R.D:Cápsulas genealógicas



Los archivos parroquiales de Moca (2 de 4)
Escrito por: EDWIN ESPINAL
En  contados casos, las actas de defunción orientan sobre las condiciones de la muerte. Hay algunas en las que se indica que la persona falleció “de repente”, acaso por un ataque cardíaco, o como la singular acta de Lorenza Arias, cónyuge de Juan Aurriques, de quien se dice que fue encontrada muerta en su cama el 19 de enero de 1834, contando con 60 años.    
El lugar del entierro debió ser el cementerio de la población, lo que podría explicar su no mención en las partidas, aunque tal vez las personas cuyo deceso ocurría en la zona rural eran enterradas en sus respectivos sitios de residencia. En el caso de Dorotea Sánchez Cabrera, cuya muerte la causó un accidente no especificado –razón por la cual no se le pudieron administrar los sacramentos- el 5 de diciembre de 1829 a la edad de 27 años, fue enterrada en el cementerio del Santo Cerro, después de una misa de cuerpo presente. 
De manera especial, las actas levantadas entre marzo de 1822 y diciembre de 1844 son sumamente ricas en detalles relativos a la importancia de la preparación espiritual ante la muerte y a los actos de arrepentimiento que debían asumirse para la salvación del alma. Cabe citar en primer orden la redacción de un testamento, que aunque aseguraba una salvación eterna, amén de evitar dejar los bienes sin una partición ante una eventual muerte repentina, figura en un único caso, el de Bernardino Polanco, fallecido a los 40 años de edad el 18 de agosto de 1825.
El que una sola persona figure como testador, aunque nos orienta respecto de su nivel educativo, no quiere decir que no se siguiesen normas extra testamentarias para disponer la forma del enterramiento y las honras fúnebres: Manuel Martínez, fallecido el 19 de noviembre de 1822, a los 67 años de edad, fue enterrado después de que fuera cantada una misa de cuerpo presente; Diego Fernández, quien murió a los 36 años el 24 de febrero de 1823, tuvo un entierro cantado de dos gruesas, mientras que Juan Bautista, muerto el 7 de marzo de 1823 a los 60 años de edad, fue sepultado tras un entierro cantado de tres gruesas y dobles de esquilón. José Antonio Guzmán, muerto a la edad de 35 años el 25 de noviembre de 1825, tuvo un entierro con vigilia y cuerpo presente y Francisco Almánzar, fallecido el 8 de junio de 1839 a los 60 años, recibió un entierro solemne con doble esquilón.
 La afirmación de la fe antes de la llegada de la muerte implicaba la administración de los sacramentos, generalmente in artículo mortis, siempre que fuera posible. Aparecen casos de fieles que recibieron todos los sacramentos, menos la eucaristía, no dando tiempo a los demás por causa de enfermedad que lo aquejaba; o de alguna que sólo llegó a recibir la extremaunción, mientras que otro no recibió ninguno por morir en el campo.     
Varias actas llaman particularmente la atención: la de Juan Fravier, fallecido a la edad de 30 años el 19 de marzo de 1822, natural de Guinea, por lo que suponemos era un esclavo liberto; la de José Sixi, esposo de María Buenaventura y fallecido el 30 de noviembre de 1822 a la edad de 90 años, por lo que nació hacia 1732; y la de Rosa María Acebedo, viuda de Tomás Acevedo, cuyo deceso ocurrió el 12 de febrero de 1823, teniendo aproximadamente 100 años, por lo que nació hacia 1723. Esas partidas, vista la edad de los fallecidos, permite considerar el siglo XVIII como aquel al que podemos remontar los más antiguos orígenes familiares.
Instituto Dominicano de Genealogía

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