Los misterios del poder

César Medina
lobarnechea1@hotmail.com

Cuando se aliñaba para iniciar su primer viaje de salud a los Estados Unidos después de salir del poder en 1978, Balaguer interrumpió abruptamente la conversación que sostenía con un amigo, y en la sala se hizo un silencio de dos o tres minutos que parecieron horas. Solo se escuchaba el ulular de la caravana presidencial que se dirigía al Palacio con el nuevo inquilino de la casa de gobierno, el presidente Antonio Guzmán, que se desplazaba por la avenida México, tan conocida por el ya apalastrado y solitario caudillo reformista.

“¡Sopla... Y coge hasta la misma ruta que yo...!”, comentó Balaguer a la persona que le acompañaba cuando las sirenas hubieron de apagarse en la distancia.

Muchos años después, siendo otra vez Balaguer presidente, ese amigo le recordó aquella escena de la sirena presidencial de Guzmán, y Balaguer dijo no recordar el momento, pero hizo este comentario:

“Lo único malo que tiene el poder es que hay que salir de él... Léete el libro de Spota y tú comprenderás eso...” Se refería a la obra referencial del escritor mexicano Luis Spota, El Primer Día.

Y mostrando algún malestar por lo inoportuno que fue su amigo --uno de los pocos que se conservó los ocho años a su lado y metía la mano en el bolsillo para cubrir hasta sus gastos médicos--, Balaguer quiso minimizar aquel simbolismo nostálgico con esta expresión:

“¡Pérez Bello --se dirigió a su ayudante militar-- prohíbeme las sirenas esas, porque yo pasé ocho años casi sin dormir con ese ruido... Así deben estar los vecinos cuando paso yo...”.

Por supuesto, las sirenas nunca dejaron de sonar en los 10 años que pasó en el gobierno luego de su retorno en 1986.

Un estilo de vida
El ejercicio prolongado del poder establece un estilo de vida difícil de abandonar cuando se sale del cargo. Para quienes han tenido esa experiencia, el poder es una adicción peor que cualquier otra porque eleva el ego a su máximo potencia y en naciones como las nuestras “un presidente es algo menos que un Dios”.

Un período de cuatro años se lleva bien... Pero cuando un Presidente sigue la situación es otra. Ahí viene la seguidilla.

Los países que tienen prohibida la reelección funcionan bien precisamente por eso. Aunque ello no es del todo válido cuando las instituciones son frágiles, como la nuestra.

Hipólito Mejía modificó la Constitución en 2003 para presentarse a la reelección un año más tarde. Pero perdió. Y nuestra Constitución volvió a prohibirla en su reforma de 2010, pero estableció una figura que pende como la Espada de Damocles, el referéndum.

En Chile está prohibida la reelección continuada y el país cambia de Presidente cada cuatro años. En los últimos 24 años Chile ha pasado de Alwin a Frei Montalva; de Frei a Lagos, de Lago a Bachelet y de Bachelet a Piñera y a final de este año parece que volverá la Bachelet.

Y aquí Leonel Fernández
Leonel Fernández ha agotado tres períodos y apenas tiene 59 años, lo que hace indicar que “habrá Leonel para rato”. En las próximas elecciones Fernández no tiene ningún impedimento para presentarse de candidato, y el PLD sigue unificado en torno a su liderazgo, aunque deberá vencer algunos resabios internos que se expresan a favor de “la alternancia”.

En su camino sólo podría interponerse Danilo Medina, y ya hay quienes se aventuran a proponer el continuismo invocando una figura que hizo colocar el propio Leonel en la Constitución del 2010: El Referéndum por el Sí o por el No de la Reelección.

Danilo mantiene una popularidad que provoca invocar esa figura constitucional, en cuyo caso habría que esperar el apoyo de Leonel por aquello de que “la antorcha no se arrebata” que aplicó él en 2008 al propio Danilo.

El tema también provoca seguir...

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