LA HISTORIA DE ALFONSINA STORNI,LA QUE INSPIRO LA CANCIÓN "ALFONSINA Y EL MAR"
Alfonsina Storni fue una poetisa y
escritora argentina. Sus composiciones reflejan la enfermedad que padeció
durante gran parte de su vida y muestran la espera del punto final de su
existencia, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros sentimientos.
Se relaciono con el poeta Horacio
Quiroga quien luego de finalizar su relación con ella contrajo matrimonio y 10
años más tarde se suicido. Alfonsina realmente lo apreciaba y dedico un poema a
su difunto amigo:
“Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus
cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se
acabó la feria…
Allá dirán.
Más pudre el miedo,
Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que
luego sonreías…
Allá dirán”
Anos más tarde fue diagnosticada con
cáncer de mama del cual fue operada, al poco tiempo se realizó un estudio de quilología,
cuyo diagnóstico no fue acertado. Esto la deprimió, provocándole un cambio
radical en su carácter y llevándola a descartar los tratamientos médicos y a
planear su fin.
Antes de partir escribió su último poema y
lo envió al diario La Nación:
“Dientes de flores,
cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas
terrosas y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza
mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera, una constelación, la que te
guste, todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes
romper los brotes, te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza
unos compases para que te olvides. Gracias… Ah, un encargo, si él llama
nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…”
Finalmente la poeta se suicidó en Mar del
Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. Hay versiones
románticas que dicen que se internó lentamente en el mar hasta desaparecer por
completo.
La Canción:
Alfonsina y el mar es una zamba
compuesta por los argentinos Ariel Ramírez y Félix Luna, publicada por primera
vez en el disco de Mercedes Sosa. La canción es un homenaje a la poetisa, donde
se incluyen extractos de su último poema.
Alfonsina y el mar
Por la blanda arena
que lame el mar
su pequeña huella no vuelve más.
Un sendero solo de pena y silencio llegó
hasta el agua profunda.
Un sendero solo de penas mudas llegó
hasta la espuma.
su pequeña huella no vuelve más.
Un sendero solo de pena y silencio llegó
hasta el agua profunda.
Un sendero solo de penas mudas llegó
hasta la espuma.
Sabe Dios qué angustia
te acompañó
qué dolores viejos calló tu voz,
para recostarte arrullada en el canto
de las caracolas marinas.
La canción que canta en el fondo oscuro
del mar, la caracola.
qué dolores viejos calló tu voz,
para recostarte arrullada en el canto
de las caracolas marinas.
La canción que canta en el fondo oscuro
del mar, la caracola.
Te vas Alfonsina con
tu soledad,
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
y te vas hacia allá como en sueños,
dormida, Alfonsina, vestida de mar.
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
y te vas hacia allá como en sueños,
dormida, Alfonsina, vestida de mar.
Cinco sirenitas te
llevarán
por caminos de algas y de coral
y fosforescentes caballos marinos harán
una ronda a tu lado;
y los habitantes del agua
van a jugar pronto a tu lado.
por caminos de algas y de coral
y fosforescentes caballos marinos harán
una ronda a tu lado;
y los habitantes del agua
van a jugar pronto a tu lado.
Bájame la lámpara un
poco más,
déjame que duerma, nodriza, en paz
y si llama él no le digas que estoy,
dile que Alfonsina no vuelve más,
y si llama él no le digas nunca que estoy,
di que me he ido.
déjame que duerma, nodriza, en paz
y si llama él no le digas que estoy,
dile que Alfonsina no vuelve más,
y si llama él no le digas nunca que estoy,
di que me he ido.
Te vas Alfonsina con
tu soledad,
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
y te vas hacia allá como en sueños,
dormida, Alfonsina, vestida de mar.
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
y te vas hacia allá como en sueños,
dormida, Alfonsina, vestida de mar.
EL SIGUIENTE TEXTO Tomado de wikipedia, presentamos una extensa biografía de la poetisa alfonsina Storni
Alfonsina Storni Martignoni (Sala Capriasca, Suiza, 22 o 29 de mayo de 18921 2 3 4 – Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938)
fue una poeta y escritora argentina del modernismo.5
Sus padres, dueños de una cervecería en San Juan,
regresaron a Suiza en 1891.
Y en 1896 volvieron a Argentina junto con
Alfonsina, quien había nacido durante la estadía de la pareja en el país
europeo. En San Juan concurrió al jardín de infantes y desarrolló la primera
parte de su infancia. A principios del siglo XX la
familia se mudó a Rosario,
donde su madre fundó una escuela domiciliaria y su padre instaló un café cerca
de la estación de ferrocarril Rosario Central. Alfonsina se desempeñó como
mesera en el negocio familiar, pero dado que este trabajo no le gustaba se
independizó y consiguió empleo como actriz. Más tarde recorrería varias
provincias en una gira teatral.
Storni ejerció como maestra en diferentes establecimientos
educativos y escribió sus poesías y algunas obras de teatro durante este
período. Su prosa es feminista, ya que busca en ella la igualdad entre el
hombre y la mujer, y según la crítica, posee una originalidad que cambió el
sentido de las letras de Latinoamérica. Otros dividen su obra en dos partes:
una de corte romántico, que trata el tema desde el punto de vista erótico y
sensual y muestra resentimiento hacia la figura del hombre, y una segunda etapa
en la que deja de lado el erotismo y muestra el tema desde un punto de vista
más abstracto y reflexivo. La crítica literaria, por su parte, clasifica en
tardorrománticos a los textos editados entre los años 1916 y1925 y a partir de Ocre encuentra rasgos de vanguardismo y
recursos como el antisoneto. Sus composiciones reflejan, además, la enfermedad
que padeció durante gran parte de su vida y muestran la espera del punto final
de su vida, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros sentimientos.
Fue diagnosticada con cáncer de mama, del cual fue operada. A pedido
de un medio periodístico se realizó un estudio de quirología, cuyo diagnóstico no fue acertado.
Esto la deprimió, provocándole un cambio radical en su carácter y llevándola a
descartar los tratamientos médicos para combatirla.
CONTENIDO
Trayectoria
Infancia y juventud
Sus padres fueron Alfonso Storni y Paulina Martignoni, quienes junto
a sus hermanos mayores, María y Romero, llegaron a la provincia de San Juan desde Lugano, Suiza, en 1880.
Fundaron una pequeña empresa familiar, y años después, las botellas de cerveza
etiquetadas «Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía», comenzaron a circular por
toda la región.10
En 1891 la familia viajó a Suiza quedando en
la provincia algunos hermanos y en 1892,
el 22 de mayo, nació ella en Sala Capriasca
siendo la tercera hija del matrimonio Storni-Martignoni. Su padre, un hombre
«melancólico y raro»,11 fue
quien eligió el nombre. Años más tarde, Alfonsina le diría a su amigo Fermín Estrella
Gutiérrez: «me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a
todo». Hay otras versiones que indican que nació el 22 de mayo pero la
registraron el 29 y otras que afirman que nació en un barco en altamar.6 Fue
bautizada en la parroquia de Tesserete, lugar en el que actualmente se puede
leer en el margen del acta de bautismo una inscripción realizada por el
sacerdote Osvaldo Crivelli que dice Grande
poetesa morta al mar della Plata.
Alfonsina aprendió a hablar en italiano, y en 1896 regresó a San Juan, de
donde son sus primeros recuerdos.
Estoy en San Juan, tengo cuatro
años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi
casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con
el rabo del ojo el efecto que causo en el transeúnte. Unos primos me
avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de
la puerta.12
Su madre la anotó en el jardín de infantes, donde se la recuerda
como una chica curiosa y que hacía muchas preguntas, imaginaba mucho y mentía.
Su madre tenía dificultades para enseñarle a decir la verdad. Inventaba incendios,
robos, crímenes que nunca aparecían en los policiales de los periódicos, metía
a su familia en líos y en una oportunidad invitó a sus docentes a pasar las
vacaciones a una quinta imaginaria en las periferias de la ciudad.
El recuerdo de su padre lo reflejó en el poema A mi padre, el cual se basa en
la actitud melancólica del señor que en esa época promediaba los treinta años,
y en otro recita:
Que por días enteros, vagabundo y
huraño
no volvía a la casa, y como un ermitaño
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo.14
no volvía a la casa, y como un ermitaño
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo.14
Si bien la imagen del padre tiene matices melancólicos, la de la
madre refleja tristeza oculta que muestra, a su vez, la marca de la resignación
femenina. De ella escribió:
Dicen que silenciosas las mujeres
han sido
De mi casa materna....Ah, bien pudieran ser
A veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.14
De mi casa materna....Ah, bien pudieran ser
A veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.14
Se supone que esta descripción de la madre corresponde a la época
que precedió la mudanza a Rosario y a los años posteriores que fueron
difíciles. En 1900 nació Hildo Alberto, el último
hermano, a quien tuvo que proteger.
