sábado, 9 de noviembre de 2013

El Congreso del PLD



El autor plantea que el PLD podría erigirse en un nuevo modelo de innovación política, ya que podría ser, al mismo tiempo, partido de Estado, es decir, el partido oficial para acompañar al Gobierno en el cumplimiento de sus planes; y partido de sociedad, al ser el instrumento eficaz para encauzar aspiraciones de de la sociedad.

Leonel Fernández
Santo Domingo

Además de seleccionar y ampliar sus cuadros directivos en distintos niveles, el Octavo Congreso Ordinario Norge Botello del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), tiene como objetivo fundamental la renovación, modernización y profesionalización de esa organización política.

Eso tiene una importancia trascendental, sobre todo en una época en que en el plano internacional se habla de una crisis o decadencia de los partidos políticos, y en el plano local, algunos comentaristas y politólogos han expresado su temor en relación a lo que han denominado ®virtual colapso del sistema de partidos en la República Dominicana.®

Al hacer referencia a este último punto, el análisis parte de la premisa de la incapacidad que tienen algunas organizaciones políticas de resolver sus conflictos internos, al desgaste de otras en el tiempo, a una falta de orientación ideológica y a una cierta desconexión con los intereses de los distintos grupos que integran la sociedad.

Visto desde esa perspectiva parece real que debería albergarse una legítima preocupación por el futuro de nuestros partidos políticos, y por ende, de nuestra democracia, pero lo cierto es que todo eso no representa más que retos que obligan a nuestras instituciones políticas a transformarse y adaptarse a las nuevas circunstancias.

El caso del PLD
En el caso del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), su ideología, su seña de identidad política, sus objetivos estratégicos y su compromiso con la sociedad dominicana, se encuentran establecidos en su Declaración de Principios y en sus Estatutos.

En esos documentos se indica que el PLD es una organización política de naturaleza progresista, popular y moderna, cuyo objetivo es completar la obra de Juan Pablo Duarte y los trinitarios, mediante el fortalecimiento de la democracia, la libertad, la justicia, la inclusión social, la equidad de género, la protección del medio ambiente, la solidaridad, la paz y la defensa de la identidad nacional.

Con todo eso quiere indicarse, fundamentalmente, que contrario a los pesimistas, el PLD cree en la noción de progreso como forma de evolución permanente de los seres humanos, y de que todo el discurrir de la historia, tanto universal como nacional, es un esfuerzo constante, en medio de grandes luchas y enormes sacrificios, por avanzar hacia etapas superiores de desarrollo y civilización.

Es una organización popular, porque en lugar de representar grupos de interés particulares, aspira a ser portavoz del interés nacional, esto es, del pueblo, manteniendo una relación estrecha con los sectores excluidos, marginados y más vulnerables de la población.

Y es una organización moderna, porque a pesar de respetar nuestras tradiciones, reverenciar nuestra historia y honrar a nuestras grandes figuras, hace suya la noción de cambio social y promueve la modernización constante del Estado, la economía y la sociedad como parte del progreso.

La idea de que el PLD tiene como objetivo completar la obra de Juan Pablo Duarte y los trinitarios, permite colocar nuestras luchas actuales en el contexto de nuestra historia nacional, de la misma manera que lo hacen otras fuerzas progresistas de América Latina y el Caribe, al reivindicar, entre otros, las ilustres figuras de Simón Bolívar, José Martí, César Augusto Sandino y Farabundo Martí.

Pero, además, el PLD asume la causa de la democracia, como única forma legítima de acceso al poder, de promoción de un Estado de Derecho y protección de la dignidad humana; de la libertad, como manera de contrarrestar el despotismo, el autoritarismo y la humillación; y de la justicia, como mecanismo de reivindicación frente al abuso y el atropello.

Al comprometerse con esos valores y principios, el partido morado de la estrella amarilla, pone de manifiesto que como organización es mucho más que simplemente una maquinaria electoral; que su objetivo, además de tener carácter histórico y estratégico, trasciende la mera conquista de la mayoría en las urnas.

Lo que se propone el congreso
Para ser eficaz en los objetivos que el PLD se ha planteado, se propone, en el marco de su Octavo Congreso, replantearse la relación entre el Estado, el partido y la sociedad.

