ORLANDO DICE... Un padrón a ojo de buen cubero
Orlando Gil
orlandogil@claro.net.do
FUERA DE BASE.- Los perredeístas le temen al padrón como el Diablo a la cruz, ya que de lo contrario hace mucho que se hubieran contado y el partido tuviera un registro confiable. Y no hay dudas de que cuando sepan ñrealmente-- cuantos son, la mitad de los conflictos desaparecerán por arte de magia. Ahora, y a propósito de la convención, vuelve a hablarse del padrón. Incluso, de la genialidad de hacer dos. Uno de Miguel Vargas y otro de Hipólito Mejía. Decían en un tiempo que lo que abundaba no dañaba, pero en este caso sí, pues serían acciones arteras y perversas, con propósitos ñevidentemente-- maliciosos. Y no hay que ir muy lejos o esperar mucho para comprobarlo. Aníbal Duvergé, del sector de Vargas, dijo como la cosa más natural del mundo que empadronarán millón y medio de perredeístas. ¿Millón y medio? ¿Y de dónde sacó ese millón y medio si el operativo todavía no se realiza? Si los oponentes cantan out, que no se quejen, pues se están alejando mucho de la base y fácilmente pueden ser sorprendidos. Esa forma ligera de manejar cosas serias agrava el problema...
AL OJO NO.- El padrón del PRD podría ser de millón y medio, pero también de dos millones, y ñsoñando-- hasta de tres millones. Pero esa no es una contabilidad que puede decidirse a ojo de buen cubero, de manera unilateral y meladaganaria. Debe ser producto de un empadronamiento real, verdadero. ¿Qué sentido tiene decir somos tantos, si al primer escrutinio las evidencias ponen al desnudo el engaño? Hay que decidirse por ser honesto. El PRD no puede vivir haciéndose trampas a sí mismo. Nada más hay que recordar que en consultas internas se cambian los números por porcentajes como una forma de ocultar miserias. O se aplican múltiplos. Además, la modalidad del vaciado. La sospecha de que Hipólito Mejía le ganó a Miguel Vargas con gente de fuera, se originó en la cantidad de sufragios registrados. Después dijeron que eran peledeístas, pero la verdad que fue un arroz con mango, y posiblemente hubiera más mango que arroz. Y todo porque se quieren mantener unos mitos que ya no aprovechan, como ese de ser “el más grande partido de masas”...
¿POR QUÉ NO ESPERAR?.- La verdad es que no puede celebrarse una convención transparente y limpia si no se tiene un padrón confiable. Los perredeístas tienen que saber de una vez y por todas cuántos son. Sin embargo, lo del padrón debe pensarse dos veces, y no solo por lo unilateral, sino porque hay dos leyes sobre partidos y elecciones que cursan en el Congreso Nacional, y de seguro impondrán un nuevo orden. Y no solo afuera, sino también en el interior de las organizaciones políticas. Entonces, hacer cosas que hoy son apremiantes, pero que mañana no tendrán provecho, no sería lo más aconsejable. Incluso, hay que decir lo siguiente. Entre los perredeístas hay confusión, y digo entre los perredeístas, porque es el sector que tiene dos propuestas sobre los partidos y sobre las elecciones. Los proponentes no conocen los ámbitos y no saben discernir los contenidos: Que debe incluirse en la Ley de Partidos y que en la Ley Electoral. Y esto salió a relucir la semana pasada en un encuentro promovido por la Junta Central Electoral. Miguel Vargas discurrió de manera diferente a Luis Abinader...
NUEVO ORDEN.- Nadie sabe cuándo serán conocidos los proyectos de leyes de Partidos y Electoral, del mismo modo que tampoco se tienen fechas consensuadas para las convenciones del PRD. Quien quita la posibilidad de que cuando se tengan las fechas, también las piezas hayan sido aprobadas, y el nuevo estatuto rija de manera plausible. Las confusiones de ahora se habrán aclarado. Se sabrá el alcance de la ley de partidos y el contenido de la de elecciones, y si en el orden a imponer los partidos pueden hacer las consultas a su antojo o deben someterse a un escrutinio riguroso. Los perredeístas, por lo menos los de Hipólito Mejía, quisieran que se lo hagan todo: que los bañen, que los vistan y les den dinero para el cine y los dulces. Irresponsabilidad total. Si salen mal ataviados a la calle, la culpa no sería suya, sino de quien los acicaló. Esto es, si la Junta Central Electoral lo hace todo, las partes no tendrán motivos para denunciarse entre sí, ni provocar el conocido desasosiego, puesto que las cuentas le serán pedidas al organismo de elecciones...
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