Profesor Juan Bosch: ¿Cuál es la diferencia entre la energía atómica y la nuclear?
¿Cuál
es la diferencia entre la energía atómica y la nuclear?
Que la segunda, la energía nuclear, se manifiesta con mayor poder que la atómica
porque es el resultado de la integración de un núcleo atómico creado por la
unión de dos núcleos de masa más ligera, que se dividen mediante la llamada
fisión nuclear. La energía nuclear no deja residuos radioactivos como los deja
la atómica, pero además no se agota. La tecnología de la fusión y de la fisión
nuclear fue descubierta años después de haberse fabricado la primera bomba atómica,
y con ella los norteamericanos hicieron en 1952 la primera bomba termonuclear,
cuya capacidad de destrucción era mil veces mayor que la que se lanzó sobre
Hiroshima; pero los soviéticos habían avanzado en la física atómica tan de prisa
que fabricaron su bomba termonuclear un año después, es decir, en 1953, y se
adelantaron a Estados Unidos en la fabricación del primer cohete balístico
intercontinental, es decir, que podía salir de territorio soviético y llegar en
corto tiempo a cualquier lugar de América del Norte llevando una bomba nuclear.
Ese cohete balístico fue terminado en 1957, año en el que la
Unión Soviética produjo también el primer satélite espacial tripulado por
hombres, que fue el conocido con el nombre de Sputnik, y así como la humanidad
había entrado el 16 de julio de 1945 en la Era Atómica con la explosión en Álamo
Gordo de la primera bomba hecha a base del poder explosivo de los átomos (que
en ese caso fueron isótopos de átomos de plutonio), el 4 de octubre de 1957 se
inició la Era Espacial con el lanzamiento en la Unión Soviética del Sputnik, y
lo decimos para que el lector se dé cuenta de que para esa fecha, exactamente
cuarenta años después de haber comenzado la Revolución Rusa, la sociedad que la
inició cuando era una de las más atrasadas de los países de Occidente se había
convertido en la competidora de la más desarrollada del mundo capitalista.
Pero para el 1957 la Doctrina Truman de la Guerra Fría tenía
cinco años de lanzada y el gobierno de Eisenhower, sucesor de Truman, no iba a
tolerar que esa doctrina quedara hundida en un mar de incapacidad norteamericana
para mantener la supremacía nuclear sobre la Unión Soviética, de manera que
Estados Unidos apareció construyendo en 1958 un cohete balístico
intercontinental y un satélite tripulado por hombres y en 1960 navegaban por
las aguas del Atlántico submarinos portacohetes. Fue ocho años después cuando
la Unión Soviética construyó submarinos del mismo tipo y en el mismo año (1968)
fabricó cohetes de cabezas nucleares múltiples que llegaban con un retraso de
dos años comparados con los que Estados Unidos había fabricado en 1966.
En el camino de la competencia se había ido muy lejos. La
bomba de Hiroshima fue llevada a bordo de un avión que volaba a 360 millas por
hora y en 1985 un cohete MX de cabezas nucleares múltiples viaja a razón de 15
mil millas por hora, pero además, mientras la bomba de Hiroshima mató e hirió a
más de 200 mil personas la que lleva un MX puede matar, herir o inutilizar de
por vida a varios millones porque la bomba de 1945 tenía un poder destructor
equivalente a 15 mil toneladas de dinamita y un cohete nuclear actual lleva en
su seno la capacidad aniquiladora de 5 millones de toneladas de ese explosivo.
