Aquella mañana de abril la casa de Balaguer en la Máximo Gómez 25 era un hervidero... Faltaban menos de tres semanas para las elecciones del 16 de mayo del 2000 y las encuestas eran muy imprecisas: unas ponían a ganar a Hipólito, otras a Danilo, otras a Balaguer...
El centro de operaciones de la campaña reformista estaba en la casa de su anciano líder y candidato, que de forma sospechosa llevaba semanas sin dejarse ver por parte, y que reaparecería esa mañana para recibir una comisión de munícipes santiaguenses que le darían su apoyo.
Temprano en la mañana me había hecho eco de una denuncia formulada con mucha discreción por “una persona de la casa” que la noche antes fue a verme acompañada del doctor Humberto Salazar para llevarme pruebas de que al candidato reformista le estaban dosificando un medicamento que lo aletargaba y lo mantenía casi todo el tiempo durmiendo... “en otro mundo”.
Ese medicamento era Dormicún, un somnífero de uso común hace 13 años en el quirófano hospitalario por su rápida acción pre-anestésica.
Era lógico que los periodistas aprovecharan la ocasión para cuestionar al expresidente. El único problema fue que de forma aviesa la pregunta la formularon al revés: “¿Presidente, usted desmiente lo que dijo César Medina hoy, que a usted lo mantienen anestesiado con un medicamento llamado Dormicún para que Hipólito aproveche la pasividad de su campaña y gane en primera vuelta...?
La pregunta, formulada en ese contexto, no podía ser más capciosa. Pero la respuesta de Balaguer los dejó pasmados:
“Yo no desmiento nada... nada. César Medina sabrá muy bien por qué ha dicho eso...”
Esa persona anónima...
He mantenido por todos estos años bajo el absoluto anonimato a la persona que me llevó la información. Y lo he hecho por respeto a la ética que me impone el secreto profesional de no revelar la fuente, amparo de ley al que no renuncio.
Si algunas veces ha salido a relucir en este caso el nombre del doctor Humberto Salazar es porque el propio doctor Humberto Salazar lo ha revelado para sustentar su teoría de que en el año 2000 “aquella chiva que Hipólito amarró en la Máximo Gómez 25 dejó sus resultados”.
Hace unos días un exdirigente reformista que estuvo cerca “de la casa” en aquellos años me escribió para descartar la versión de Salazar señalando que un médico sin curriculum como él, como Salazar, no tenía estatura profesional para acceder al tratamiento clínico de Balaguer.
Está muy equivocado... Porque la alarma se disparó de forma circunstancial: Balaguer había pasado unos días en Santiago, en viaje de campaña. Pernoctó en casa de Aney Muñoz, su amigo y dirigente reformista de toda una vida, y Aney tuvo acceso a la lista de medicamentos de Balaguer, donde aparecía precisamente el Dormicún y su dosificación.
Era ese, precisamente, el pre-anestésico que usaba Salazar para aletargar a sus pacientes antes de la anestesia general.
Luego me lo confirmó...
Balaguer no olvidaba nada... Dos años después de eso, en 2002, llamé a su asistente Pérez Bello para decirle que deseaba verlo por unos minutos... Pensé que la cita me la darían para días después, pues era una época de jolgorio electoral porque se avecinaban las elecciones de medio término.
Mi sorpresa no pudo ser mayor... No habían transcurrido ni siquiera cinco minutos cuando recibí una llamada de Pérez Bello: “Don César, dice el Presidente que venga cuando usted quiera, ahora mismo si lo desea, que esta es su casa...”
¡Pues voy ahora mismo!, le dije sin pensarlo mucho...
óLo estarán esperando afuera, entre con su carro hasta la marquesina de atrás, que yo estaré ahí”, me respondió el gentil oficial.
Llegué, me subieron de inmediato a la habitación de Balaguer... Me esperó con su gorrito de lana, en su sillón reclinable, con una manta de la cintura hacia abajo y camisa de pijamas...
“¡Desde hace mucho quería verte, César, para darte las gracias... porque tu advertencia sobre el Dormicún pudo haberme salvado la vida”.
¡La otra parte, el próximo sábado...!
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