El afán del mañana en desmedro del hoy
Por asunto de ubicación geográfica, de su preponderante rol en el actual orden mundial y por intereses propios, siempre he dado un marcado seguimiento a los aconteceres en Estados Unidos. Esto siempre resulta útil a la hora de contextualizar nuestra estado de situación nacional, y a la hora de interpretar el impacto de fenómenos de carácter geopolítico, social y económico sobre nuestro país.
Resulta fructífero el ejercicio contrastivo porque nos permite conocer, por ejemplo, como vamos en comparación con nuestros vecinos del norte en nuestras aspiraciones nacionales en el ámbito del fortalecimiento de la legalidad y la institucionalidad.
Las similitudes, cuando encontradas, siempre constituyen motivo de regocijo, esperanza y orgullo.
En estos días observo en Estados Unidos un fenómeno que se replica en República Dominicana, cual espejo, con una fidelidad absoluta: un “mañanismo” desmesurado.
¿A que me refiero con eso? A una impaciencia epidémica por conocer lo que pasará mañana, al margen del hoy, en algunos ámbitos de la vida nacional. Hace apenas 5 semanas de que se celebraran las elecciones más largas y costosas de la historia de los Estados Unidos, sin embargo, ya comienzan las ponderaciones y los análisis sobre las elecciones presidenciales del 2016. Cuando se pensó que la gente necesitaría un receso de la política, la vorágine hiperbólica de analistas, consultores y comunicadores resultó omnipresente y poderosa, y el tema electoral vuelve a colocarse en espacios de primacía en la opinión pública.
Que si será Hillary; que si será Biden o su hijo; que tal vez sigue siendo momento propicio para catapultar figuras de las minorías étnicas, y por ende un Cory Booker suena bien o talvez Antonio Villaraigosa. Que si los republicanos se decantarán por Chris Christie, el popular gobernador de Nueva Jersey; que si elegirán a Jeb Bush, quien sería el tercero de su familia en ocupar la presidencia; que si será Paul Ryan o Marco Rubio, o que si nos llevaremos una sorpresa con Condoleezza Rice. En fin, las conjeturas no se han hecho esperar, a tal punto que ya circulan encuestas al respecto.
Todo esto, mientras el recién reelecto Obama capea y serpentea para no caer en un precipicio fiscal, y concomitantemente, trata de contener una situación de preludio de guerra en Medio Oriente.
En lo anterior, encontramos una similitud con lo que observamos en nuestro país, aunque dudo que este sea una de esas coincidencias que al verificarse genere regocijo, esperanza u orgullo a la mayoría de nuestro pueblo. Hace apenas poco más de 100 días que asumió la conducción del estado un nuevo presidente, que al igual que en Estados Unidos, nos llega como resultado de una campaña electoral larga y costosa. A pesar de esto, ya se ha iniciado la discusión de cara al proceso electoral del 2016. En el partido de oposición de mayor tradición continúan las pugnas por el control de su estructura institucional, lucha que tiene como trasfondo la candidatura presidencial del ’16. En otros partidos y parcelas políticas ya se observa un proselitismo activo, y en ciertos sectores con anhelos de poder, ya la emprenden en contra de quien han identificado como su más aventajado adversario. Y todo esto acontece mientras el recién juramentado presidente afronta un ominoso panorama económico mundial, trabaja con denuedo para poner en marcha su visión de estado y destina importantes energías y capital político para instituir una nueva arquitectura fiscal.
¿A que se debe este “mañanismo”? ¿Será que el vivir de prisa que caracteriza la era de la información nos lleva a querer saber lo de mañana sin haber conocido bien lo de hoy? No se si sea esa la respuesta, y en realidad, tampoco me interesa. No escribo este artículo con el objetivo de entender la enfermedad, lo escribo solo con el fin de resaltar su principal síntoma: que concentrar nuestra atención en lo que pasará mañana, siempre irá en detrimento de lo que podemos hacer hoy.
O dicho de otra manera, que las fórmulas predictoras del mañana no pueden funcionar al margen de lo que pase hoy, y que por ende, el único camino razonable es concentrarse en construir el hoy. A quien le sirva, que se lo ponga.
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