MELVIN UN GLADIADOR DE MIL BATALLAS


MELVIN MAÑÓN R. Personaje de mil facetas
Escrito por: ÁNGELA PEÑA
Pancracio Melvin Alexander Mañón Rossi tuvo un temerario historial de lucha militando, dirigiendo, organizando, educando, entrenando y entrenándose militarmente en  una izquierda que, en cuanto a él, está dividida entre los que le admiran, condenan, juzgan o perdonan lo que pudo haber de oscuro en su pasado, sobre todo el que vivió en Cuba cuando abandonó el proyecto político que lo llevó a ese país para ponerse a las órdenes de la revolución cubana.
Hubo un tiempo en el que lo marginaron porque supuestamente traicionó a Caamaño y esa creencia aún perdura en muchos que no lo aceptan en sus círculos a pesar de sus dotes de escritor, historiador, analista, de sus libros e indiscutible inteligencia que dicen ha puesto al servicio de causas indecorosas. Para ese grupo todavía es un tránsfuga.
Sin embargo,  allegados al líder de 1965 y a otros revolucionarios  le defienden y respetan, exculpándolo de ese karma que ha marcado su carácter y le hace despertarse un día feliz y otro indignado.
Probablemente no hay en la República alguien con mayor conocimiento de interioridades de los socialistas del patio, de la vida de Caamaño en Cuba, de la revolución de Fidel. Ciertamente, Melvin participó en operaciones secretas para los cubanos. Su causa era aquel sistema y por eso se fue a La Habana, confiesa, y nunca se sintió tan honrado como cuando dio el sí a Julián  López Díaz, “Jesús”, para desempeñar misiones confidenciales. Era su sueño. Amaba el espionaje. “Experimentaba cierto deleite, te da una sensación de superioridad. Podía presumir de reaccionario, sinvergüenza o maricón, lo que exigiera” el encargo.
Se separó de sus compañeros dominicanos, su discurso cambió y el adiestramiento le proveyó de un instrumento que los demás no tuvieron: “la capacidad de ver las cosas no como queremos que sean, sino como son”, afirma. Pero en esa condición, también se ocupó de la seguridad de Caamaño, que “no tenía un aparato que lo defendiera de la agresión del enemigo”. Montó para el aguerrido coronel un mecanismo de inteligencia y contrainteligencia para protegerlo a él y  su organización  y levantarle información de adversarios o infiltrados.
Escucharlo es fascinante por el relato de los reveladores acontecimientos en que fue protagonista, por su léxico rico, su expresión fluida. En cuatro horas se conoce un personaje que no está reflejado en sus memorias diversas con tanta espontaneidad, sin amañar situaciones ni calcular palabras.
No es ni fue agente de la CIA, ese organismo, manifiesta, no le merece respeto, “es mediocre, suple con tecnología y brutalidad lo que le falta en inteligencia”.
Colaboró con Balaguer en 1986 a pesar de haberlo combatido y lamenta que lo mandó “al carajo” -por su temperamento-, porque aprendió mucho con él y le descubrió facetas meritorias, a su juicio. “Era, con la sola excepción de Antonio Guzmán, más honesto que todos los presidentes posteriores a él, más nacionalista, con una visión de la nación dominicana más coherente, y no para tapar sus crímenes, solo para que se entienda  que es tan responsable de una cosa como de la otra”.
Le visitó cuando decidió dejar de enfrentarlo. Vivía acusado por la izquierda y vigilado por el DNI. En junio de 1973 Max Puig le comunicó que los organismos de seguridad estaban sobre su pista. Él y Federico Lalane, “que fueron los que me ayudaron a sobrevivir”, le presionaban para que se fuera o asilara “porque entendían que yo era un riesgo para ellos: era lo único que los vinculaba a Caracoles”. Les dijo que iba a reflexionar pero buscó a su padrino Marcos Jorge Moreno para que preguntara a Balaguer si lo dejaban tranquilo con el compromiso de que no conspiraría.
Balaguer contestó: “Dígale a su ahijado que el Gobierno no tiene objeción pero que dada la gravedad de los hechos en que está involucrado, y por su propia seguridad, no puedo aparentar ante los organismos que estoy pasándoles por encima. Que si está dispuesto  a dar declaraciones al DNI”.