Viaje a Rosario
En 1901 la familia se trasladó nuevamente,
esta vez a la ciudad de Rosario, por
motivos desconocidos. Llevaron consigo algunos ahorros con los que Paulina
abrió una pequeña escuela domiciliaria, y pasó a ser la cabeza de una familia
numerosa, pobre y sin nadie que la maneje. Los alumnos abonaban un peso con
cincuenta por cada uno y llegaron a ser cincuenta; sin embargo, la ganancia de
setenta y cinco pesos mensuales no permitían una vida cómoda.15
Instalaron el «Café Suizo», cerca de la estación de tren;
no se sabe la fecha con certeza, pero sí que el proyecto fracasó. Alfonsina
dejó de asistir a la escuela y comenzó a trabajar lavando platos y atendiendo
las mesas a la edad de diez años. Las demás mujeres comenzaron a trabajar de
costureras. El fracaso lo puede haber provocado la imposibilidad de manejar el
negocio y elalcoholismo del padre, quien se sentaba en una
mesa a beber hasta que su esposa, junto con uno de sus hijos, lo arrastraban
hasta su cama. Una vez cerrado el emprendimiento se mudaron de casa, su hermana
María se casó y Alfonso, su esposo, falleció por causas que no se conocen. Este
hecho coincide con la edad en que Alfonsina comenzó a escribir poesías. Tenía
un mal recuerdo de aquel momento y lo expresó de esta manera:
A los doce años escribo mi primer
verso. Es de noche; mis familiares ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi
muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre
lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la mañana
siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos
pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces, los bolsillos de mis
delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados
que se me van muriendo como migas de pan.16
Las tareas domésticas no le dejaban tomarse un descanso, ya que
tenía que ayudar con la costura a su madre hasta la madrugada y con las tareas
escolares a su hermanito. Una fotografía tomada en 1905 los muestra sentados en
un sillón de mimbre y al niño vestido con trajecito de marinero. Esta toma fue
hecha por un fotógrafo del barrio un día que ella vistió a su hermano y salió
con él, según relató Olimpia Perelli, su media hermana.17
La independización
El trabajo hogareño no la conformaba, ya que no le rendía
económicamente y conllevaba largas horas de encierro. Para cambiar su
situación, buscó trabajo en forma independiente: lo encontró en una fábrica de
gorras y, posteriormente, se la vio entregando volantes en algún festejo del Día del Trabajo.
En 1907 Manuel Cordero, un director teatral que estaba de gira en
las provincias junto con su compañía, arribó a Rosario. Lo hizo en Semana
Santa, con el objetivo de representar las Escenas de la Pasión. Paulina tomó
contacto con la compañía y se le asignó el papel de María Magdalena. Alfonsina, por su parte,
asistió a los ensayos y, dado que dos días antes del estreno se enfermó la
actriz que personificaba a San Juan Evangelista y que ella sabía de memoria todos los
papeles y no le incomodaba interpretar a un hombre, la reemplazó. Al otro día
la prensa elogió su actuación.18
Al poco tiempo visitó Rosario la compañía de José Tallavi para
entrevistarse con Alfonsina, quien les demostró que podía recitar y memorizar
largos versos, y se le ofreció trabajo. De esta manera, Alfonsina dejó la casa
de Rosario junto al resto de su familia. En un año recorrió Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del
Estero y Tucumán representando Espectros de Ibsen, La
loca de la casa de Pérez Galdós y Los
muertos de Florencio Sánchez.
No se conocen mayores detalles de este año de gira; únicamente se sabe que
intercambió correspondencia con Julio Cejador, un filólogo español.19
Según declaró a la revista El Hogar, a su regreso escribió su primera
obra de teatro, Un corazón
valiente; sin embargo, no han quedado testimonios de este hecho. Además, se
enteró de que su madre había contraído matrimonio con Juan Perelli, un tenedor
de libros, y que se había mudado a la localidad de Bustinza, donde había establecido nuevamente
su escuela domiciliaria.20 Para
poder visitarla se trasladó en tren hasta Cañada de Gómez el 24 de agosto de 1908 donde la
esperaba José Martínez para trasladarla hasta el pueblo en un break con
capota, utilizado para trasladar la correspondencia hasta dicho lugar. Esa
noche asistió a una fiesta en la casa del Juez de Paz, Bartolomé Escalante, e
inició una amistad con algunas jovencitas del lugar, a quienes visitaba y
acompañaba cuando andaban a caballo.
Se alojó en la casa alquilada por su madre frente a la plaza,
donde jugaba al tenis con Prima Correa, hija de la dueña de la propiedad,
utilizando unas grandes alpargatas negras como raquetas. En el galpón del fondo
de la propiedad solía fumar a escondidas cigarrillos de chala con Rafaela
Ramírez, una joven del pueblo. También asistía a paseos, fiestas vecinales y
celebraciones religiosas.
Dictaba clases de recitado y de buenos modales en la escuela de su
madre. Una alumna suya, Amalia Medina, la definió como una persona muy fina en
su porte, en su bailar y en su mímica. Aunque se la caracterizaba como una
persona delicada y cariñosa, hay testimonios de algunos días melancólicos donde
se encerraba en sí misma y cantaba canciones tristes y dolientes.20
Carrera docente
En el año 1909 dejó el hogar materno para terminar sus estudios en Coronda. En esa localidad se dictaba la
carrera de maestro rural, en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales. En el
registro de inscripciones aparece la leyenda «Alfonsina Storni, 17 años,
suiza». Fue aceptada por su entusiasmo, porque no tenía certificado de estudios
primarios y tampoco aprobó el examen de ingreso, pero la escuela recién abría y
necesitaba alumnos, según declaró la señorita Gervasoni, directora del
establecimiento, quien además dijo que Alfonsina mostraba interés en progresar.
Además, la nombraron celadora a cambio de un sueldo de cuarenta pesos. La
pensión donde se alojaba le costaba veinticinco pesos, lo que la obligaba a
mantenerse con los quince pesos restantes. Este alojamiento era propiedad de
Mercedes Gervasoni de Venturini, la hermana de la directora del colegio. Es
posible que Alfonsina cobrara una beca estatal de treinta pesos, gestionada por
el diputado Mardoquio Contreras, pero este hecho no está comprobado.7
Su profesora de Idioma Nacional, Emilia Pérez de la Barra, la
estimuló a trabajar porque había detectado en ella condiciones de escritora.
Por su parte, la secretaria de la institución, Carlota Garrido de la Peña, una
escritora santafesina, propuso publicar un boletín del colegio que reflejara
las actividades del mismo y del lugar. En el segundo número se describe que la
alumna docente Storni cantó una romanza con
voz dulce y sentimental y en los números cuatro a siete se publicó un trabajo
expuesto en una conferencia sobre temas pedagógicos que se celebró todos los
sábados por los alumnos del segundo año. Se trataba de un método para enseñar
aritmética en los primeros grados.21
En 1910 Storni comenzó a realizar viajes los fines de semana sin
que nadie supiese a dónde iba y de dónde conseguía el dinero. Alguien se dio
cuenta que viajaba a Rosario. En la ciudad deSan Lorenzo,
durante la celebración del aniversario de la Batalla de San
Lorenzo, le pidieron que cante. En un escenario adornado de banderas
argentinas entonó la Cavatina de El Barbero de Sevilla de Rossini. Le
pidieron un bis y en un momento de silencio alguien afirmó en voz alta que era
la muchacha que cantaba en Rosario en un lugar de dudosa reputación, a lo que
el público respondió con risas. Al regresar a la pensión escribió en una nota:
«Después de lo ocurrido no tengo ánimos para seguir» y se perdió de vista. La
nota fue hallada por la esposa del comisario, que fue a su habitación a la hora
de la comida para ver por qué no llegaba. Salió la familia a buscarla y la
encontraron en un barranco llorando. El comisario le palmeó la espalda y se
tranquilizó. Por la noche recuperó el humor, pero esta escena pudo ser el
presagio de lo que pasaría treinta años después.22
Su madre asistió a la entrega de diplomas de maestros. En el
programa del acto figuraban tres poemas de Alfonsina; uno de ellos fue recitado
por alumnos del jardín de infantes y titulado Un
viaje a la luna. Ese año el tema planetario estaba de moda porque se había
visto al cometa Halley, lo cual despertó temor en la
población e incluso suicidios.23 24 Además,
entonó El brindis de la
Traviata de Verdi y antes de
irse le dedicó a la directora María Margarita Gervasoni un poema llamado El maestro que incluyó la frase «a mi inteligente
y noble directora».
En abril de 1921 ingresó como docente en la Escuela para Niños
Débiles del Parque Chacabuco, una institución creada por Hipólito Yrigoyen para contrarrestar los efectos de la
pobreza, albergando a niños mal alimentados o raquíticos. Se los trataba con un
programa de sol y ejercitación física. Alfonsina no se sentía a gusto en este
empleo porque decía que las autoridades no eran comprensivas con ella.
Poeta en Buenos Aires
En 1911 se trasladó a Buenos Aires, llevando consigo sus pocas
pertenencias. Arribó a la estación del ferrocarril del Norte (actualmente
Retiro) y se hospedó en una pensión hasta el año siguiente. El 21 de abril
nació su hijo Alejandro, sin padre conocido; el parto se llevó a cabo en el
hospital San Roque (hoy Hospital Ramos Mejía).
Más tarde madre e hijo se debieron mudar a una casa compartida con un
matrimonio.
Descansó unos meses y en 1913 consiguió trabajo de cajera en una
farmacia y posteriormente en la tienda A
la ciudad de México. Realizó algunas colaboraciones en la revista Caras y Caretas,
se supone mediante recomendación. La remuneración era de veinticinco pesos.
Además, leía todos los avisos que ofrecían empleos hasta que encontró una
solicitud de «corresponsal psicológico» que contara con redacción propia. La
empresa solicitante se llamaba Freixas Hermanos, y se dedicaba a la importación
de aceite. Se presentó a la entrevista laboral siendo la única mujer entre cien
varones postulados debiendo insistir firmemente para que le permitieran ser
evaluada. El examen consistió en la redacción de una carta comercial y dos
avisos publicitarios, uno de yerba mate y otro de aceite de la firma. Al cabo
de unos días le notificaron que era la elegida. Por ser mujer, su sueldo fue de
doscientos pesos cuando al anterior empleado le pagaban cuatrocientos.30 En Caras y Caretas se relacionó con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Baldomero
Ugarte; fue con los dos últimos con quienes su amistad fue más
profunda. Con este empleo, su situación económica mejoró, por lo que pudo
realizar viajes frecuentes a Montevideo, donde conoció a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou y al que sería su gran amigo, el
escritor también uruguayo Horacio Quiroga.
