martes, 24 de julio de 2012

El héroe de “La Batalla del Caribe”


REMEMORANDO AL ALMIRANTE CÉSAR DE WINDT LAVANDIER EN EL PRIMER LUSTRO DE SU MUERTE
  • Documento. En primer lugar, foto tomada desde un periscopio de la proa del submarino U427, emergiendo. En segundo lugar, el U-Boote del tipo VII que podía sumergirse en 35 segundos.
Homero Luis Lajara Solá
Viceministro FFAA, Marina de Guerra
Hoy, 24 de julio de 2012, se cumple el primer lustro de la partida del mundo terrenal del ilustre oficial naval, César De Windt Lavandier, quien fue toda una leyenda en la Armada dominicana y profesor de generaciones militares:  cuyo nombre honrosamente lleva la Academia Naval  donde se forjan los centinelas de las costas y mar territorial dominicano.
 Él fue un protagonista en las épicas hazañas de una guerra naval, donde no solo perdimos varios buques mercantes, sino que nuestra entonces Marina Nacional, con sus siete unidades tipo guardacostas de 75 pies de eslora (largo) desempeñó un papel estratégico y operativo contra el eje Roma-Berlín-Tokio al integrarse en la cadena operativa que posibilitaba, la llegada de alimentos y provisiones desde Cayo Hueso, Florida, hacia La Habana (Cuba) y llevadas al puerto de Santiago de Cuba, lugar donde se introducía la carga a otras barcazas que eran remolcadas a Puerto Príncipe, Haití, siendo de nuevo transportadas por tierras haitiana y dominicana al puerto de San Pedro de Macorís, República Dominicana, para que nuestras goletas las condujeran bordeando las costas al puerto de Mayagüez, Puerto Rico, donde finalizaba “la cadena”. Este fue un secreto muy bien guardado, en el cual, en medio del peligro de esas misiones, nuestros guardacostas servían de escolta marítima a las barcazas cargadas de alimentos, remolcadas por goletas, desde Santiago de Cuba a Haití, cruzando el Canal de los Vientos;  y desde el puerto de San Pedro de Macorís al de Mayagüez. El azúcar consumida por los aliados se producía en cuba, República Dominicana y otros países del área.
Origen del conflicto
El episodio de submarinos alemanes en la Segunda Guerra Mundial, en combates navales, en un principio con buques ingleses, franceses y canadienses, que se conoce como “La Batalla del Caribe”, tuvo su génesis por la iniciativa del almirante alemán Karl Doenitz, en ese entonces comandante de la Flota  Submarina (el comandante en Jefe de la armada alemana lo era el almirante Erick Reader) quien ideó la Operación Neuland (nuevo territorio) que consistía en enviar manadas de submarinos (los lobos del almirante) para interceptar buques mercantes en el mar Caribe, que en esa época no tenía protección naval, con el fin de cortar las rutas de abastecimiento de carburante y alimentos para Inglaterra, y posteriormente destruir las refinerías de Aruba (Antillas Holandesas), los depósitos de petróleo en Curazao y el bloqueo del Golfo de Maracaibo (Venezuela) para cerrar el paso al transporte de Bauxita, material indispensable para fabricar el aluminio con que se construían en ese tiempo los aviones en los  EEUU.

En esta media isla, por su posición geográfica, con el Generalísimo Trujillo en el poder, el 25 de enero de 1943, en plena segunda Guerra Mundial, se firmó un acuerdo entre los gobiernos estadounidense y dominicano, estableciendo una Misión Naval. Bajo ese paraguas estratégico, por instrucciones del poder político al alto mando militar estadounidense, se inicia el proceso de ayuda militar, entregando equipos y entrenando al personal del Ejército dominicano.
 En el año de 1941, el presidente de los EEUU, Franklin Delano Roosevelt, consigue que el Congreso apruebe la Ley de Préstamos y Arrendamientos, con la cual se logró que el gobierno de USA enviara equipos militares a países que se consideraban en ese periodo soportes de la seguridad nacional estadounidense, como era el caso nuestro.
 Las primeras señales de vientos de guerra en el Caribe se sintieron el 5 de mayo de 1940, cuando el carguero alemán Hannover salía del puerto de Curazao, en ruta al mar territorial dominicano, entonces zona neutral,  tratando de evadir la persecución de buques enemigos en el área, siendo interceptado por los cruceros británicos y canadienses Dunedin y Assinibione, respectivamente, rumbo Norte, en dirección a Cabo Engaño, en aguas jurisdiccionales de la República Dominicana. El capitán del Hannover, al verse acorralado por los dos barcos de guerra enemigos, ordenó quemar y hundir  su buque, antes de proceder al abandono del mismo en botes salvavidas. La intervención a tiempo de la tripulación del crucero británico, pudo extinguir el fuego y salvar el Hannover, cuya tripulación de 37 hombres alcanzó tierra dominicana, donde campesinos los recibieron con entusiasmo, ya que desde la noche anterior fueron testigos de ese combate naval desigual.
El inicio de la guerra
El buque mercante “San Rafael”, de 1,993 toneladas, paradójicamente,  construido en Alemania en el 1905, incorporado a la Marina Nacional, dependiente del Ejército, en el 1939, año que se inicia la Segunda Guerra Mundial; en un viaje desde Tampa, Florida a Kingston, Jamaica, a 80 millas de distancia de su destino final, fue torpedeado por el submarino alemán U-125, ocasionando la orden de abandono de buque por parte del comandante. En medio de la maniobra de los tres botes con 38 tripulantes en total, tratando de alejarse del San Rafael, para evitar la succión en las proximidades del buque producto del hundimiento, salió de repente el submarino a la superficie, donde su tripulación apuntaba con ametralladoras ligeras a los marinos dominicanos, aún atónitos por el episodio vivido recientemente,  optando el comandante del submarino por dejarlos ir, en piadosa actitud del vencedor que derrota a un enemigo sin armamentos y con una tripulación que en su mayoría desconocía lo que ocurría en el  convulsionado mundo de ese momento, la tripulación del “San Rafael”, continuó navegando en sus botes.

