Aproposito de inmigracion: Contando Cocolos

"En diciembre desembarcan en Macorís "200 cocolos más. Estos individuos vienen a cortar caña en todas las haciendas de este departamento." Alfredo Morales expresa que si la zafra se hace allí es por los cocolos. Al año siguiente, el Gobernador de esa provincia señala que "únicamente somos visitados por los espontáneos emigrantes de las islas de Barlovento...que son verdaderos jornaleros que una vez pasada la molienda en los ingenios retornan a sus hogares". En 1909: "en número de 3 o 4 mil vienen, como langostas, al comienzo de la zafra". A finales de 1910 se avisa la llegada de "un balandro de calamidades, es decir de cocolos."
De ahí salieron los big leaguers. El dream team dominicano.
Nadal Walcott
En 1884 Hostos estimaba que nuestros ingenios ocupaban unos 6 mil operarios, entre ellos 500 extranjeros, muchos originarios de las Islas Turcas, Bahamas y Barlovento. Antes, en 1871, Samuel Hazard halló en Puerto Plata "un gran número de negros procedentes de las islas inglesas Nassau, Santo Tomás, Jamaica, etc.", indicando que "los negros y los mestizos son los trabajadores empleados en el puerto, almacenes", mientras "que las mujeres se ganan la vida principalmente como lavanderas". Encontró asimismo afroamericanos libertos, parte de la migración llegada entre 1824-25 desde Filadelfia durante la Ocupación Haitiana, que tuvo también asentamientos en Samaná y Sánchez. Raíz de la iglesia metodista.
Tan cosmopolita era Puerto Plata, que en 1879, de unas 3,925 personas censadas en la ciudad y secciones aledañas, 1,211 (31%) eran de otras nacionalidades, siendo inmigrantes de primera generación. Buena parte empadronada dominicana eran hijos de los inmigrantes, procreados entre ellos o con criollas. En 1882, un registro de 1,038 extranjeros residentes en Puerto Plata, reveló que un tercio (31%) provenía de las islas británicas del Caribe, 8.7% las danesas, 2.6% las holandesas y 0.2% las francesas. Los americanos eran el 5.9% y los haitianos el 1.7%. Sumando la mitad, que aportaba la fuerza de trabajo asalariada en las fincas, manufacturas y faenas del puerto. Los cubanos tenían gran peso (28.9%), junto a españoles peninsulares (5.5%) y puertorriqueños (4.4%), formando la clase media.
Un registro similar en Santo Domingo arrojó menor número de isleños cocolos. En la década del 90 se fue incrementando la presencia cocola en las fincas y en los ingenios de Macorís. Conforme al ingeniero Tomasset, quien bregó en ferrocarriles, puentes y puertos, durante el siglo XIX se importaron cocolos para el trabajo de obras públicas. En adición, se ocuparon en menor escala en plantaciones de cacao y banano. William L. Bass, del ingenio Consuelo, afirmaba que "esta clase de trabajador si no se contrata por un número de años, viene primero a trabajar sin su familia y más tarde, si reciben impresiones agradables del país y del trabajo, se apresuran a traer sus familias". Patrick Bryan apuntaba que el salario de estos inmigrantes era considerado bueno por las autoridades coloniales de sus islas. Según El Porvenir, los cocolos llegaron a contratarse por 25 centavos diarios en Puerto Plata.
Para este ciclo inicial no disponemos de una relación exhaustiva del movimiento anual de braceros cocolos, al no registrarse oficialmente pese a su significación numérica. Sin embargo, las noticias de prensa e informaciones de funcionarios provinciales y autores contemporáneos a ese proceso, permiten afirmar que a principios del siglo XX los cocolos eran predominantes en el corte de la caña en los ingenios del Este y participaban en forma creciente en los pocos ingenios que quedaban en la provincia de Santo Domingo.
En 1895, Gaceta Oficial definía a Macorís como un "centro agrícola de indiscutible importancia en su mayoría de pobres jornaleros que vienen de Puerto Rico, San Thomas y de todos los puntos de la República en busca de trabajo." En 1897, Listín Diario reseñaba las operaciones de E. Dumois y Cía. en La Romana, donde fomentaba una plantación de guineos y una refinería de petróleo: "Entre la refinería y la siembra se emplean diariamente, en los trabajos ordinarios, contando carpinteros, empleados y peones, 80 hombres, de los cuales hay americanos 3, dominicanos 14, puertorriqueños 12, cubanos 14 y cocolos 37. Para remediar el mal de esta peonada cocola cuando se ensanchen los trabajos de agricultura, piensa la Compañía traer 350 braceros cubanos y canarios, y como necesita 500, confía en que podrá conseguir 150 dominicanos por tratarse de trabajos de campo a que son más aficionados."
Para los empresarios, "el peón dominicano es laborioso, no hay duda, pero inconstante en el trabajo ajeno, pues más apego tiene al de su hogar; y esto es causa de que en el establecimiento los que permanecen constantemente en su mayoría son los cocolos". Un año más tarde Listín Diario reseñaba el cierre de la zafra: "los campesinos y el considerable número de 'cocolos' que se encontraban trabajando en los ingenios, regresan otra vez al lado de sus respectivas familias".
