El “asesinato del cadáver” de Caamaño



César Medina
lobarnechea1@hotmail.com
Hay cientos de testigos que vieron al coronel Caamaño con vida después de ser apresado levemente herido en una pierna, el 16 de febrero de 1973, en Nizaíto, San José de Ocoa.
Existen también testimonios de su comportamiento gallardo, valiente, digno de un hombre de su estirpe, de su honor, de su historia...
... Y también cientos de ojos vieron su fusilamiento y miles de oídos escucharon los tiros que acabaron con su vida, ordenados por una jerarquía militar que actuó con irresponsabilidad y cobardía en violación al código universal que garantiza la vida al prisionero de guerra.
Todas esas cosas se conocen desde hace casi 40 años, cuando se produjo el infortunado desembarco guerrillero de Caracoles, al mando del Héroe de Abril.
Pero todos ignorábamos los detalles macabros e inhumanos en que incurrió el mando militar para deshacerse de su cadáver, en el mismo escenario de los hechos, y en presencia de las tropas que celebraban con vítores y ráfagas al aire.
Los tiros hacia arriba en celebración de victoria aquel 16 de febrero lo narra Hamlet Hermann en “Caracoles, la guerrilla de Caamaño”, su experiencia en esa expedición.
Claudio Caamaño Grullón, pariente cercano de Francis y segundo sobreviviente del grupo de ocho que desembarcó en Caracoles, describe el testimonio que recibió de esos hechos como si se tratara de una novela macabra, impropia de seres humanos racionales, de militares académicos, de gente aparentemente bien formada a quienes solemos ver en la misa del domingo. Y hasta comulgan, se arrodillan y rezan...
El estupor es mayor cuando se piensa que el coronel Caamaño fue compañero de armas y amigo de infancia de los “asesinos de su cadáver”. Porque no puede haber mejor definición que ésa para quien es capaz de descuartizar a tiros el cuerpo de un ser humano, y con forma autoritaria disponer que sea incinerado. Y luego ordenar que “si algo queda, échenselo a los puercos...”
Crimen de guerra
La muerte del coronel Francis Caamaño, después de ser arrestado e interrogado por el mando militar --y dicen que hasta por agentes de la CIA de los Estados Unidos--, está tipificado en cualquier parte del mundo como crimen de guerra.

Y el crimen de guerra no prescribe, el tiempo no lo borra ni exime a los autores de responsabilidad penal, sin importar los años transcurridos entre el hecho y el reclamo de justicia.
Por eso pudiera tener vigencia la solicitud de apertura de juicio contra los autores de la ejecución de Caamaño en las montañas de Ocoa en febrero del 73.
Para el Código Penal Dominicano ese hecho está prescrito en el tiempo. Pero no en el estatuto internacional votado en Ginebra, en marzo de 1949, que dispone que todo prisionero de guerra debe ser juzgado de forma imparcial y reconocérsele todos sus derechos, sin ser vejado ni maltratado físicamente.
Ayer uno de los hijos de Caamaño, militar con el mismo nombre de su padre y que ostenta el rango de teniente coronel del Ejército Nacional, invocó ese estatuto para señalar que los autores del fusilamiento de su padre tienen que ser juzgados como asesinos de guerra.
El secretario de las Fuerzas Armadas, que además estaba al mando de las operaciones militares en 1973 era el contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes, actualmente en retiro, que en la ocasión firmó un parte militar dando cuenta de que el coronel Caamaño había muerto en combate con tropas regulares del Ejército.
Los restos
Los familiares de Caamaño han actuado con corrección al solicitar al gobierno disponer la comprobación científica de que los restos desenterrados de una fosa común en Nizaíto, se corresponden con los del héroe de la gesta de Abril.

El mando militar declaró entonces que el cadáver de Caamaño fue inhumado en un lugar desconocido de la Cordillera Central, pero posteriormente se supo que fueron incinerados y sus cenizas enterradas junto a los cadáveres de sus compañeros Lalane José y Pérez Vargas.
Testigos del hecho confiaron luego a Claudio Caamaño que la humedad que prevalecía aquel día impidió la incineración total del cuerpo de Caamaño y que parte de ellos quedaron enterrados en el lugar.
El oficial encargado de tan macabra tarea fue al sitio muchos años después junto a Claudio y desenterraron unos restos que dicen son los de Caamaño. También los de Lalane y Pérez Vargas.
Pero la versión siempre ha sido puesta en duda por amigos y enemigos. Hamlet Hermann, por ejemplo, siempre ha dudado que se trate de los restos de su líder guerrillero.
Una simple prueba de ADN podrá demostrar si se trata o no de los restos de Francis Caamaño. Y es eso lo que han pedido sus familiares al presidente Danilo Medina.
Comprobado eso faltaría entonces determinar de dónde partió la orden para su ejecución... Porque hay testigos de sobra que vieron el fusilamiento. Pero...
¿quién lo ordenó...?

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