Storni
junto a uno de sus amigos, el escritor Fermín Estrella
Gutiérrez, enCórdoba en 1922. Él le sobrevivió 51 años.
La inquietud del rosal, un libro de poesías donde
expresaba sus deseos como mujer y describía su condición de madre soltera sin
ningún tipo de complejo,31 se
publicó en 1916,
aunque nunca le pudo pagar la edición al imprentero. Lo escribió en su trabajo
mientras dictaba órdenes y correspondencias a la mecanógrafa. En un encuentro
que tuvo con el poeta Félix
Visillac le leyó los
versos; al terminar, éste le propuso acompañarla a la imprenta de Miguel
Calvello, quien aceptó imprimir el libro a cambio de quinientos pesos por
quinientos ejemplares. Alfonsina aceptó pero nunca pagó la cuenta porque no
logró reunir el dinero.32 Además,
le ofreció a Leopoldo Lugones los originales por miedo a ser acusada
de impúdica a causa de esta publicación, y también le dio una dirección postal,
Belgrano 843. No hay referencia alguna de que Lugones respondiera. El poeta era
celoso de sus potenciales rivales, y más aún tratándose de una mujer, por lo
que jamás le dedicó ninguna de sus críticas.33
El libro no tuvo una buena aceptación. La revista Nosotros, de Roberto
Giusti y Alfredo
Bianchi le dedicó
media página en marzo de 1916 diciendo: «libro de una poeta joven y que no ha
logrado todavía la integridad de sus cualidades, pero que en el futuro ha de
darnos más de una valiosa producción literaria». Llevó a Rosario cien
ejemplares y le comentó a su madre que había vendido muy pocos ejemplares por
ser una escritora inmoral.34
La publicación de este libro le permitió ingresar a los cenáculosnotas 1 de escritores, como la primera mujer
en integrarlo. Además, la ayuda del poeta Juan Julián Lastra y las
colaboraciones en Caras y
Caretas le permitieron
relacionarse con los editores de la revista Nosotros,
una revista literaria que reunía a los escritores más conocidos. A las
reuniones asistía llevando su libro como carta de presentación.35 Su
primera reunión fue una comida en homenaje a Manuel Gálvez, quien festejaba el éxito de su
obra El mal metafísico. En
esta oportunidad, Alfonsina recitó algunos de sus versos y otros de Arturo
Capdevilla, destacándose su voz metálica.36
A raíz de algunas críticas de sus jefes en su trabajo de
corresponsal psicológico, quienes no veían bien que la escritora de un libro
que limitaba con la inmoralidad trabajase allí, tuvo que renunciar. Le
prometieron dejarla seguir si les aseguraba que no volvería a repetirse pero
ella no aceptó, según una versión contada por Conrado Nalé Roxlo;
hay otras versiones que indican que fue por problemas de salud.36
Amado Nervo, el poeta mexicano paladín
del modernismo junto con Rubén Darío, publicó sus poemas también en Mundo Argentino, y esto da una
idea de lo que significaría para ella, una escritora sin reconocimiento aún, el
haber llegado hasta aquellas páginas. En 1919 Nervo llegó a la Argentina como
embajador de su país, y frecuentó las mismas reuniones que Alfonsina. Ella le
dedicó un ejemplar de La
inquietud del rosal, y lo llamó en su dedicatoria «poeta divino». Vinculada
entonces a lo mejor de la vanguardia novecentista,
que empezaba a declinar, en el archivo de la Biblioteca Nacional uruguaya, hay
cartas al uruguayo José Enrique Rodó, otro de los escritores principales de la
época, modernista, autor de Ariel y de Los
motivos de Proteo, ambos libros pilares de una interpretación de la cultura
americana. El uruguayo escribía, como ella, en Caras y Caretas y era, junto con Julio Herrera y
Reissig, el jefe indiscutido del por ese entonces nuevo pensamiento
en el Uruguay. Ambos contribuyeron a esclarecer los lineamientos intelectuales
americanos a principios de siglo, como lo hizo también Manuel Ugarte, cuya
amistad le llegó a Alfonsina junto con la de José Ingenieros.37
Eran épocas de crisis, en las que la poesía no alcanzaba para
vivir. Para complementar sus actividades, Storni escribía gratis para el
periódico La Acción, de
tendencia socialista y en la revistaProteo de tendencia latinoamericanista. Buscó
un trabajo más rentable y consiguió ser directora en el colegio Marcos Paz, en
la calle Remedios de Escalada y Argerich. La escuela, perteneciente a la
Asociación Protectora de Hijos de Policías y Bomberos, funcionaba en una casa
rodeada de un gran jardín, y además tenía una biblioteca con más de dos mil
libros que le permitió completar sus lecturas.38 Poco
después de conseguir dicho empleo se mudó a una casa en la calle Acevedo 2161,
que se encontraba más cerca del establecimiento, junto a su hermana. Cuando
asistía a los encuentros literarios dejaba a su hijo Alejandro con la hermana,
su amiga Josefina Grosso y Josefina, la hija de esta última, que jugaba con él
para entretenerlo.39
Su voluntad no la abandonó, y siguió escribiendo. Publicó El dulce daño, en 1918. El 18
de abril de ese año se le ofreció una comida en el restaurante Génova, de la
calle Paraná y Corrientes, donde se reunía mensualmente el grupo de Nosotros, y en esa oportunidad
se celebró la aparición de El
dulce daño. Los oradores fueron Roberto Giusti y José Ingenieros, su gran
amigo y protector, y a veces su médico. Alfonsina se estaba reponiendo de la
gran tensión nerviosa que la había obligado a dejar momentáneamente su trabajo
en la escuela, pero su cansancio no le impidió disfrutar de la lectura de su
poema Nocturno, hecha por
Giusti, en traducción al italiano de Folco Testena.39
En 1918 Alfonsina recibió una medalla de
miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas, donde también
se homenajeó a Alicia Moreau de
Justo y Enrique del
Valle Iberluceapor haber aparecido como concurrente a un acto en
defensa de Bélgica, con motivo de la ocupación alemana.
Ese año siguió visitando Montevideo, donde hasta su muerte frecuentaría a sus
amigos uruguayos. Juana de Ibarbourou diría lo siguiente, años después de la
muerte de la poetisa argentina:40 41 42
«Su libro Languidez,
de 1920,
había merecido el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio
Nacional de Literatura. También en 1920 vino por primera vez a Montevideo. Era
joven y parecía alegre; por lo menos su conversación era chispeante, a veces
muy aguda, a veces también sarcástica. Levantó una ola de admiración y
simpatía. Un núcleo de lo más granado de la sociedad y de la gente intelectual
la rodeó siguiéndola por todos lados. Alfonsina, en ese momento, pudo sentirse
un poco reina».41 43
En una visita que realizó al local de las Lavanderas Unidas, un
pseudosindicato del socialismo, cuyo local quedaba al final de la avenida
Pueyrredón y era frecuentado por personas de raza negra, parda y mulatas,
comenzó a dudar de la época en la que vivía; se sintió trasladada a la época
colonial y a temer que sus poemas resultaran futuristas, cosa que no ocurrió,
ya que logró relacionarse desde el primer momento.44
En 1920 viajó a Montevideo, con el fin de leer su poesía y la de
Delfina Bunge, esposa del novelista Manuel Gálvez, cuyo libro Poemas fue traducido del francés por
Alfonsina, y para dictar una conferencia sobre la poetisa Delmira Agustini. Viajó junto a las familias
Gálvez y Capdevila. En este viaje conoció a Carlos Quijano, quien años más
tarde dirigió el periódico Marcha en ese país. A su regreso se cree que
Quijano fue quien la despidió en el puerto arrojando fósforos encendidos.44
Visitó el Cementerio del Buceo y escribió su poema Un cementerio que mira al mar centrado en un diálogo con los
muertos. También había publicado los libros Irremediablemente y Languidezanteriormente.