En 1900 La Defensa de SPM cuenta la llegada de "más de mil quinientos individuos procedentes de las Antillas Inglesas" para la zafra 1900-1. Entre el 5/10 y el 28/11 ingresan por ese puerto 1,071. Sólo entre el 19 y 20/11 desembarcan 625, trasladados en tres naves. Se queja La Defensa: "los cocolos corrompen el trabajo entrando en los ingenios por el más insignificante jornal (los hay de 25 centavos)". Argumento de la campaña adversa a esta inmigración. Días más tarde, en despacho desde SPM, Listín Diario consignaba que "la prensa de esta localidad...ha formulado su primera protesta en nombre del pueblo, contra la inmigración de cocolos que en estos últimos días viene preocupando con legítimo motivo la atención de este distrito. La competencia rastrera que viene a establecer en el trabajo la expresada inmigración ocasiona graves perjuicios al bracero del país que se afana inútilmente en conseguir una colocación."
En 1901, Listín, citando a El Porvenir de Puerto Plata, señala que el "cocolo viene al país a corromper el salario y a establecer competencias ruinosas a los braceros nacionales". Aportando las ventajas que provee dicha inmigración al empresario: "es provechosa por cuanto en cambio de un salario mezquino deja mucho trabajo y mucho desarrollo de la riqueza agrícola". Informando que los cocolos se contratan por 25 centavos diarios. En octubre el diario anuncia la llegada a SMP de la "combatida emigración de Cocolos". Y en diciembre habla de contrarrestar en Barahona la "solapada pero rápida invasión haitiana", con una inmigración "buena, trabajadora y fuerte".
En 1902 Listín reporta que "tuvo lugar en el Ingenio 'Santa Fe' una huelga de cocolos, a tal punto que hubo que suspender la molienda; pero hoy han vuelto a reanudarse los trabajos". Señal del peso alcanzado por los cocolos, capaces de paralizar la molienda. El 15/11/02 informa: "Del día 1 a la fecha se calcula que han desembarcado ya en S. P. de Macorís unos dos mil cocolos, braceros que todos los años vienen a trabajar en los ingenios de aquel distrito. El comercio ve su llegada con malos ojos porque es gente que no consume y que según dicen allí, 'viven sin comer y sin vestir'". El 2/12 arribaban al puerto de Santo Domingo 274 "cocolos para los ingenios más inmediatos a la ciudad", agregando que "pronto anunciarán la llegada de 1,500 que esperan las demás haciendas". Entre el 7 y 9 de enero de 1903 llegaron a Macorís 493 cocolos y en febrero 200 más, rumbo a los ingenios.
La suma de los cocolos que ingresaron a finales de 1902 e inicios de 1903, arroja 2,967 braceros, destinados a la zafra 1902-03. Con los 1,500 que esperaban "las demás haciendas" de Santo Domingo, ascendería a 4,467. Relevante si pensamos que una década atrás los braceros empleados por los ingenios de Macorís eran 3,111 y doce años después los ingenios de San Pedro y Santo Domingo utilizaban unos 11,800. Este hecho hizo afirmar a José Ramón López en 1902, que "si no hubiera habido en el país antillanos menores las cosechas de caña habrían sido imposibles en estos últimos años de conmociones y revueltas".
En 1904 los inmigrantes que trajo para Macorís un balandro holandés que hizo puerto en la capital fueron contratados por el ingenio San Isidro. En mayo se reembarcó "gran parte de los cocolos que vinieron a trabajar a los ingenios de Macorís" y en junio 120 en una goleta inglesa. El 23/11 llegaron para la zafra 1904-5, 250 desde San Martín, más 146 traídos por un balandro inglés. Al otro día, 139 de San Martin y 151 de Guadalupe. El 28, 93 de Tortola. El 5/12 embarcaciones "con cocolos" de St. Cristopher y San Martín. El 15, para Angelina, 150 de St. Kitts. El 20, de Tortola 62. A principios de 1905, al subir el precio del azúcar, se reclaman "medidas que tiendan a obligar al trabajo a nuestros campesinos, para que de este modo se eviten las inconveniencias que ofrece al país la inmigración de cocolos." Pero en septiembre se anuncia que "de un momento a otro se espera en San Pedro de Macorís una goleta con 400 cocolos para empezar la zafra en el Ingenio Santa Fe."
En noviembre de 1906, Listín da cuenta del desembarco de 200 "cocolos" destinados "a la hacienda de sus compromisos", anotando que "todavía se esperan 2,000". En enero de 1907, llegan "78 cocolos los que se suman al crecido número que tenemos ya apuntados". En julio, el diario, opositor a esta inmigración, alentaba a que se descontinuara, ante noticias sin confirmar de que un ingenio de Macorís no la emplearía en la próxima zafra. Señalando que "debía suceder lo mismo en las demás haciendas". Vana esperanza. En noviembre, al despuntar un nuevo ciclo de esta inmigración, Listín advertía sobre el estado de salud de los cocolos: "Casi siempre se aparecen en un número de 60 a 70 (los que suelen venir en un balandro de poco tonelaje), 8 ó 10 entre inválidos y enfermos desahuciados próximos a emigrar para el otro mundo". Exhortando a las autoridades sanitarias a impedir su ingreso y a los capitanes su abordaje.
En diciembre desembarcan en Macorís "200 cocolos más. Estos individuos vienen a cortar caña en todas las haciendas de este departamento." Alfredo Morales expresa que si la zafra se hace allí es por los cocolos. Al año siguiente, el Gobernador de esa provincia señala que "únicamente somos visitados por los espontáneos emigrantes de las islas de Barlovento...que son verdaderos jornaleros que una vez pasada la molienda en los ingenios retornan a sus hogares". En 1909: "en número de 3 o 4 mil vienen, como langostas, al comienzo de la zafra". A finales de 1910 se avisa la llegada de "un balandro de calamidades, es decir de cocolos."
De ahí salieron los big leaguers. El dream team dominicano.
POR DIARIO LIBRE

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