¿Paso abierto de la frontera?


Vinicio A. Castillo Semán
viniciocastilloseman@gmail.com
El sociólogo e historiador haitiano radicado en Canadá, Paúl Joseph Batist, sugirió que se establezca un libre tránsito de los ciudadanos de Haití y de República Dominicana, al considerar que “las fronteras son un mito y a veces un chiste”.
Joseph, quien estuvo acompañado del sociólogo dominicano Andrés Paulino y del profesor mexicano Carlos Villa, dijo que “en los foros internacionales que participa, sobre todo en Europa, África y América, cuando sale a relucir la división territorial de la isla de Santo Domingo, hoy conocida como La Hispaniola, se llega a la conclusión de que no es posible que un territorio de 71,000 metros cuadrados esté separado por dos países que tienen una población en conjunto de unos 20 millones de habitantes”.
En realidad, estas declaraciones, aparecidas en la edición del domingo 5 de agosto en este diario, se produjeron en la misma semana en que la representante de la ONU en el país, Vallerie Juliand, tuvo el atrevimiento de plantear que la solución del grave problema de la inmigración haitiana debía solucionarse con la amnistía en favor de más del millón de ilegales haitianos que viven en nuestro territorio.
En realidad, quien esto escribe agradece, dentro de la gravedad de estos planteamientos, que los mismos se hayan producido, porque han servido para ayudar a la comprensión de muchos que han dudado de la existencia de esa trama contra la nacionalidad dominicana y de los planes de fusión entre República Dominicana y Haití, denunciados ofi cialmente por Joaquín Balaguer en el Congreso Nacional el 27 de febrero del año 1994.
Evidentemente, no hay que ser un experto para darse cuenta de que hay una ofensiva internacional con ramifi caciones locales de Ong’s y personalidades que reciben fondos extranjeros, cuyo objetivo es presionar al nuevo gobierno de Danilo Medina, que iniciará el próximo jueves, a fi n de que frene la aplicación de la Constitución, la ley y el Reglamento de Migración.
República Dominicana pasó décadas sin una ley efectiva de Migración.
Después de muchos tumbos y consensos logró, hace exactamente 8 años, aprobar la ley vigente. La administración de Leonel Fernández, a partir de agosto del 2004, fue sometida a grandes presiones por sectores de poder internacionales, a fi n de que no se votara el Reglamento de aplicación correspondiente. Los traidores locales se fueron a la Suprema Corte de Justicia actuando como Tribunal Constitucional, a alegar que esa ley era inconstitucional, lo que fue rechazado y adquirió, desde el punto de vista constitucional, la autoridad irrevocable de cosa juzgada, sin posibilidad de ser revisada por mandato expreso de la Constitución por el actual Tribunal Constitucional.
Después de 7 años de engavetamiento, el Presidente Leonel Fernández, por fi n, sacudiéndose de esas presiones, prohijó un reglamento de aplicación de la Ley de Migración consensuado y elogiado internacionalmente, por ser respetuoso de los derechos fundamentales de los inmigrantes ilegales. Nombró a José Ricardo Taveras, secretario general de la Fuerza Nacional Progresista, encargado de Migración, habiéndose caracterizado éste por su prudencia y fi rmeza en el cargo, sin que nadie haya podido señalarle ningún acto de arbitrariedad o maltrato a los derechos de los regulados por esta Ley de Migración.
Estos primeros pasos de la República para ordenar el espinoso tema migratorio, sin embargo, ha sido del desagrado absoluto de quienes urden en la sombra la fusión en los hechos de Haití y la República Dominicana.
Y es por ello que han desatado, en este período de transición, la campaña de descrédito contra la Ley y la actual Dirección General de Migración.
El problema de la inmigración masiva de haitianos ilegales no es solo de la protección de nuestra nacionalidad, de la integridad de nuestro territorio, de la defensa de nuestros valores patrios, culturales y religiosos. Concomitantemente con todo lo anterior, está la calidad de vida de nuestra gente, de nuestros pobres, que no podrán jamás avanzar ni ser sacados del estado de postración en que se encuentran, si no hay una política clara y efectiva para regular la inmigración ilegal de un estado colapsado, que no tiene la más mínima posibilidad de desarrollarse en su desolado territorio si no es de la mano de una comunidad internacional, tan indolente y tan insensible, que ni siquiera con el grave terremoto que sacudiera a esa pobre nación en enero del 2010, ha podido llevarle el auxilio requerido mínimamente.
Lo paradójico es que es esa misma comunidad internacional la que ha dado la espalda a ese drama humano de millones de seres que habitan la parte oeste de esta isla, los que se atreven a venir aquí a pedirle a quienes más han aportado en la solidaridad con los haitianos a que se sigan sacrifi cando y en aras de esa solidaridad humana pongan en riesgo la existencia de su Nación misma.
He dicho que este pueblo peleó por su independencia, supo pelear en la restauración contra la anexión a España y en 1965, en contra de la intervención norteamericana. Es un pueblo pacífi - co y generoso. Pero que nadie se equivoque.
Si le toca de nuevo la imperiosa necesidad de luchar por su subsistencia como nación soberana, libre e independiente, lo volverá a hacer. Y eso que lo sepan desde ahora los traidores del patio, que son los mayores responsables de lo que aquí pueda ocurrir si no se detiene a tiempo esta verdadera invasión pacífi ca de Haití sobre la República Dominicana.

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