medio del escenario. Cuando se produjo la réplica dominicana, que fue sorpresiva e inesperada, perdieron el dominio y tuvieron que acogerse al orden establecido. No volvieron a levantar la voz y mucho menos a interferir en algo que no era de su incumbencia ni tema del evento en que participaban...
TRASQUILADAS.- Las dominicanas que hicieron como la Gatica de María Ramos, y que tiraron las piedras y escondieron las manos,  fueron por lana y salieron trasquiladas. No lograron su objetivo en el hotel Hilton, ni en el escenario de CEPAL, pero provocaron situaciones que nadie sabe dónde podrían ir a parar.  Los haitianos y sus  defensores son los que denuncian, acusan y movilizan, y lo hacen en el país y en el extranjero, sin que exista la debida contraparte dominicana. Dicen falsedades, alegan  mentiras y construyen realidades en consonancia con sus intereses y afines a sus propósitos, sin que gobierno, organismo o persona los contradiga. Se sabe que quien calla, otorga, y que el silencio no es rentable, pero nada se hace para corregir la ofensa y el descrédito. Ahora, sin embargo, hay un cambio de actitud, un ánimo nuevo, como si el dominicano se hubiera cansado de ser banquito de picar carne y quisiera reivindicar todo lo bueno y digno que registran sus anales de gloria...
EL CAMBIO.-  El pasado fin de semana se celebró un foro sobre la sentencia del Tribunal Constitucional, y lo importante no fueron las exposiciones, todas lúcidas y apropiadas, sino la concurrencia. Fue más gente de la esperada, y eso es nuevo y bueno, porque la cuestión haitiana llegó al extremo que se conoce por la dejadez del gobierno por un lado y del ciudadano por el otro. Es hora de poner las cosas en su lugar, y si no lo hacen las autoridades, que sean los sectores que hasta ahora muestran sensibilidad y preocupación. El chantaje haitiano no puede ser eterno. Las actuales generaciones no tienen porqué avergonzarse del acto criminal de Trujillo en el 1937, ni pagar  las consecuencias de una inmigración que fue provocada e incentivada para  aprovecharla como mano de obra barata. Lo que fue, fue, y esa mala conciencia no puede imponerse, como se pretende, pues el capitalismo dominicano tuvo necesariamente que pasar por etapas, y una fue la servidumbre haitiana. Pero ya, ¡ya! ¿Acaso no se dice que no hay mal que dure cien años?...

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