¿Derrota para la Iglesia Católica?

P. Robert Brisman
“Jesús se volvió a ellas y les dijo: hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos” (Lc 23,28).

Ya el tribunal de lo civil y comercial dio su sentencia en contra del recurso de amparo que interpuso la pastoral familiar y pastoral de la salud, de la Arquidiócesis de Santo Domingo, favoreciendo a la institución de la sociedad civil, la Ong PROFAMILIA. Como era de esperarse, se escuchan los tambores del triunfo de parte de ésta y de aquellos que la apoyan en su cruzada de la promoción a través de la publicidad comercial en los medios de comunicación sobre los anticonceptivos, las relaciones sexuales, independientemente de la edad y del estado civil de la persona, y la promoción del aborto. Ya lo dice el dicho “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Eso es lo que ha pasado, incluyendo a todos aquellos que se sumaron a esta publicidad dañina, entre ellos a muchos que se dicen católicos.

Esta no ha sido una derrota ni a la iglesia Católica ni a los “curitas”, como lo dijo un comunicador. Esta es una derrota a la justicia dominicana y una afrenta a la familia dominicana; a todos aquellos padres y madres, comunicadores, periodistas, empresarios, profesionales de la conducta, etc., que mostrando una mentalidad abierta, o como dicen en inglés “open mind”, y también de una mal llamada libertad que más bien es libertinaje, se han dejado confundir. Se siguen oyendo voces en los medios atacando a la iglesia Católica usando un lenguaje vulgar, grosero y violento, pidiendo la cabeza del Cardenal y de los curas, y me pregunto: ¿Quiénes son los intolerantes en realidad? ¿Quiénes son lo que desean que vuelva la inquisición?

San Agustín dijo: “Sostienen su opinión porque es la propia, no porque sea la verdadera; no buscan la verdad, sino el triunfo”. Eso es lo que ha sucedido con esta sentencia: han triunfado pero no han buscado la verdad. En el diálogo de Jesús con Pilatos cuando éste le pregunto: ¿Qué es la verdad? No quiso reconocer ni aceptar la verdad que estaba en frente de él en ese momento. Se cerró a ella. Prefirió mejor seguir esclavizado a los criterios de este mundo y sus pompas, que aceptar la libertad y felicidad que Cristo ofrece. Así mismo ha sucedido con estos grupos que han rechazado la verdad y se han sumado a los criterios de esta institución que, aunque lleva el nombre de PROFAMILIA, es lo primero que no hace. Se disfraza la mentira de verdad.

Nosotros debemos anhelar siempre no solo ver lo superficial, sino sobre todo lo verdadero y el motivo original de todo y en todo, y más cuando se trata de la persona. En este anhelo de luz e iluminación Jesús dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Se ha preferido una vez más las tinieblas a la luz; se ha preferido la mentira y no la verdad. Recordemos que las leyes deben hacer el bien a las personas. Esta fue una causa más donde los enemigos de la Iglesia y de Cristo salieron a la calle y a los medios; pero no solo es que son enemigos de la Iglesia, es que son enemigos de la familia, de sus valores y principios.

Queridos padres y madres, son ustedes los que se tienen que preparar para cuando lleguen esas lágrimas por causa de sus hijos. Son ustedes los que van a llorar cuando su hijo o hija le diga en su propia cara que usted no tiene derecho a marcarle a él o ella ninguna pauta de comportamiento; serán ustedes los que llorarán cuando sus hijos les digan que usted les está violando sus derechos cuando los corrijan de su mal comportamiento; son ustedes los que llorarán cuando sus hijos se aparezcan a sus casas embarazados antes de tiempo, porque de seguro que Profamilia no les brindará ningún apoyo para ello, más que los preservativos y el aborto.

Nos animan las palabras de Jesús en el evangelio de san Juan: “Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundoÖ Santifícalos en la verdad: Tu palabra es la verdad. Por ellos me santifico a mí mismo para que ellos también sean santificados en la verdad” (Juan 17, 14.17.19).

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