Estados Unidos, China y el nuevo orden mundial
Rancho Mirage (EE.UU..- La cumbre de presidentes entre el estadounidense Barack Obama y el chino Xi Jinping sentó las bases este fin de semana de un nuevo marco de relación entre las dos grandes potencias mundiales cuyos gobiernos tienen en sus manos el futuro de la geopolítica internacional de este siglo.
Más allá de los acuerdos puntuales, que los hubo, destacaron las formas en las que transcurrió el encuentro bilateral, lejos del ruido burocrático de Washington y Pekín, sin corbatas y parafernalias de visitas de Estado, en un ámbito casi privado diseñado así para que ambas partes hablaran con "franqueza". Obama y Xi pasaron el viernes y el sábado recogidos en una suntuosa propiedad de Rancho Mirage, en pleno desierto del sur de
California, donde la temperatura del mes de junio rebasa diariamente los 40 grados, un calor que contrastó con la voluntad de enfriar tensiones y tender puentes mostrada por los mandatarios. Esta cumbre, que bien podría calificarse del entendimiento, escenificó una vuelta a la bipolaridad en un mundo multilateral donde dos países sobresalen por encima del resto, como ya ocurriera durante la Guerra Fría, si bien es ahora China y no la URSS quien ejerce de principal contrapeso a EE.UU.
Xi se encargó de significar la trascendencia de la cita, que comparó con la visita de Richard Nixon a su país en 1972 y que supuso la normalización de las relaciones entre China y EE.UU.
El asesor de Seguridad Nacional de Obama, Tom Donilon, coincidió en la singularidad del evento, cuyo único precedente en términos históricos fue el encuentro que mantuvieron en 2002 George W. Bush y Jiang Zemin, si bien en aquella ocasión el presidente chino estaba al final de su mandato y la conversación fue de apenas 2 horas. Obama y Xi pasaron dos días juntos y 8 horas de reunión, y ambos tienen aún varios años por delante en sus respectivos cargos.
En el trasfondo de esta cumbre, argumentó Donilon, estaba poner los medios para que la relación entre los dos gobiernos "no se deteriore innecesariamente" por "rivalidades estratégicas" y establecer una vía fluida de comunicación entre los respectivos mandos militares. Una idea que revive el concepto del teléfono rojo con Moscú.
"Una visión que tiene alguna gente en EE.UU. y China es que un poder en alza y un poder establecido están destinados al conflicto de alguna forma. Que se trata de una dinámica inexorable. Nosotros rechazamos esto y el gobierno chino también. El nuevo modelo de relación entre grandes potencias es asegurar que esto no ocurre", afirmó Donilon.
En un clima de cordialidad, Obama y Xi acordaron hacer frente común contra la amenaza nuclear de Corea del Norte, colaborar para evitar el robo de propiedad intelectual a través de internet y firmaron un convenio para limitar la emisión de hidrofluorocarbonos (HFC) a la atmósfera, unos gases de efecto invernadero presentes en muchos electrodomésticos.
La economía y los derechos humanos fueron parte del diálogo, como también los intereses de unos y otros en el área del Pacífico asiático donde EE.UU. ha reiterado públicamente que tiene interés en aumentar su influencia, algo que no gusta en China que, por su parte, mantiene disputas territoriales con aliados de Washington en la zona.
Los presidentes oriental y occidental mostraron su predisposición a rebajar tensiones y dar prioridad a vías diplomáticas frente a acciones unilaterales que contribuyen a desestabilizar una región cuya prosperidad resulta fundamental actualmente para el progreso económico de chinos y estadounidenses. EFE
POR FERNANDO MEXÍA/EFE
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