Valoy y las fotos del cadáver de Caamaño
Porque nadie más retrataría aquel cadáver ilustre, con esa mueca labial que parecía una sonrisa, las curitas en ambos pies ampollados, la frente amplia con una perforación arriba del ojo izquierdo, el torso desnudo con un tiro sobre el corazón...
No había ninguna duda... Ese era Francisco Alberto Caamaño Deñó, Francis para sus familiares, amigos y compañeros de armas, y Román para los camaradas de aventura guerrillera.
Allí estaba tendido su cadáver, a corta distancia de sus compañeros Lalane José y Pérez Vargas, heridos también en la escaramuza de la noche antes y rematados por las tropas regulares.
Junto a Valoy, otros dos extraños en Nizaíto, entre Constanza y Ocoa, aquella mañana húmeda y fría del 17 de febrero de 1973: El redactor José Goudy Prats, de El Caribe, y el camarógrafo Eladio Marino Guzmán, de CNN.
Fuera de ellos tres, ningún otro civil vio el cadáver de Caamaño, a excepción de “unos extranjeros” que llegaron temprano en la mañana y le tomaron huellas dactilares para verificar que ciertamente se trataba del líder guerrillero. Es obvio que se trataba de personal técnico de la CIA.
Nadie sabe todavía cuál fue el criterio para seleccionar a los tres periodistas que viajaron aquella mañana a Nizaíto a ver el cadáver de Caamaño, pero García Valoy ña quien sus compañeros siempre hemos llamado “Angava”, las siglas de su nombreñ, reveló ayer al Listín que el propio presidente Balaguer le dio instrucciones sobre esas fotos para que a nadie le quedara duda de que se trataba del cadáver del líder revolucionario.
De ese hecho histórico se cumplirán 40 años dentro de dos meses, y aún recuerdo muy bien que los periodistas activos en esa época reclamamos el derecho a un trato igualitario, sin discriminación... ¡Pero nadie hizo p... caso!
El hervidero de UH
A sus veinte y pocos años ya Virgilio Alcántara era director de Última Hora... A la muerte de Caamaño, Gregorio García Castro era el jefe de Redacción, y el más viejo del equipo de periodistas de ese vespertino, tendría a lo sumo 27 ó 28 años. Yo apenas pasaba de los 20 años.
Ese 17 de febrero en la mañana se sabía extraoficialmente que Caamaño había caído en Nizaíto, pero el gobierno ni las Fuerzas Armadas habían dicho nada.
A primera hora de la mañana Virgilio se ocupó personalmente de llamar por teléfono a todos los periodistas bajo su mando ñéramos seis en total, y siete con Goyitoñ para que llegáramos de inmediato a la Redacción. Al llegar nos confirmó las ocurrencias de la noche anterior y discutimos en el equipo la tarea de cada uno a partir de ese momento.
Nos informó también que Angava había salido para Nizaíto a fotografiar el cadáver de Caamaño y que las instrucciones de las Fuerzas Armadas y del presidente Balaguer eran que esas fotografías debían ser distribuídas a todos los medios nacionales e internacionales.
Goudy Prats debía redactar la noticia que igualmente sería distribuida a todos los medios... Pero había un pequeño problema... Última Hora no estaba solo en el mercado periodístico de la tarde. También estaba El Nacional... ¡Y teníamos que dar el palo!
La estrategia para “jugar limpio” la trazó Virgilio con don Rafael Herrera y Moisés Pellerano, pero lo cierto es que Última Hora dio esa tarde el palo de la gata... Aunque El Nacional también publicó “una que otra fotico...” Y salió muy retrasado, ya casi de noche.
Sólo hay que imaginarse quién era el editor gráfico de Última Hora: ¡Adió... Angava!
Los detalles...
Los detalles de aquellas fotografías dejaron en evidencia muchas cosas... La primera fue la certeza de que el cadáver era del coronel Caamaño, y que había sido rematado con un tiro en el lado izquierdo de la frente y otro en el pecho, sobre el corazón. El tatuaje de ambos disparos a corta distancia no deja ninguna duda.
Se hizo notorio también el pobre entrenamiento militar del jefe de la guerrilla, con curitas en ambos pies para atenuar la molestia que supone caminar en esa zona agreste y húmeda con botas militares. La escasa alimentación, pues Caamaño y sus compañeros fallecidos evidenciaban desnutrición; el inadecuado vestido para una zona montañosa y fría en esa época del año...
Posteriormente los únicos dos sobrevivientes de la aventura guerrillera, Claudio Caamaño y Hamlet Hermann, admitieron que las condiciones climáticas, topográficas y alimenticias conspiraron contra las posibilidades del movimiento guerrillero.
Casi cuarenta años después, sólo las imágenes de Angava aquella mañana del 17 de febrero de 1973, quedan de un cadáver ilustre que en cuanto los periodistas dieron la espalda ñsegún versión de Claudioñ fue destrozado con ráfagas de ametralladora, despedazado e incinerado... Con instrucciones muy claras a los subalternos:
¡... Si algo queda, échenselo a los puercos!
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