El cautiverio
Los extenuados sobrevivientes del naufragio del San Rafael, que pasaron ocho días a la deriva con escasas provisiones, en búsqueda de la añorada tierra firme;  al cabo de  56 horas de sed, marejadas, sol, salitre e insomnio, recalaron a la Isla de Pinos, Cuba, terminando así la odisea marítima de sus vidas. Sobresaliendo entre sus sobrevivientes César De Windt Lavandier, quien años después ocuparía la Jefatura  de Estado Mayor de la Marina de Guerra (1949-1953).

Como designio de la providencia, el submarino que los hundió, el U-125, fue sepultado en el profundo mar, conjuntamente con su tripulación, frente a las costas de Terranova, Canadá, por  ataques de unidades británicas, el 6 de mayo de 1943, exactamente un año y tres días después del primer aniversario del hundimiento del “San Rafael”. Siguiendo la trágica bitácora de nuestros buques mercantes, el 21 de mayo de ese año, o sea, 18 días después del  episodio del San Rafael, el vapor “Presidente Trujillo”, construido también  en Alemania (año 1900), de 1,668 toneladas de desplazamiento,  con 45 tripulantes a bordo; y un cargamento de trescientas cabezas de ganado, cuando navegaba apacible en ruta Martinica-Puerto Rico, apenas a siete millas de distancia del puerto, fue atacado por los torpedos implacables del submarino U-156, partiendo el buque en dos,  falleciendo, según relatos de la época, 30 marineros, contando entre los 15 sobrevivientes a Ramón Julio Didiez Burgos, futuro primer Jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra dominicana de la 3ra. República (1947-1949)
La goleta dominicana “Carmen”, con un desplazamiento de 100 toneladas, había salido de Puerto Plata con un cargamento de frutos menores y aves de corral con destino al puerto de San Juan, Puerto Rico, y navegando frente a la Ermita, Gaspar Hernández, un 13 de junio del triste recordado 1942, la goleta, sucumbe a las profundidades del Atlántico,  blanco de torpedos del submarino alemán U-166, que antes había ordenado a la tripulación abandonar el buque, por lo que no hubo víctimas.
En el relato de los episodios bélicos de 1942, el 16 de junio, un mes después del hundimiento de dos buques mercantes dominicanos, por submarinos alemanes, y a apenas tres días de irse a pique por las mismas causas la goleta Carmen, otra goleta dominicana, “La Nueva Altagracia”, que se dedicaba al transporte de frutos entre República Dominicana y las Antillas Holandesas, en su navegación de San Pedro de Macorís a Curazao, cerca de las costas de este último país, es hundida por otro submarino alemán, el U-126.
 Estos episodios de guerra están contenidos en la obra “La Segunda Guerra Mundial, y los submarinos alemanes en el Mar Caribe”, de la autoría del almirante César De Windt Lavandier, reconocida por la Academia Naval de Annapolis (EEUU)  como uno de los textos que mejor explica ese episodio de  la Segunda Guerra Mundial, y sin embargo en su país, situado en la posición geográfica donde ocurrió una cacería marítima sangrienta, no se ha valorado aún  en la dimensión especial que amerita.  
LAS CONCLUSIONES DE LA II GUERRA MUNDIAL
Al concluir la devastadora Segunda Guerra Mundial que, entre otros factores estratégicos y de la providencia (como la tecnología del radar de los ingleses, el radiogoniómetro, y el ASDICC, capaz de señalar bajo el agua y medir la distancia de la subida en inmersión), cambiaron el curso de la guerra; de 39,000 hombres que componían las fuerza de submarinista germana, habían muerto 32,000 hombres y fueron llevados al fondo del océano por el fuego devastador de la artillería naval aliada, según figura en algunos informes, 781 unidades submarinas de 1,162 construidas. 

¿Si Hitler se hubiera llevado del consejo del almirante Doenitz, en el sentido de esperar la construcción de más submarinos, antes de iniciarse las hostilidades, cuál hubiese sido el desenlace final de la Segunda Guerra Mundial? Finalmente, en esta fecha, aniversario del quinto año de la llegada del alma del almirante De Windt Lavandier al puerto de la paz eterna, es oportuno resaltar que, gracias a la iniciativa de ese prototipo de caballeroso oficial naval, fue fundada la prestigiosa Liga Naval Dominicana, donde fungió por muchos años como su presidente. 
En memoria de los marinos nuestros caídos en la Segunda Guerra Mundial, navegando en buques mercantes, sin armamentos, se erigió un monumento que contiene una tarja con el nombre de los 34 marinos fallecidos en esa conflagración bélica mundial, por ataques de submarinos alemanes en el Caribe, que tiene plasmado un fragmento del poema, “Para Entonces”, del mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, que dice: “Quiero morir cuando decline el día/ en alta mar y de cara al cielo/ donde parezca un sueño la agonía/ y el alma un ave que remonta el vuelo”.

(Tomado del Listin Diario)

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