Este mismo año comenzó a escribir en su nueva casa de José Bonifacio 2011,
donde se mudó con su hijo, su poema Ocre que tardó cinco años en publicar
reiterando la temática de la mujer.45
Al mismo tiempo participó en el grupo Anaconda, una agrupación
literaria cuyas reuniones se celebraban en Capital Federal, en el hogar del
acuarelista Emilio Centurión. Esta variedad de actividades le produjo estrés a
Alfonsina, quien lo manifestó mediante nervios, cansancio y depresión. Viajó
varias a veces a Mar del Plata y a Los Cocos, Córdoba, para descansar.28 También
se reunía en los altos del Teatro Empire, lo cual en ese entonces era un cine
ubicado en la esquina de Corrientes y Maipú, donde entabló amistad con Nalé
Roxlo.46
Relación con Horacio Quiroga
Horacio Quiroga le recomendó en una carta a José María Delgado viajar a Buenos Aires para conocer a
Alfonsina y conversar sobre su poesía; además, comenzó a concurrir al cine con
Alfonsina y los hijos de ambos y en una oportunidad en una reunión en una casa
de la calle Tronador, donde se reunían los escritores de la época, jugaron a
las prendas, consistiendo en que Alfonsina y Horacio debían besar al mismo
tiempo las caras de un reloj de cadena que sostenía Horacio. Éste rápidamente
retiró el reloj en el momento que Alfonsina se aproximaba a sus labios
terminando en un beso, episodio que no le causó mucha gracia a su madre, quien
se encontraba presente.47
Quiroga la mencionó frecuentemente en sus cartas entre los años
1919 y 1922 pero no se sabe a ciencia cierta la duración y el tenor de la
relación. La mención del escritor la destaca en un grupo donde no había otras
escritoras. En sus misivas a su amigo José María la menciona con respeto por su
obra y la trata como su igual y en un aviso que el grupo Anaconda viajaba a
Montevideo la lista la encabeza Alfonsina sin el apellido, una demostración de
la confianza mutua.48 Por
otra parte, en un aviso del 11 de mayo de 1922 de una visita para días
posteriores, anunció que viajaría con sus hijos y con ella y proponía comer
todos juntos. Además, Emir Rodríguez
Monegal, biógrafo de Quiroga, testimonió el relato de Emilio Oribe, poeta uruguayo que dijo que
Quiroga esperó a Alfonsina a la salida de unas conferencias que dio en la
Universidad posiblemente sobre la poesía de Delmira Agustini. Quiroga no quiso asistir a
este evento pero la esperó a Alfonsina a la salida; ella apareció cubierta de
un sombrero de paja que sorprendió a los habitantes del barrio cercano al
puerto.48
Alfonsina acompañaba a Quiroga al cine, a las tertulias literarias
y a escuchar música: a los dos les gustaba Wagner. Frecuentemente viajaron a
Montevideo y se tomaron fotografías, donde aparecen alegres. Los viajes se
realizaron porque Quiroga fue adscripto del Consulado uruguayo y siempre lo
hacía acompañado de intelectuales femeninas.48
Cuando Quiroga viajó a Misiones en 1925 ella no lo acompañó por
recomendación de Benito Quinquela
Martín, quien le dijo «¿Con ese loco? ¡No!». De esa forma el
escritor viajó solo a San Ignacio, dejando su departamento al uruguayo Enrique
Amorim. En esa vivienda Alfonsina se presentó en una oportunidad para solicitar
noticias de Quiroga, que no escribía.49 Este
viaje duró un año y a su regreso Quiroga restableció la amistad con Alfonsina
tras una reunión en una casa que había alquilado en Vicente López,
donde se leyeron sus creaciones y, más tarde, salieron al cine y a varios
conciertos ofrecidos por la sociedad Wagneriana.
Esta relación finalizó en 1927, cuando el escritor conoció a María
Elena Bravo y contrajo su segundo matrimonio. Nunca se supo si él y Alfonsina
fueron amantes, ya que no abordaban el tema del amor como tales. Sí se sabe que
ella apreciaba a Quiroga como un amigo que la comprendía y que le dedicó un
poema cuando él se suicidó, diez años más tarde, que presagia su propio final.
Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías...
Allá dirán.
Un nuevo camino para la poesía
En el año 1923,
la revista Nosotros, que
lideraba la difusión dela nueva literatura argentina y con hábil manejo formaba
la opinión de los lectores, publicó una encuesta, dirigida a los que
constituían «la nueva generación literaria». La pregunta estuvo formulada
sencillamente: «¿Cuáles son los tres o cuatro poetas nuestros, mayores de
treinta años, que usted respeta más?».
Alfonsina Storni tenía en ese entonces treinta y un años recién
cumplidos, la edad límite exigida para constituirse en «maestro de la nueva
generación». Su libro Languidez,
de 1920, había merecido el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo
Premio Nacional de Literatura, lo que la colocaba muy por encima de sus pares.
Muchas de las respuestas a la encuesta deNosotros coincidieron en uno de los nombres:
Alfonsina Storni.
En 1925 publicó Ocre, que marcó un cambio
decisivo en su poesía. Desde hacía dos años era profesora de lectura y
declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. Su poesía, fundamentalmente
de temática amorosa, también se ligó a la temática feminista e
intentó desligarse de las hopalandas del Modernismo y volver más la mirada al mundo real.
La soledad y la marginación hicieron mella en su salud, y a veces la neurosis le
obligaba a dejar su puesto de maestra de escuela.51 52
En ese período, Gabriela Mistral visitó la casa de la calle Cuba. Fue
un encuentro de importancia para la escritora chilena, ya que lo publicó ese
año en El Mercurio. Cuando, previamente, arregló
su cita por vía telefónica, le impresionó la voz de Alfonsina; además, le
habían dicho que era fea y, por lo tanto, esperaba una cara que no congeniara
con la voz. Preguntó por ella cuando la atendió la misma Alfonsina, dado que la
imagen no coincidía con la advertencia. «Extraordinaria la cabeza —recuerda—
pero no por rasgos ingratos, sino por un cabello enteramente plateado, que hace
el marco de un rostro de veinticinco años». Insiste: «Cabello más hermoso no he
visto, es extraño como lo fuera la luz de la luna a mediodía. Era dorado, y
alguna dulzura rubia quedaba todavía en los gajos blancos. El ojo azul, la
empinada nariz francesa, muy graciosa, y la piel rosada, le dan alguna cosa
infantil que desmiente la conversación sagaz y de mujer madura». La chilena
quedó impresionada por su sencillez, por su sobriedad, por su escasa
manifestación de emotividad, por su profundidad sin transcendentalismos. Y
sobre todo por su información, propia de una mujer de gran ciudad, «que ha
pasado tocándolo todo e incorporándoselo».
Fue nombrada titular en una cátedra del Conservatorio de Música y
Declamación, también fue maestra de Castellano y Aritmética en una escuela de
Bolívar y además fue designada por el doctor Noel directora del Teatro Infantil
Municipal, una decisión que los medios de prensa calificaron como acertada.
En esta época elaboró sus teorías acerca de la relación entre
hombres y mujeres con el objetivo de volcarlo en una obra teatral; el resultado
se vio reflejado el 20 de marzo de 1927 cuando se estrenó su obra de teatro El amo del mundo, que despertaba
las expectativas del público y de la crítica. El día del estreno asistió el
presidente Alvear acompañado de su esposa, Regina
Pacini. La obra no tuvo una buena crítica, y a los tres días tuvo que retirarse
de cartel, lo que provocó la indignación de Alfonsina.
En la revista Nosotros de abril de 1927 se publicó los detalles
de la puesta en escena y se comentó que un señor apellidado Bengoa se presentó
en su departamento de Córdoba y Esmeralda y dijo que era empresario teatral y
quería presentar la obra con la esposa de éste como intérprete. La actriz le
comentó a Alfonsina el deseo de interpretar al personaje de otro modo. En el
primer ensayo, Alfonsina observó que el carácter del personaje, Márgara, se
había desviado a causa de la falta de acotaciones. Pensó que iba a poder
corregir la situación, pero por las realidades comerciales del teatro no lo
logró. Intentó hacer otros cambios en la obra pero el director artístico le
dijo que había entendido la obra mejor que ella y que tenía la obligación de
defenderla, lo que provocó el enojo de Alfonsina, que no concurrió más a los
ensayos. El día del estreno descubrió que habían retirado un proverbio hindú de
boca de uno de los personajes; más tarde consiguió que lo restituyeran, pero no
logró evitar el fracaso de la obra. El diario Crítica tituló: «Alfonsina Storni dará al teatro
nacional obras interesantes cuando la escena le revele nuevos e importantes
secretos». La escritora se sintió muy dolida por su fracaso, y trató de
explicarlo atribuyéndole la culpa al director y a los actores.55 El
cronista recomendó en su crítica incorporar nuevos actores porque los
originales podían dañar la escena debido a su profesionalismo mecánico y
concluyó que a Alfonsina le faltaba conducir la acción de sus obras con la
vivacidad que conduce sus diálogos para que sus obras fueran una pieza fuerte
en el teatro argentino.55 Según
esta crítica, la obra parecía «tres diálogos y un final», similar a una
tertulia de causeursnotas 2 que en ocasiones hacían aportes graves
e inteligentes. Alfonsina afirmó que el diario Crítica había dado la orden de criticar en
forma negativa todo lo que hiciera su compañía sin dar a conocer la razón.56 Todas
las críticas las asumió como el resultado de una conspiración y no fue capaz de
hacer una autocrítica para advertir los posibles defectos del texto.
El diario La Nación realizó una crítica que le molestó;
ella colaboraba con el diario, y dijo con ironía que era admiradora del crítico
Octavio Ramírez pero que nunca lo saludó. Además, se burló del crítico al
describirlo en un palco o en la platea, con la cabeza entre las manos, madurando
críticas que al día siguiente serían el regocijo del mundo teatral. Adujo que
realizó la crítica sin compasión porque Ramírez quería agradar al director
artístico que estaba enojado con Alfonsina por los desentendimientos mutuos.
Sin embargo, el director del diario Mitre le permitió hacer una réplica en donde
realizó consideraciones generales. También reconoció que se realizó una crítica
positiva del diario La Prensa a pedido de algún miembro de la
empresa pero esta crítica no fue positiva del todo: afirmaba que la comedia no
era espontánea y precisa por la inexperiencia de la visión del teatro. Además
criticaba otros detalles del ambiente y del carácter de la protagonista. El
común de todas las críticas y lo que Alfonsina no supo interpretar es que el
texto tenía escaso sentido teatral. Lo positivo que señalaban estas crónicas
eran los parciales aciertos literarios, la actuación del elenco y la del niño
Héctor Costa, que le pronosticaban un futuro de actor. La crítica más dura y
ofensiva la realizó Edmundo Guibourg, quien afirmó que Alfonsina
denigraba al hombre, a lo que ella le replicó que había escrito trescientas
poesías dedicadas al «animal razonador». Ramírez también concluyó que la obra
era un «alegato con el propósito de defender a la mujer, tiene en su contra la
artificiosidad de una situación que, lejos de ser mal permanente, rara vez se
presenta y pierde todavía consistencia en su expresión escénica con la
insistencia en argumentos de fácil y conocida sofística, destinados a
infiltrarnos un convencional y lacrimoso sentido de la vida».