“Lalane y Max se horrorizaron” pero Melvin fue varias veces al Departamento Nacional de Investigaciones y ante preguntas sobre figuras y acontecimientos contestaba: “Vine a referir lo hecho por mí,  a salirme de una conspiración no de bandos”. Quedó libre pero sin abusar y rehuyendo ambientes de izquierda. Su próxima aparición fue tras el asesinato de Orlando Martínez, sobre el que lo acusaron de ser “coautor”. La Policía lo llevó junto a Rafael Luna y Diómedes Mercedes al Palacio de Justicia. “Éramos amigos, nos conocíamos desde antes de la revolución, Orlando era un intelectual y yo también”.
El fascinante jefe del MPD. Nació en Puerto Plata el 17 de julio de 1944, hijo de Mariucha Rossi y Erland Mañón, del 14 de Junio, estuvo preso y fue  torturado en La 40. Figura en el “Complot Develado”. Melvin vivió el drama del último arresto, en 1960, y la forma inhumana en que lo pasearon por el pueblo. Ese hecho  y el desembarco de 1959 despertaron su oposición a Trujillo.
Estudió en la escuela Venezuela, de Santiago, donde le dieron medalla de honor. Después se trasladó a “Ciudad Trujillo” y pasó a la escuela Argentina. Volvió a Puerto Plata y cursó secundaria en el liceo José Dubeau. Fue de la Unión Cívica pero la encontró “muy conciliadora” y pasó al Movimiento Popular Dominicano cuando a la “Novia del Atlántico” llegaron Máximo y Tico López Molina. En 1962 lo escogieron para ir  a entrenarse  a Cuba pues se había convertido en el principal dirigente estudiantil de Puerto Plata. El viaje se frustró y llegó a jefe del MPD en esa y otras localidades.
La vivienda fue allanada y él apresado; recobró la libertad y tomó parte en el alzamiento de Cevicos, y entre cárcel, clandestinidad y otras acciones transcurrió su vida en esa agrupación. Disfrutó de “inmunidad burguesa” con las mediaciones de Jorge Moreno para sus liberaciones. El 24 de febrero de 1967 se fue a La Habana y además de entrenarse cultivó papas, sembró caña, des yerbó, sembró guineos, recogió plátanos.
Ha sido maestro de escuela, catedrático, ha casado cuatro veces, tiene ocho hijos y ha pasado por cuatro universidades, la UASD y otras en Washington, Colorado y Virginia.
En la extensa conversación surgen además los nombres de José Augusto Puig, Luis Ginebra, Segundo Imbert Barreras, Rubén Díaz Moreno, Toño Jorge, Tácito Perdomo, Guillermo Rubirosa Fermín, Ilander Selig, Félix La Hoz, Joseph Toussaint, Cayetano Rodríguez, Leopoldo Grullón, Francisco López Molina, Maximiliano Gómez, Henry Segarra, Jorgito Puello, Ramón Martínez, Fafa Taveras, Virgilio Perdomo, Amaury Germán, Fidel Castro, Jottin Cury, Rafael Kasse Acta, Carmen Rita Morera, Sagrada Bujosa, Toribio Peña Jáquez y otros. Se extiende al explicar que se enteró del desembarco de Caracoles por Sagrada y Carmen Rita.
Trabaja en una finca de su propiedad, lee, escribe, habla ruso, alemán, italiano, español, francés, inglés. Dice que la izquierda dominicana está hoy donde él estaba hace 20 años aunque algunos están reconociendo los errores de los viejos. Respecto a la acusación que le ha perseguido comenta que “en un barrio, el primero que grita ¡hay un ladrón! es el que robó, es parte de un mecanismo de protección”.
Son inmensas las aventuradas vivencias de este escritor, sociólogo,  politólogo, que ha viajado por el mundo muchas veces con nombres y apariencias falsos. Casi todo está contado en Para que me conozcan, Juicio a Fidel, Travesía, Guerras de purificación y Operación Estrella, que va por cinco ediciones, entre otras.

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