El hecho de que la
Unión Soviética diera muestras de que podía sobrepasar a Estados Unidos en la
carrera de los armamentos nucleares como lo hizo al producir en 1957 el primer
cohete balístico intercontinental, facilitó la apertura entre los dos grandes
poderes de negociaciones para ponerles límite a la producción y el uso del armamento
nuclear. Esas negociaciones condujeron a una cadena de acuerdos iniciada con el
Tratado de la Antártida del año 1959 firmado por 26 gobiernos; el de 1963
mediante el cual se estableció una conexión telefónica directa entre Moscú y
Washington para que los jefes de los gobiernos norteamericano y soviético
pudieran entrar en contacto directo si se presentaba una situación de crisis
que pusiera en peligro la paz mundial, y ese mismo año 111 gobiernos firmaron
un Tratado que prohibía el uso de la atmósfera, el Espacio exterior y las aguas
profundas para hacer en ellos pruebas de armamentos nucleares; en 1967 83
Estados se adhirieron a un Tratado que prohibía colocar armas nucleares en
órbita terrestre y su estacionamiento en el espacio exterior y 22 gobiernos
latinoamericanos declararon sus territorios libres de posesión, almacenamiento
o pruebas de armas nucleares; en el 1968 119 Estados firmaron un Tratado en el
que se prohibía la transferencia a países que no tuvieran armamento nuclear de
armas o de tecnología de ese tipo y además se comprometían a negociar para detener
la carrera armamentista; en 1971 71 gobiernos acordaron prohibir pruebas
submarinas de armamentos nucleares dentro de los límites de 12 millas fuera de
sus costas.
Todos esos tratados indicaban que la posesión por parte de la
Unión Soviética y de Estados Unidos de enormes arsenales nucleares preocupaba a
gran parte de la humanidad, incluidas en ella las poblaciones de los dos
poderosos países, y a partir de 1971, incluido ese año, los gobiernos
norteamericano y soviético llevaron a cabo varios acuerdos; el de 1971 de medidas
para evitar accidentes o uso no autorizado de armamento nuclear; el llamado
SALT I, de 1972, que limitaba las áreas de estacionamiento a sólo dos en cada
uno de los dos países para sistemas de cohetes antibalísticos y en una segunda
etapa congelaba el número de submarinos lanzadores de cohetes balísticos
intercontinentales; el Acuerdo 1973 para consulta de los dos gobiernos cuando
hubiera peligro de una guerra nuclear; los dos Tratados de 1974 que prohibían
las explosiones de prueba bajo tierra de bombas de más de 150 kilotones
(equivalentes a 150 mil toneladas de dinamita) y las explosiones en grupos que
sumaban más de mil 500 kilotones; y por último el Acuerdo SALT II de 1979 por
el cual se limitaba el número de vehículos portadores de materiales nucleares
estratégicos, lanzadores de cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con
cohetes de múltiples cabezas o de bombarderos con cohetes crucero de largo
alcance y prohibición de estacionar nuevos cohetes balísticos intercontinentales.
De esos Tratados y Acuerdos, Estados Unidos no ratificó los
dos de 1974 ni el llamado SALT II; lo que hizo fue dedicarse a fabricar cohetes
destinados a cercar desde países europeos a la Unión Soviética con la bomba de
neutrones, destinada a matar soldados y población civil, pero sin causar daño
alguno a los edificios o construcciones de otro tipo, y con los cohetes
Pershing que pueden atravesar toda Europa y caer en Moscú siete minutos después
de haber sido disparados.
Con la llegada al poder en Estados Unidos de los líderes del
Partido Republicano encabezados por Ronald Reagan, hecho que se produjo al
empezar el año 1981, pasó a ser eje ejecutado un programa de gobierno cuya
política exterior estaría vinculada a la producción de armas nucleares pero que
en la campaña electoral de 1980 se expresaba en consignas que ocultaban esa
vinculación. Lo que ofrecía el candidato presidencial republicano era la
restauración del poderío de su país con lo cual aludía, sin mencionarlo, al
poder militar, porque referirse directamente al poder militar era una manera de
referirse a la producción de nuevas armas nucleares.
“Estados Unidos debe negociar desde una posición de fuerza”,
afirmaba Ronald Reagan después de haber asumido la presidencia del país; pero
esa posición privilegiada sólo podía alcanzarse negociando con los gobiernos de
Europa Occidental, miembros de la OTAN, es decir, aliados de América del Norte,
para lo cual se requería hallarse en posesión del aparato del Estado; y tan
pronto llegó a la Casa Blanca, Reagan y sus hombres de confianza pusieron en
práctica el plan de sus consejeros habían elaborado antes aún de que comenzara
la campaña electoral, que consistía en instalar en Europa la nueva cohetería
norteamericana y sobre todo la bomba de neutrones con lo cual quedaban sin
valor los Tratados de 1974 y el llamado SALT II celebrados con la Unión
Soviética y pasaba a adquirir su papel de propaganda política la locución
Guerra de las Galaxias.