Este fracaso fue difícil para ella, ya que venía de diez años de
elogios por cada libro de poemas y ahora estaba exponiendo sus verdades más
íntimas. El argumento de la obra es una síntesis de su vida: la mujer que ha
sido madre revela su secreto al hombre de quien se enamora y éste termina
prefiriendo contraer matrimonio con otra de no muy buen pasado pero sin hijos,
la mujer termina ayudando a su rival a conquistar el hombre que ama y confiesa
la verdad de su origen al hijo, a quien dedica el resto de su vida.
Monumento
a Alfonsina Storni frente a la playa La Perla en Mar del Plata.
Poesía en prosa
En 1926 escribió Poemas de amor y ocho años después publicó Mundo de siete pozos. En este
lapso de tiempo se orientó hacia otro género, los relatos en primera persona, a
veces con rasgos autobiográficos donde las ideas no pertenecen ni al espacio ni
a la poesía ni tampoco a la nota periodística informativa. El diario Crítica publicó
en ocasiones estos relatos y uno titulado Psicología
de a dos centavos donde una mujer,
Juliana, le cuenta por carta a su amiga Amelia los pormenores de su reciente
divorcio.
Este relato narra la historia de una mujer recién divorciada que
se aloja en una casa de campo y se enamora de un muchacho veinteañero. La idea
del texto es definir a la mujer decente; según la autora, para una mujer normal
y decente, tres hombres es el número exacto: uno es el pecadillo
prematrimonial, el otro es el esposo y el último el nuevo esposo por divorcio.
El relato reveló además el placer que provoca la belleza de un hombre joven.
Los nervios
Hay muchas referencias en correspondencias que hacen alusión a
preocupaciones, malos ratos y apuros, a falta de voluntad y a estados variables
de salud. Sentía la sensación de que otras personas estaban molestas con ella y
se sentía insegura al no poder devolver los favores a quienes se lo hicieran,
como se comprueba en una carta a Roberto Giusti —fechada posiblemente antes de
1921 porque daba como dirección su casa de Acevedo donde vivió hasta esa fecha—
donde le da «Muchas, infinitas gracias por las generosas palabras que dijo
usted, respecto de mí el sábado pasado. Creía que usted estuviera molesto
conmigo, y aquello me ha aligerado muchísimo». En otra misiva de 1922, pese a
su sentimiento de culpa, puede interpretarse que trataba de devolver sus favores,
ya que le dijo a Giusti que le había hablado a Cancela —colaborador del
suplemento literario— y éste le había pedido que le transmitiese a Giusti que
aceptarían sus colaboraciones en el diario La Nación.
Pasó a ser colaboradora permanente del matutino bajo el seudónimo Tao Lao.
José Ingenieros le recomendó viajar anualmente a
Córdoba; una anécdota cuenta que recurrió al jefe de policía para denunciar que
los vigilantes la insultaban con malas palabras, otro de los muchos síntomas de
paranoia que comenzaba a padecer. Además, sospechaba que estaba enferma de
tuberculosis.
En uno de los viajes junto a su hijo Alejandro se hospedó en el
hotel de los Molles y le enseñó lo que no aprendió por haber dejado la escuela.
Su hijo recuerda que lo hacía con guardapolvo blanco para darle más seriedad al
asunto.
Años de equilibrio
Alfonsina intervino en la creación de la Sociedad
Argentina de Escritores y
su participación en el gremialismo literario fue intensa.
Se mudó al décimo piso de la calle Córdoba y Esmeralda y desde
allí siguió escribiendo poemas para La
Nación y recibió a sus
amistades en una pequeña sala adornada con flores, fotos y dibujos hechos a
lápiz que presentaban su rostro afilado.
En 1928 fallecieron Roberto J. Payró y el poeta Francisco López
Merino, este último por suicidio. No se sabe si Alfonsina concurrió al entierro
de Payró pero sí que Quiroga dijo unas palabras. De Merino era amiga; se habían
conocido en el hall de un hotel en Mar del Plata durante
una celebración literaria. Allí, ante un comentario de Merino sobre el clima
desagradable, Alfonsina replicó: «sí, sí, pero ideal para estar entre dos sábanas,
con alguien como usted, por ejemplo».
Ese mismo año se mudó a Rosario por un año. Le comentó a su hijo
que había estado con su padre que estaba muy enfermo, según comentó éste en una
entrevista. En ese año también se intensificaron sus manías y se sentía
perseguida, pese al reconocimiento de sus pares. Se cree que se reprochaba el
hecho de no darle un padre a su hijo. Se creía observada por los mozos de los
cafés, los guardas de los tranvías y casi todo ciudadano normal que se cruzara
con ella. Para intentar distraerla, su amiga Blanca de la Vega, compañera de
las cátedras del Conservatorio de Música, planeó un viaje a Europa que
realizaron ese mismo año, y lo repitió en 1931, en compañía de su hijo. Allí
conoció a otras escritoras, y la poeta Concha Méndez le dedicó algunos poemas.
En Madrid visitó el Lyceum Club formado por las parejas de los
intelectuales y la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maetzu, donde
vivían las estudiantes que cursaban sus carreras en esa ciudad europea. En
ambos lugares dio conferencias y cursos destacándose una titulada Una mujer ultramoderna y su poesía,
la cual fue comentada por Eduardo Marquina y Enrique Díez-Canedo en el diario El Sol.
Una anécdota cuenta que en el salón de conferencias de la Casa de
Prensa una persona que vestía medallas y galones le solicitó su invitación.
Alfonsina le dio la mano y lo saludó; se trataba del portero.62 Otra
anécdota la ubica en una cena en la Cámara del Libro en su honor, donde la tarjeta
costaba cincuenta pesetas. Allí, las ostras eran tan difíciles de comer que
Alfonsina declaró con humor que, perteneciendo a una república democrática
donde el río no produce ostras, le era más fácil realizar un soneto que comer
tan caro. En este homenaje conoció al novelista Carlos
Soldevilla y al poeta
catalán José María de Segarra.62 Este
último escribió en El Mirador una crónica en su homenaje que puso
muy contenta a Alfonsina y, además, la comparó con Rubén Darío.
En ese viaje visitaron Toledo, Ávila, El Escorial, Andalucía, Sevilla, Córdoba y Granada. Además, conoció el palacio de la
marquesa de Villanueva, pero no se sintió cómoda ante tanto boato y le comentó
a su amiga que al palacio «le vendría bien algo de barro para hacerlo más
humano». En una visita que realizó a una familia de su amiga Blanca en Murcia, cuyos miembros eran muy religiosos y poseían un
oratorio en su propiedad para celebrar misa, le preguntaron a Alfonsina a qué
hora escuchaba misa, y ella respondió: «a toda hora». Había sido advertida por
su amiga que fuera prudente. Además concurrió a misa, cosa que solía no hacer. El
viaje finalizó con una visita a París y a su ciudad natal, Sala Capriasca, en
Suiza.
El segundo viaje a Europa lo realizó con su hijo de veinte años;
visitaron las ruinas de Pompeya y
la ciudad de Ginebra.65 A
su regreso se instalaron en una pensión de la calle Rivadavia al 900, muy cerca
del café Tortoni.
Alfonsina participó de la peña del Tortoni junto a Quinquela
Martín, Juan de Dios
Filiberto y Pascual
de Rogatis, entre otros. La peña se llamaba Signos y desde allí se
hicieron las primeras emisiones de la radio Stentor y otras actividades
culturales. El escritor Federico García Lorca no dejó de ir ni una sola noche en su
visita a Buenos Aires de 1934.66
En Buenos Aires la visitaron en su casa de la calle Rivadavia,
Luisa Albornoz, una amiga de años y presidenta de la Asociación de Bachilleres
del Liceo Nro. 1 y un grupo de muchachas, entre las que se encontraba Julieta Gómez Paz,
que integraron la subcomisión de Cultura. Durante la visita le solicitaron que
realizase una conferencia, petición que aceptó a cambio de la lectura de su
obra Cimbelina en 1900 y pico que estaba en etapa de pruebas. El
encuentro se realizó a las 17:30 horas del 17 de octubre de 1926 en el salón de
actos del Museo
Social Argentino que
por entonces funcionaba en Maipú al 600. Asistieron profesores del
establecimiento y se notaron las ausencias de sus autoridades.
Julieta recordó que la encontró sentada en la platea de un salón
de actos de la calle Florida donde recitaba un mal actor, y que
cuando se acercó a saludarla ella la invitó a sentarse a su lado. La joven le
manifestó su enojo por la pobreza y falta de recursos del espectáculo y
Alfonsina la llevó a saludar al actor que la había invitado especialmente.
Edificio de departamentos creado por la constructora Bencich
Hermanos en 1927. En uno de esos apartamentos vivió Storni.
En 1931, el Intendente Municipal José Guerrico nombró a Alfonsina
jurado: era la primera vez que ese nombramiento recaía en una mujer. Alfonsina
se alegró de que comenzaran a ser reconocidas las virtudes de la mujer y afirmó
en un diario refiriéndose a su designación: «La civilización borra cada vez más
las diferencias de sexo, porque levanta a hombre y mujer a seres pensantes y
mezcla en aquel ápice lo
que parecieran características propias de cada sexo y que no eran más que
estados de insuficiencia mental. Como afirmación de esta limpia verdad, la
Intendencia de Buenos Aires declara, en su ciudad, noble la condición
femenina».
