Los curiosos estilos de criar a los hijos en diversas partes del mundo.
La escritora estadounidense Christine Gross-Loh, columnista del Huffington Post, comenzó a criar a su hijo con el método norteamericano hasta que le tocó irse a vivir a Japón. Allá conoció formas, a veces totalmente opuestas a las que estaba utilizando y que, sin embargo, parecían dar mejores resultados.
Decidió profundizar más: por dos años viajó a otros países y entrevistó a padres e investigadores para dar con estrategias que son tradición para algunas culturas y que estudios y estadísticas han comprobado, funcionan mejor para criar niños más independientes y autónomos. Conozca aquí algunas de ellas.
Dormir como los japonesesEn EE.UU., los niños tienen habitación propia prácticamente desde que nacen, los padres suponen que hacerlos dormir solos hará que en el futuro sean más independientes. Sin embargo, los japoneses -también franceses y suecos- hacen exactamente lo contrario: duermen con los niños en la misma pieza no sólo cuando son bebés, sino hasta que sus hijos sienten que están preparados para hacerlo solos.
Los japoneses plantean que cuando un niño siente -desde pequeño- que sus padres están siempre cerca para satisfacer sus necesidades (no sólo en el día) adquieren más confianza y seguridad. Esto, porque se saben protegidos y esa sensación a la larga se expresa en mayor autonomía e independencia. Los efectos se ven claramente en Japón. Los niños van a clases solos desde los seis años -ya sea en transporte público o caminando por las calles en grupo- y saben cómo comportarse con desconocidos, cuenta Gross-Loh. “La seguridad que les otorga dormir con sus padres cuando son bebés les permite comportarse más independientes cuando crecen”, dice a La Tercera. Gross-Loh cita incluso un estudio de la U. California en Irvine que confirma la tendencia: dice que hacer dormir a los bebes en su propia pieza sólo contribuye al destete más temprano.
Almuerzo coreano o suecoCorea del Sur está entre los países con los índices de obesidad más bajos del mundo, sólo un 4% de su población tiene obesidad, comparado con el 25% que exhibe Chile o el 36% de EE.UU. y México.
La alimentación no sólo es un ritual, es parte de las clases que reciben en el colegio y sobre todo, en casa.
En Corea, desde que los niños comienzan a comer alimentos sólidos se les sirve lo mismo que a los adultos, que siempre es comida saludable. Es decir, el ejemplo de los padres es crucial. En sus restaurantes no existe el menú para niños. Comen en familia y los niños son capaces de probar de todo. Al igual que los franceses, deben esperar a que todos estén listos para comer, y el proceso es largo y pausado.
En Suecia sucede algo similar. Como los adultos tienen menos horas de trabajo, eso les permite dedicar tiempo a cocinar con los niños: una forma de educarlos sobre lo que es bueno o malo para la salud.
Les resulta tan bien que los padres les piden a los propios niños que elijan qué comerán. “Nunca eligen de forma equivocada”, dice Gross-Loh, porque en sus refrigeradores tampoco encontrarán alimentos poco saludables.
El sábado, eso sí, hay un recreo, es el día de los dulces: los niños los compran en la mañana y los comen en la tarde, en familia. “Nadie piensa en comer dulces un miércoles”, dice Mikaela, una adolescente sueca, en el libro.
Escandinavia outdoorsGross-Loh destaca el tiempo que los niños de Suecia, Noruega y Finlandia pasan jugando al aire libre, a pesar de las bajas temperaturas que caracteriza a esos países. Los niños escalan árboles y juegan en los techos o pasean en bicicleta por el vecindario, sin la supervisión de un adulto. Lo contrario a Chile, donde un estudio de la Junji 2010 mostró que un 67% de los niños menores de cinco años juega preferentemente al interior de sus hogares, y un 39,2% nunca juega con otros niños del barrio.
Contrario a lo que podría pensarse, los países escandinavos tienen los menores índices de lesiones en niños y lucen las tasas de felicidad infantil más altas del mundo. “Algunos investigadores creen que hay una razón evolutiva detrás de que a nuestros niños les guste tomar riesgos, como deambular lejos o escalar árboles altos”, dice.
Una investigación noruega (U. Queen Maud) que cita la escritora en su libro, dice que dejar que los niños tomen ciertos riesgos les ayuda a satisfacer su necesidad de reto y a perfeccionar el criterio interno de lo que sus cuerpos son capaces de hacer.
Lo anterior se complementa con una cultura que apoya el tiempo de juego para los niños. En Finlandia, por ejemplo, los niños tienen entre 600 y 700 horas de clases al año (300 menos que en EE.UU.). Cada 45 minutos hay un receso de 15 minutos y hasta los 11 años no se llevan tareas para la casa. En el período de exámenes, pueden elegir el día en que quieren ser evaluados. Un 7% de los niños finlandeses se siente ansioso por matemáticas (en Japón y Francia, es 53%). Y todo lo logran sin perder calidad, pues Finlandia tiene uno de los mejores sistema educativos del mundo.
Francia y Alemania: crítica y pacienciaEn EE.UU. es común escuchar un “bien hecho”, aunque el trabajo no sea el mejor, dice Gross-Loh. Se hace, porque se cree que ello fortalece la autoestima de los niños. En Alemania, al contrario, los adultos educan a sus hijos para que acepten comentarios y críticas sobre sus trabajos o actitudes. “Mi experiencia es que los niños en otras partes obtienen cumplidos por un trabajo más pobre”, dice Gerhild, una madre alemana a la autora.
Aunque es bueno alabarlos, dice, hacerlo cuando no es necesario no ayuda a que los hijos avancen. Por eso los niños alemanes tienen más carácter y son más tolerantes a la frustración: saben que pueden equivocarse, pero también saben que con más esfuerzo pueden lograr un mejor resultado.
Algo que también es parte de la crianza en Francia. En este país, los padres los frustran a propósito para educarlos a que no siempre se obtiene lo que se quiere y que hay que saber esperar.
De hecho, es común que no les den algo que desean por años para enseñarles el valor de la paciencia y a ser tolerantes a la frustración. “Los niños necesitan aprender cómo convertirse en adultos. Eso significa saber que a veces tienes que esperar y que no siempre obtienes lo que deseas de inmediato”, dice Gilles, una madre francesa. “De otro modo, nunca entenderán la satisfacción que viene tras la espera”, dice.
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