Se entiende que además de tener a miembros y simpatizantes del partido en calidad de funcionarios del Estado, desempeñando distintas funciones gubernamentales, el partido debe jugar un rol activo en la ejecución de las diversas políticas y directrices que emanen de las autoridades estatales.

De esa manera podrá apreciarse una organización política cuyos integrantes no sólo están interesados en que se les nombre en un cargo público, sino que están inspirados por un genuino interés de servir a la sociedad, con lo cual se lograría mayor credibilidad y legitimidad en la acción política.

Pero, en adición, está el determinar la forma en que el partido habrá de relacionarse con los distintos sectores de la sociedad dominicana, procurando ser, frente al Estado, el vehículo idóneo de canalización de intereses y aspiraciones de esos sectores.

En la medida en que el PLD pueda lograr cumplir con esas metas podría erigirse en un nuevo modelo de innovación política, ya que podría ser, al mismo tiempo, partido de Estado, es decir, el partido oficial que se encuentra en óptimas condiciones para integrarse y acompañar al Gobierno en el cumplimiento de sus planes; y partido de sociedad, al ser el instrumento eficaz para encauzar la diversidad de aspiraciones e intereses de los diversos sectores de la sociedad dominicana, con lo cual ejercería a plenitud su rol de representación.

Al igual que otras organizaciones políticas en distintas regiones del mundo, el partido fundado por Juan Bosch se enfrenta a un conjunto de nuevos desafíos, relacionados con cambios en el orden internacional, como el fin de la Guerra Fría y la expansión de la globalización; el surgimiento de nuevos actores, como las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales; las transformaciones sociales y la emergencia de la clase media; el nuevo rol de la juventud y la mujer; y la aparición de nuevas formas de comunicación social.

El fin de la Guerra Fría produjo como efecto colateral una desorientación, confusión y vacío ideológico, que aún no ha podido ser superado por diversas organizaciones políticas en distintas partes del mundo, contribuyendo de esa forma a la promoción de la eficiencia y el pragmatismo como valores en sí mismos.

El fenómeno de la globalización ha reforzado la interdependencia, y por consiguiente, la vulnerabilidad con respecto a los factores externos, lo cual hace que el Estado nacional, así como los partidos políticos, se vean impotentes en la solución de problemas que escapan su control.

Hasta ahora, en toda América Latina, la relación entre los partidos políticos, la sociedad civil y los movimientos sociales ha sido tensa. La razón, quizás, se deba al hecho de que los actores políticos se ven cuestionados en la legitimidad del ejercicio de sus liderazgos por parte de personalidades e instituciones que tratan de imponer la agenda del debate a través de los medios de comunicación, sin asumir ninguna responsabilidad que verdaderamente les comprometa.

Las nuevas tecnologías de la comunicación, a través de las redes sociales, han sido, por el momento, de mayor utilidad para distintos tipos de organizaciones que para los partidos políticos, lo cual obliga, a una organización como el PLD, a reflexionar y plantearse una renovada estrategia de comunicación tanto hacia dentro como fuera de la organización, tal como corresponde a una institución moderna del siglo XXI.

La relación con la clase media es de singular importancia para el PLD, en razón de su cada vez más notable expansión, lo que implica una significativa transformación de la estructura social, de su rol en los distintos gremios profesionales, en el comercio, en las finanzas, y en su condición de reproductor de ideas y líder de opinión.

Igual ocurre con el sector de la juventud y la mujer. Esos son dos segmentos de población respecto de los cuales el Congreso del partido morado tendrá que desplegar sus mejores energías para en forma creativa e imaginativa atraer su interés hacia la organización.

Recientemente, el Santo Padre, Francisco, lo logró de manera muy sencilla, al invitar a los jóvenes en Río de Janeiro a compartir en la playa.

En fin, lo más importante y trascendente es que al culminar el actual Congreso Norge Botello, el PLD, salga como un partido unido. En estos momentos, la sociedad dominicana reclama del PLD que volviendo a sus principios fundacionales, promueva los valores del progreso, la modernidad, la democracia, la solidaridad, el patriotismo, la honradez, la libertad y la justicia.

Con el Congreso Norge Botello el Partido de la Liberación Dominicana entra en el tercer ciclo de su existencia, el cual ha de llevarlo, durante las próximas dos décadas, a seguir siendo la organización más influyente en el espectro político nacional.

Que así sea. 


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