En 1932, publicó sus Dos
farsas pirotécnicas: Cimbelina
en 1900 y pico y Polixena y la cocinerita.
También colaboró en los diarios Crítica y La
Nación y sus clases de teatro
fueron su rutina diaria. En
un artículo publicado en la revista El Hogar ese
año, se quejó de la fotografías que le tomaron, ya que se notaban sus cuarenta
años, y, según ella, los ojos parecían garabatos y la nariz un muñón deforme.
Alfonsina viajó a menudo a una casita que su amiga María Sofía
Kustow («Fifí») construyó en un campo en Colonia,
en el Real de San Carlos. Esa propiedad figura hoy en los folletos turísticos
como la casa de Alfonsina. Viajaba de improviso porque le gustaba la limpieza
de sus habitaciones y los postres de leche. Su amiga Fifí era divertida y
alimentaba las vacas con los frutos que cosechaba de los árboles
También en esa época inició amistad con la poeta Haydée Ghío,
con quien concurrió a la Peña del hotel Castelar, donde Alfonsina cantaba de
mesa en mesa algunos tangos acompañada por el piano. Así la recuerda Conrado
Naxlé Roxlo interpretando Mano a Mano y Yira
Yira. También en este lugar conoció a Federico García Lorca durante su
permanencia en Buenos Aires entre octubre de 1933 y febrero de 1934. El poema Retrato de García Lorca, que
fue publicado en Mundo de los
siete pozos, le fue dedicado a él y tiene frases premonitorias de la muerte
del poeta español.70
Apagadle
la voz de madera,
cavernosa,
arrebujada
en las catacumbas nasales.
Libradlo de ella,
y de sus brazos dulces,
y de su cuerpo terroso.
Forzadle sólo,
antes de lanzarlo
al espacio,
el arco de las cejas
hasta hacerlos puentes
del Atlántico,
del Pacífico...
Por donde los ojos,
navíos extraviados,
circulen
sin puertos
ni orillas...
En Montevideo acudió
a las reuniones organizadas por María V. de Muller, fundadora de la asociación
de Arte y Cultura que celebraba los encuentros en el paraninfo de
la universidad, lugar al que asistían la mayoría de escritores latinoamericanos
del momento. Alfonsina fue invitada y recitó Polixema
y la cocinerita el 12 de
julio de 1934. La señora de Muller le prestó una habitación en su casa para que
se aloje, donde tenía los vidrios oscurecidos para que la luz no la moleste. En
una carta que Alfonsina le escribió a María en abril de ese año le pidió perdón
por no haberle copiado los versos solicitados antes.
En 1934 también publicó, después de ocho años, un nuevo libro
llamado Mundo de siete pozos,
una recopilación de poemas que dedicó a su hijo Alejandro. Gabriela Mistral, al leer el libro, comentó
que poetas como ella nacen cada cien años. La foto de la tapa estaba dedicada a
María Muller y era una prueba de cómo le gustaba lo que la vida le ofrecía a
los cuarenta años. Lucía el pelo corto, la cabeza inclinada con coquetería y el
brazo extendido en forma graciosa.
Ese verano lo pasó en el Real de San Carlos con su amiga Fifí,
realizó largos paseos por el río descalza, descargó sus nervios y en su
habitación durmió largas noches y también siestas, situación que repitió al
verano siguiente agregando días en Montevideo y otros en Pocitos, en un hotel.
En ese verano dieron comienzo sus problemas de salud.
El 23 de mayo de 1936, en el acto de inauguración del Obelisco de Buenos
Aires, dio varias conferencias y en una de ellas señaló que la
ciudad no tiene ni su poeta, ni su novelista, ni su dramaturgo pero sí su
cantante de tango y señaló el barrio Sur como el baluarte de esa canción
porteña. La conferencia se tituló Desovillando
la raíz porteña y fue
transmitida por radio.
Unos días después en otra ponencia llamada Teresa de Jesús en sangre, en la
primera fundación de Buenos Aires señaló
las similitudes de su letra con la de Teresa de Jesús y explicó las propiedades de la
creatividad femenina. Alfonsina aceptó en esta ponencia la idea común de ese
entonces que hace de la mujer algo así como un ancla, al contrario que sus
primeras afirmaciones poéticas en las que preguntaba a su madre las claves de
su nacimiento.
En 1937 escribió su último libro llamado Mascarilla y trébol publicado al año siguiente. Lo compuso
durante las noches en Bariloche,
y trató de desarrollar una nueva forma de pensar la poesía y, por consiguiente,
una nueva forma de pensar el mundo. Tenía que superar la muerte de Horacio
Quiroga y evitar el retorno de la suya; se cuidaba de todo, cuando comía pan
dejaba el trozo que había usado para sostenerlo. Su amiga Fifí Kusrow comprobó
que estaba haciendo un exorcismo. De estos cambios habló en el prólogo de su
último libro.
Alfonsina reflexionó sobre el resto de su vida, a los cuarenta y
cinco años de edad y habiendo sufrido una enfermedad que difícilmente tuviese
cura. Sabía que la amenaza estaba pendiente y lo reflejó en sus versos. El
libro lo finalizó en diciembre de 1937 y se lo dio al amigo de sus inicios,
Roberto Giusti.73 Cuando
éste lo recibió lo leyó detenidamente y observó una manera particular de
plantearse las asociaciones poéticas que le hizo recordar al español Góngora;
principalmente, le llamó la atención la insistencia en el paisaje, sobre todo
en el río. En un reportaje del año 1938 admitió que el libro le pareció
«carecer de alma».
En enero de 1938 Alfonsina pasó sus vacaciones en Colonia y
recibió el 26 de ese mes una invitación del Ministerio de Instrucción Pública
Uruguayo que intentaba reunir en un mismo acto a las tres grandes poetas del
momento: Juana de Ibarbourou,
Gabriela Mistral y ella. Se realizó en el Instituto Vázquez Acevedo solicitando
la misiva «que haga en público la confesión de su forma y manera de crear». Esa
invitación llegó un día antes del encuentro, fue en auto en compañía de su hijo
y durante el trayecto escribió su conferencia sobre una valija que apoyó en sus
rodillas. Es así que encontró un título divertido para la misma: «Entre un par
de maletas a medio abrir y las manecillas del reloj». El resultado del
encuentro fue exitoso y el público la aplaudía todo el tiempo, interrumpiendo
su charla. Entre los presentes se encontraba Idea Vilariño.
En el viaje de regreso le comentó a su hijo los temores por la
fragilidad de su salud, y también le expresó sus miedos a otras personas. Antes
de regresar a Buenos Aires se hospedó en Colonia en la casa de su amiga Fifí, y
una tarde en que salieron a caminar y se cruzaron con una víbora, expresó:
«Esto no es bueno para mí» y agregó, riéndose: «Si alguna vez supiera que tengo
una enfermedad incurable, me mataría. Alejandro puede defenderse y mi madre no
necesita de mí». Al regresar a Buenos Aires se enteró del suicidio de Leopoldo
Lugones en un recreo de Tigre y también de la hija de Horacio
Quiroga, Eglé, con solo veintiséis años. Fue al Tigre todos los domingos ese
año.
Enfermedad
Un día, cuando se estaba bañando en el mar, una ola fuerte y alta
le pegó en el pecho a Alfonsina, quien sintió un dolor muy fuerte y perdió el
conocimiento. Sus amigos la llevaron hasta la playa. Cuando recobró el
conocimiento descubrió un bulto en el pecho que hasta el momento no se notaba
pero en esa oportunidad se podía tocar con la mano. Al regresar a la capital le
quiso restar importancia al hecho, pero la verdad se impuso y debió buscar el
apoyo de sus amigos. Ellos trataban de restarle importancia pero le aconsejaron
acudir a un médico. Blanca de la Vega, una de sus amistades, recordó que
Alfonsina la había llevado hasta su dormitorio y se había descubierto el pecho
para que tocase la dureza. El encargado de acompañarla a la consulta fueBenito Quinquela
Martín a quien le
había solicitado ayuda un mediodía en su estudio. Ella le comentó que su estado
era grave y que su hijo era muy joven como para enfrentar la situación. El
pintor trató de disimular su sorpresa y le recomendó consultar a un
especialista. Ese especialista fue el doctor José Arce. Para mantenerse tranquila los días
previos a la operación contó con el apoyo de sus amigos y también ayudó un
reportaje para la revista Multicolor de Crítica del 18 de mayo de 1935, que
sirvió de distracción.
El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada del cáncer de
mama en el Sanatorio Arenales. Se pensaba que era un tumor benigno, pero en
realidad tenía ramificaciones. La mastectomía le
dejó grandes cicatrices físicas y emocionales. Siempre había sufrido de
depresión, paranoia y ataques de nervios, pero ahora los síntomas de enfermedad
mental se recrudecieron. Se volvió recluida y evitaba a sus amistades. Su
reposo lo realizó en «Los Granados», una casa de la familia Botana en Don
Torcuato. Fue atendida especialmente por Salvadora y una ex-alumna, Felisa
Ramos Mozzi quienes junto a una enfermera contratada por los Botana la cuidaban
en turnos.