El significado de esa locución era, y sigue siendo, guerra
llevada a cabo en el Espacio, fuera de la Tierra, en las regiones del Universo
por donde vuelan día y noche sin ser advertidos por los pueblos del mundo unos
aparatos portentosos, y a la vez poderosos, que desde las alturas de muchos
kilómetros en que transitan pueden grabar conversaciones telefónicas y retratar
un automóvil que rueda a lo largo de una carretera; que pueden acumular en
computadoras los datos de todo lo que sus mecanismos de observación captan a la
distancia en cualquier país, gracias a los cuales el gobierno que los usa tiene
informaciones detalladas de cuanto pasa en un territorio dado.
Estados Unidos tiene el poderío que le confiere la posesión
de aparatos nucleares de todo tipo y con ellos de los que le corresponden a una
gran potencia espacial, pero la propiedad de tanta maquinaria portentosa no
parece estar acompañada por una noción clara de los peligros que conlleva el
uso de esos aparatos. Si los hombres que dirigen el Estado norteamericano
tuvieran esa noción no alentarían el uso de una propaganda política como la que
se hace estimulando la llamada Guerra de las Galaxias, porque una guerra hecha
con armamento nuclear en el Espacio terrestre destruirá la atmósfera que nos
rodea, y sin esa atmósfera no podría haber vida en la Tierra.
No lo habría para los soviéticos, pero tampoco para los
norteamericanos y mucho menos para los miles de millones de seres que forman la
población de Tercer Mundo, entre los cuales estamos los dominicanos.
Santo Domingo,
18 de enero de 1985.
Un poco de historia
Antes del año 1945 un número muy corto de personas sabían que
en la naturaleza había una fuente de energía llamada átomo y que el átomo
consistía en cada uno de los pequeñísimos cuerpos eléctricos de que está
constituida la materia, pero mucho menos se sabía, con la excepción de algunos
grandes conocedores de las Ciencias Físicas, que de los átomos podía obtenerse
una fuerza explosiva millones de veces más poderosa que la dinamita, que hasta
entonces era el explosivo más potente que el hombre podía producir y controlar
a su conveniencia; y sucedió que a mediados de julio de ese año 1945 un grupo
de científicos que habían estado trabajando secretamente en un plan destinado a
fabricar una bomba atómica, hizo estallar una de prueba en Álamo Gordo, un
lugar de Nuevo México, Estados Unidos, y con esa prueba comenzó la Era Atómica
es decir, una época nueva de la historia porque la explosión de Álamo Gordo
demostró que a partir de ese momento la humanidad disponía de un poder
energético cuya existencia había sido insospechada hasta entonces. Ese poder
podía usarse en la guerra para aniquilar militarmente al enemigo, pero también
en la paz para ejecutar grandes proyectos de planes beneficiosos para la
humanidad, y se usó en la guerra que se llevaba a cabo entre Estados Unidos y
su aliada la Unión Soviética contra Japón. Esa era la parte final de la llamada
Segunda Guerra Mundial, que había terminado en Europa con la rendición de
Alemania el 8 de mayo de 1945 pero seguía en el Pacífico entre norteamericanos
y soviéticos de una parte y japoneses de la otra. La bomba atómica fue usada
por primera vez el 6 de agosto de ese año 1945, apenas tres semanas después de
ser probada en Álamo Gordo; se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima, donde además
de matar por achicharramiento y por asfixia y de inutilizar por quemaduras
profundas a más de 200 mil personas destruyó el centro de la ciudad, todo ello
con una sola explosión de corta duración.
La posesión de la
bomba atómica convirtió a Estados Unidos en la mayor potencia militar del
mundo, pero no por mucho tiempo porque en 1949 la Unión Soviética anunció que
había terminado el monopolio norteamericano del poder ató¬mico, lo que
significaba que los soviéticos habían fabricado también una bomba atómica y a partir
de ese momento empe¬zaría una carrera de competencia entre los dos países que
acabaría colocando a la Unión Soviética en el mismo nivel de poderío militar
que los Estados Unidos, y no sólo por su dominio de la energía atómica sino
además el de la energía nuclear.
Juan Bosch
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