50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II (I)


Cardenal Nicolás De Jesús López R.

El 11 de octubre de 1962, el Papa XXIII inauguraba solemnemente las sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Basílica de San Pedro con la participación de unos 2,500 Obispos del mundo entero.

La idea de un Concilio se había pensado en los Pontificados de Pío XI y Pío XII, pero las dificultades surgidas después de la Primera Guerra Mundial y los regímenes totalitarios establecidos en Alemania, Italia y Rusia en los tiempos del Papa Ratti, no permitieron realizar el proyecto conciliar.

Lo mismo sucedió con el Papa Pacelli, elegido meses antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial en 1939, las sucesivas e innumerables barbaries de los seis años siguientes hasta el final de los episodios bélicos en 1945, y, naturalmente, la posterior reconstrucción de Europa, en buena parte destruida, limitaron la acción de Pío XII para pensar en la convocatoria de un evento como el Concilio.

Se ve que los planes de la providencia divina era que Angelo Giuseppe Roncalli, elegido Sumo Pontífice el 28 de octubre de 1958 a los 77 años de edad, hiciera meses después el gozoso anuncio en la Basílica de San Pablo extramuros, el 25 de enero de 1959.

El mismo Papa Juan XXIII diría cómo había pensado en la idea del Concilio .

Un día, al abrir la ventana del apartamento pontificio, sintió que entraba aire fresco y asoció esa agradable sensación con que la Iglesia viviese entonces un nuevo Pentecostés. Así debe considerarse la extraordinaria experiencia del Concilio Vaticano II .

Se ha dicho con sobrada razón que fue el más importante acontecimiento eclesial del siglo XX y otros, no sin fundamento, llegan a afirmar que, después del Concilio de Trento, la gran respuesta de la Iglesia a la Reforma protestante, en el siglo XVI (1545-1563, iniciado por Paulo III, continuado con Julio III, y clausurado por Pío IV), el Concilio Vaticano II ha sido el de mayor trascendencia para la vida de la Iglesia .

El conocido teólogo alemán Karl Rahner llegó a decir, que el Concilio Vaticano II significó nada menos que la entrada en una nueva época de la historia de la Iglesia, comparada quizás con la apertura de la comunidad judía de Jesús a los gentiles o al ámbito de la cultura occidental .

Puede suponerse que cuando se convocó el Concilio, a pesar de las egregias figuras que no protagonizaron, nadie en la Iglesia tenía semejante experiencia .

Por esa razón, la primera etapa conciliar fue de tanteo en cuanto a la temática, orden de tratarlo, procedimientos, etc .

De hecho, en esos primeros meses, octubre a diciembre de 1962, no se aprobó ningún documento .

Pero es obvio que en esa primera etapa, los Padres Conciliares se conocieron, tuvieron la oportunidad de ver cuáles eran las grandes necesidades de la Iglesia, las principales inquietudes que tantos pastores iban exponiendo. Era un momento de gran esperanza para la misma Iglesia y para el mundo .

Lo había expresado claramente Juan XXIII en su Discurso de apertura: “El Concilio que comienza aparece en la Iglesia como un guía prometedor de la luz resplandeciente... Puede decirse que el cielo y la tierra se unen para celebrar el Concilio; los santos en el cielo, para proteger nuestros trabajos; los fieles en la tierra, continuando en su oración al Señor, y vosotros, siguiendo las inspiraciones del Espíritu Santo, para obtener que el común esfuerzo corresponda a las exigencias actuales y a las necesidades de los diferentes pueblos” .

Con esos augurios y garantía comenzaba el Concilio su andadura que duraría tres años más, Juan XXIII clausuró esta primera etapa conciliar el 8 de diciembre de 1962 .

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