La quinta estaba rodeada por un parque que era una pequeña reserva
natural con pavos reales, pequeños osos y plantas exóticas de varias especies y
además tenía una biblioteca muy completa, pero Alfonsina no pudo disfrutar de
la estadía por sentirse vulnerable a la enfermedad; sólo quería estar rodeada
de amigas. Es así que invitó a Fifí Kustow a permanecer unos días con ella,
pero su amiga no aceptó la invitación porque, cuando fue a visitarla, Alfonsina
le enseñó un revólver que tenía para defenderse en caso de robo y a Fifí no le
gustó la idea de dormir con un arma al lado. Cuando Haydée Ghío la visitó,
Alfonsina le dijo «Haydecita, mi cuerpo, mi cuerpo».
Después de veinte días de reposo y habiendo pasado una noche de
tormenta que la asustó, resolvió irse a su casa de la calle Suipacha 1123 donde
vivió hasta el año 1937 y posteriormente se mudó al edificio Bouchard House
frente al Luna Park.
Su carácter cambió, ya no visitó más a sus amistades y no podía
admitir sus limitaciones físicas; deseaba vivir pero no aceptaba los
tratamientos impuestos por los médicos. Sólo asistió a una sesión de rayos que
la dejó exhausta y no pudo soportar el tratamiento. No permitía que su hijo la
besara y se lavaba las manos con alcohol antes de acercarse a él o de cocinar.
Unos años antes, se había realizado un examen de quirología con
Eugenio Soriani, un italiano estudiante de ingeniería electrotécnica en el Politécnico de Turín.
El estudio fue parte de una nota para la revista El Hogar y se publicó el 29 de mayo de 1935,
cinco días antes de la cirugía. El resultado de este examen fueron detalles de
la vida privada de la escritora, de sus capacidades intelectuales y se le
pronosticó un debilitamiento de la salud a los cuarenta y cuatro años y a los
cincuenta y cinco años de edad previendo una vida de más de setenta años. Este
pronóstico no fue certero. A dos días del fallecimiento de Alfonsina el
quirólogo comentó en una nota para Noticias Gráficas que la escritora estaba intranquila e
impresionada y solicitó que las revelaciones no fueran publicadas. Con el
consentimiento de Soriani y del periodista, el trato fue cumplido.
El final
La conferencia de Montevideo fue un presagio: las maletas estaban
a medio cerrar y el reloj apuraba su marcha. Hacia mitad de año apareció Mascarilla y trébol y una Antología poética con sus poemas preferidos. La
escritura de estos libros le demandó varios meses. Cuando inscribió su libro en
el Concurso de Poesía le preguntó al director de la Comisión Nacional de
Cultura, Juan José de Urquiza «¿Y si uno muere, a quien le pagan el premio?»,
pregunta que el señor se la tomó a broma, pero luego sus amigos extrajeron
conclusiones de este dicho.
Otro suceso fue una solicitud a su amiga Fifí para hospedarse en
su casa Real de San Carlos, pero esta le dijo que esos días tenía visitas y
Alfonsina resolvió viajar a Mar del Plata. Cuando su amiga le pidió que no
fuera porque esa ciudad la alteraba bastante, respondió: «Tenés miedo de que
muera en tu casa», y además le dio la dirección donde se hospedaría en la
ciudad balnearia. El domingo 16 de octubre se encontró en Tigre con la poetisa Abella Caprile.
Esta le comentó sobre su poema Romancillo
Cantable publicado en La Nación y Alfonsina le dijo que podía ser el
último y le confesó que la neurastenia le hacía pensar en suicidarse. Su amiga
le prometió que rezaría unas oraciones por ella.
El 18 de octubre viajó a Mar del Plata. Fue a la estación Constitución acompañada de su hijo Alejandro y de
Lidia Oriolo de Pizzigatti, dueña del hotel donde se alojaba frecuentemente en
la calle Tres de Febrero. Cuando el tren partió le dijo a su hijo que le escribiese,
que lo iba a necesitar.
Alfonsina le escribió dos cartas de contenido ambiguo a su hijo,
el 19 y 22 de octubre, en las que parecía que luchaba contra la decisión de
terminar con su vida. El jueves 20 escribió todo el día en el hotel abrigada
con un poncho catamarqueño,
aunque era primavera. Al día siguiente un dolor en el brazo le impidió
continuar con su tarea. Sin embargo, se esforzó y el sábado despachó una carta
en el buzón. Contenía su poema Voy
a dormir, el último que escribió. El domingo tuvo que concurrir el doctor
Serebrinsky porque ya no soportaba el dolor. El lunes le solicitó a la mucama
que escribiese por ella una carta para Alejandro y a las once y media se acostó
a dormir.9
Desde allí, envió tres cartas: una a su hijo, Alejandro; otra a
Gálvez, para que procurase que a su hijo no le faltase nada, y un poema de
despedida al diario La Nación:
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
Hacia la una de la madrugada del martes 25 Alfonsina abandonó su
habitación y se dirigió a la playa La Perla. Esa noche su hijo Alejandro no
pudo dormir; a la mañana siguiente, lo llamó la dueña del hotel para informarle
que le habían reportado del hotel que su madre estaba cansada pero bien.
Esa mañana, la mucama Celinda había golpeado la puerta del
dormitorio para darle el desayuno y no obtuvo respuesta y pensó que era mejor
dejarla descansar y fue lo que le comunicó a la dueña. Pero cuando dos obreros
descubrieron el cadáver en
la playa, se difundió la noticia; su hijo se enteró por radio y el cuidador del
hotel, José Porto, se lo confirmó vía telefónica. Hay dos versiones sobre el
suicidio de Alfonsina: una de tintes románticos, que dice que se internó
lentamente en el mar, y otra, la más apoyada por los investigadores y
biógrafos, que afirma que se arrojó a las aguas desde una escollera.
A la tarde, los diarios titulaban sus ediciones con la noticia:
«Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poeta de América». La sorpresa
obligó a reconstruir el hecho. A las ocho de la mañana, los obreros de la
Dirección de Puertos Atilio Pierini y Oscar Parisi observaron algo flotando a
doscientos metros de la playa La Perla y que podría tratarse de una persona.
Pierini se arrojó al agua mientras su compañero denunciaba el evento a la
policía. Actuaron la Comisaría
Primera y la Subprefectura;
los cabos Antonio Santana y Dámaso Castro ayudaron al joven obrero a llevar el
cuerpo sin vida a la orilla. Determinaron que era una mujer bien vestida y que
había estado flotando poco tiempo. Una ambulancia la trasladó a la morgue,
donde fue examinada por el doctor Bellati, quien reconoció a Alfonsina cuando
destapó el cuerpo. Se especuló que Alfonsina se arrojó desde la escollera del
Club Argentino de Mujeres a doscientos metros de la costa. Sobre la escollera
se encontró uno de sus zapatos, el cual se había enganchado con los hierros en
el momento en que su dueña se había arrojado al mar.
Esa misma tarde, en el Colegio Nacional de Mar del Plata se
organizó un homenaje al que asistieron autoridades, alumnos y periodistas y a
las veinte y treinta el ataúd fue trasladado a la estación Norte del
ferrocarril para llevarlo a Buenos Aires. La gente le arrojó flores durante el
traslado. El tren con los restos de Alfonsina llegó a Plaza Constitución al día
siguiente a las siete y treinta de la mañana.81 Esperaban
los restos dos filas de alumnos del Instituto Lavardén y su hijo Alejandro con
sus amigos Arturo Capdevila, Enrique Banchs, Fermín Estrella Gutiérrez y Manuel
Ugarte, quienes condujeron el féretro hasta el Club Argentino de Mujeres en la
calle Maipú al 900 donde se llevó a cabo el velorio. Ugarte colocó sobre las
manos de Alfonsina unas rosas blancas.82
El cortejo fue acompañado, según el diario Crítica, por un desfile
iniciado en la Plaza
San Martín, siguiendo por Arenales y Libertad hasta la avenida Quintana sumándose gente en el recorrido.
Demoró una hora en llegar al destino final: arribó a las dieciséis y treinta
horas, donde aguardaban las autoridades nacionales y el doctor Sagarna, miembro
de la Corte Suprema de
Justicia, además de sus colegas escritores. A su entierro asistieron
los escritores y artistas Enrique Larreta, Ricardo Rojas, Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Manuel Gálvez, Baldomero
Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Eduardo Mallea, Alejandro
Sirio, Augusto
Riganelli, Carlos Obligado, Atilio
Chiappori, Horacio
Rega Molina, Pedro
M. Obligado, Amado
Villar, Leopoldo Marechal,Centurión, Pascual
de Rogatis, Carlos López Buchardo y Camila
Olivieri, entre otros.
Los discursos de despedida fueron iniciados por el titular de la SADE,
Manuel Ugarte y una vez finalizados los restos de Alfonsina fueron depositados
en el Cementerio de la
Recoleta en la bóveda
familiar de Salvadora Onrubia,
esposa de Natalio Botana,
periodista y director del diario Crítica, quienes financiaron la ceremonia,
pero en 1963 se trasladó el féretro al «rincón de los notables» del Cementerio de la
Chacarita, donde actualmente reposan en el interior de una escultura
realizada por Julio
César Vergotini.
Al otro día La
Nación publicó su poema de
despedida, Voy a dormir,
que termina con un misterio poético que ninguna biografía podrá develar. Dice:
Si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
Casualmente, en un período de 20 meses, no solo murió Storni sino
también sus amigos y escritores Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones (ambos por
suicidio).
Críticas
Según Alberto Acereda, la obra de Alfonsina es una
defensa a la libertad artística e individual. Su vida y obra es un mito
iconográfico de un activismo resentido contra lo masculino. Afirma que ella es
un mito más; sus letras muestran a una excelente poeta del amor, una mujer
luchadora por la igualdad femenina que no se la puede ubicar en el feminismo
radical. En su vida y obra se entremezclan emoción, sentimiento y reflexión; su
poesía es erótica humanamente, busca el amor, tiene vivencias y poesía de su
ego angustiado que termina con el suicidio.
Acereda afirma que Storni fue feminista en el sentido literal de
la palabra, ya que siempre buscó la igualdad entre el hombre y la mujer. Tuvo
el coraje necesario para oponerse a la regla que exigía la virginidad femenina
pero no la masculina. De aquí nacieron sus obras Tú me quieres blanca, heredero
del Hombres necios de Sor Juana. Lo mismo ocurre en
poemas como Hombre pequeñito, La que comprende, Siglo XX o Veinte
siglos, textos basados en la búsqueda de la igualdad real para la mujer en
el medio. Se pueden poner como ejemplo además La
inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), y los posteriores Ocre (1925), Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1934) y otras creaciones en prosa y
teatro como un intento de lograr la libertad femenina contrarrestando la
tendencia machista de ese entonces.
El autor afirma que hay críticas del feminismo radical que
presentan la obra de Alfonsina dentro de un lenguaje complicado y enmarañado
lleno de pura demagogia dando una falsa idea de sabiduría. Estas críticas
radicales conforman un hilo complicado que termina por cansar. Lo real (según
Acereda) es que en ella está el «yo» de mujer, el sentimiento encarnado en la
mujer que aboga por la igualdad con el varón pero admite la necesidad de él
como compañero.
Por su parte, el crítico José
Miguel Oviedo señaló
que ni el contexto ni la forma de pensar de Alfonsina permiten dudar de su
deseo de igualar al hombre con la mujer porque no hay ninguna ironía en esos
versos.
Otras críticas califican a la obra de Alfonsina como prolífica,
vigorosa y original, y afirman que cambió las letras latinoamericanas. Con cada
una de sus publicaciones se incrementaba su importancia literaria y los
críticos mostraban más interés en su obra. Estas críticas ubican a las obras en
el postmodernismo caracterizado además en el acento romántico, la profundidad
lírica y la sencillez.87
aime
Martínez Tolentino divide
en dos etapas a la obra de Alfonsina. La primera es de corte romántico y abarca
desde La inquietud del rosal hasta Poemas de amor, los cuales
están basados en las temáticas del amor carnal y espiritual, con dimensiones
eróticas y sensuales dejando ver insatisfacción y resentimiento hacia la figura
masculina. También afirma, como Acereda, que en su obra la poetisa defendió los
derechos de la mujer y que además se preocupó por el contenido de sus obras y
empleó una gran cantidad de estructuras poéticas.
La segunda etapa de la clasificación
de Martínez Tolentino comienza con Mundos
de siete pozos y afirma que
su título «…sirve de metáfora para aludir a la imagen de la cabeza humana y
obra donde se observa el predominio del intelecto sobre las emociones». La
poetisa abandonó el erotismo concreto y la nota autobiográfica, para pasar a
escribir sobre el amor de una forma más abstracta y reflexiva utilizando en
ocasiones la ironía. Además, se centra más en el contenido de su poesía y
utiliza más el verso libre y soneto sin rima. En palabras del crítico: «…su
poesía se vuelve más depurada y pura, más hermética y más repleta de simbolismo
oscuro, y la poeta comienza a rehuirle a las formas poéticas de mayor libertad
para acercarse a otras de mayor restricción formal».
El poeta Jorge Valdivieso reflexionó acerca de la obra literaria y
poética de Alfonsina: «La obra poética de Alfonsina Storni ha producido
reacciones muy distintas en la crítica, pero en general se ha tomado su
creación como ejemplo de la vida de una mujer atormentada por el amor y por las
limitaciones sociales que se imponían a la mujer de su época».
La licenciada chilena Elizabeth Frances Richter Barragán afirma
que las letras poéticas de Alfonsina presentan un conjunto de metáforas y
ejercicios de introspección que la hacen una viajera de sí misma.
Según Richter, la poetisa expresó en sus escritos un gran número de estados de
alma e ilustró el miedo a través del lenguaje incluyendo la muerte. Este último
tema se presenta en los poemas Versos
otoñales, Melancolía y finalmente Voy a dormir, redactado
especialmente para anunciar su suicidio.89 notas 5 Frances Richter manifiesta, además,
que la vida de Alfonsina estuvo marcada por el dolor y la muerte a raíz del
cáncer mamario que se presentó a una edad muy joven. La poesía refleja la
espera del momento final que evoluciona con el transcurrir de los años. En las
letras, Alfonsina demostró un estado de vejez espiritual que presenta su cuerpo
como un «recipiente de las aguas frías y del hielo que bañan su alma envejecida
por una muerte inminente y dolorosa». Y finalmente las letras de su poema de
despedida, el Voy a dormir enviado al diario La Nación, anuncian la partida
final y su postura frente a la muerte. No es un viaje hacia el interior sino
que lo es hacia la madre tierra, madrina de su alma y de su mundo.89 La
licenciada finalmente concluye que el tema de la muerte lo manifestó de varias
formas: temor, rebeldía, aceptación, amor y por último la entrega. Las letras
que provenían de su alma reflejan versos hermosos, desgarrados e intensos pero
a la vez demostrando el temor a la muerte.
En una clasificación realizada por la Crítica Literaria, la obra
entre los años 1916 a 1925 se encasilla en «tardoromántica»
y a partir de Ocre se provocará un cambio que se confirma
en Mundo de siete pozos y Mascarilla
y trébol presentando señales
de vanguardismo y nuevos recursos estéticos como el antisoneto.
Mereció un análisis separado la obra Poemas de amor, que presenta un
tardoromanticismo por una parte y lirismo y
crítica irónica por el otro; se muestra al amor como algo inalcanzable, efímero
y fugaz, y como un incentivo de vida y de muerte. Constituye un punto de vista
de un cuerpo y una voz femenina que atrae masivamente a un público numeroso y
provoca desconfianza en sus colegas escritores. La obra puede verse como la
afirmación de una escritora mujer en un ambiente histórico cultural
latinoamericano e internacional, construyendo cierto discurso regular en la
variedad de géneros literarios.
Sobre Poemas de
amor, la misma Alfonsina dice en el prólogo que «son frases de estado de
amor escritos en pocos días ya hace algún tiempo» y no los considera una obra
de literatura, sino «una lágrima de las tantas lágrimas de los ojos humanos».
Además, está lleno de un sentimiento amoroso exagerado escrito probablemente
sobre la pasión, en sus cuarenta y siete versos en prosa escritos en el tiempo
verbal presente del indicativo casi por completo y donde se pueden leer relatos
basados en el sentimiento amoroso con un tono erótico sensual elevado que
difieren intencionalmente el orden literario de su tiempo histórico.91
Una vez finalizada la obra en prosa poética se dedicó al verso
donde la indagación poética es constante y no expresa el tema amoroso con
tantos desbordes y delirios. Parece que ya no le interesaba
traspasar ese límite, dando a entender el agotamiento de este tema y dando
lugar a otros más cercanos a la conciencia racional y estética.92
Reconocimientos
El 18 de noviembre se realizó un homenaje en la Universidad de
Montevideo, organizado por la Sociedad Arte y Cultura Popular. Juana de Ibarbourou envió unas palabras, María V. de
Muller expresó que se había perdido a una amiga insustituible, Eduardo J.
Couture analizó Voy a dormir y el poeta Carlos Sabat Ercasty
compuso un soneto.
El 21 de noviembre de 1938 el Senado de la Nación le rindió un
homenaje con un discurso del senador Alfredo Palacios, quien se centró en el
contexto social para explicarse con claridad.93Palacios dijo:
«Nuestro
progreso material asombra a propios y extraños. Hemos construido urbes
inmensas. Centenares de millones de cabezas de ganado pacen en la inmensurable
planicie argentina, la más fecunda de la tierra; pero frecuentemente subordinamos
los valores del espíritu a los valores utilitarios y no hemos conseguido, con
toda nuestra riqueza, crear una atmósfera propicia donde puede prosperar esa
planta delicada que es un poeta».
En la costa de Mar del Plata se erige un monumento que es utilizado
como lugar de peregrinación y de escritura de grafitis, y también en la
costanera de Santa Teresita.94
Su suicidio inspiró
la canción «Alfonsina y el mar»,
de Ariel Ramírez y Félix Luna, que ha sido interpretada por
innumerables músicos de lengua española, destacándose la versión de Mercedes Sosa y la versión de Chabuca Granda. El grupo de música celta Bad Haggis también grabó una canción titulada
«Templo de agua», inspirada en el suicidio y compuesta e interpretada en
colaboración con el panameño Rubén Blades.También
los compositores argentinos Saúl Cosentino y Juan María Solare han musicalizado diversos poemas
suyos. Desde 1996, la actrizAmelia Bence la interpreta en obras llevadas a cabo
en diversos teatros latinoamericanos, intercalando poesía y música. Ella fue
alumna de Storni en el Teatro
Infantil Lavardén durante
la década de 1920.
Con motivo de la celebración del septuagésimo aniversario de su
muerte, la Asociación Mujeres en el Arte de Valencia en colaboración con O2
Project decidió rendirle un homenaje a la poetisa, para lo cual se realizaron
una serie de conciertos en Nueva York, Luxemburgo, Bremen y
Buenos Aires entre enero y julio de 2009 con obras musicales basadas en sus
textos.
Varias calles llevan su nombre en localidades de Argentina, por
ejemplo en en el barrio porteño de Saavedra,
en el barrio Paso Piedras de Junín, en Concepción del
Uruguay y por supuesto
en Mar del Plata.
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